Balance de un año que termina frente a un año que empieza

Fue duro pero a lo negativo de la pandemia le sacamos algo positivo, dejamos de correr tras el tiempo, los objetivos o las necesidades, no siempre reales. Compartimos con quienes teníamos cerca y con aquellos a los que no conocíamos pero la estaban pasando mal.

Balance de un año que termina frente a un año que empieza
Lo que se paga con dinero es muy barato, lo importante es el otro, ese al que le di una sonrisa, una palabra de consuelo, ternura, un abrazo que cuesta más, pero es más valioso que el regalo que encontré en el pesebre en navidad.

En 2020 descubrimos que el tiempo dejó de ser “cronos”, lineal, contado en días, minutos y segundos, para ser “kairos” un tiempo ovillado, donde se detuvo el mundo, cuando redescubrimos espacios compartidos, ausencias antes no percibidas, dolores de distancia y alegría porque la tecnología permitía tener vínculos a distancia.

La vida y la muerte tenían rostro y nombre, parentesco, era el abuelo de, el papá de, el hermano, hicimos cadenas de oración por personas que no conocíamos, pero con las que celebrábamos el alta, o acompañábamos con tristeza su partida.

El mundo se hizo cercano, como decía Hemingway “Por quién doblan las campanas? Cuando muere un hombre, doblan por la humanidad”.

Al fin entendíamos nuestra finitud, el valor de la vida, de lo intangible como la compañía, la ternura y la risa. Compartir una serie, un juego de mesa o los experimentos en la cocina llenaron nuestros días.

Fue duro pero a lo negativo de la pandemia le sacamos algo positivo, dejamos de correr tras el tiempo, los objetivos o las necesidades, no siempre reales. Compartimos con quienes teníamos cerca y con aquellos a los que no conocíamos pero la estaban pasando mal.

En 2021 terminó paulatinamente el encierro, la virtualidad, los aforos, y empezamos a volver a nuestra vida anterior.

Y la pregunta que surge en este fin de año es ¿Cómo reanudamos la vida? ¿Qué de lo aprendido pudimos aplicar?

Sería interesante en este balance saber si logramos distinguir lo urgente de lo importante. Lo virtual de lo real. Las personas que me rodean y por las que me angustiaba cuando tosían, tenían fiebre, o salían al mundo causando preocupación por la posibilidad de contagio, ¿Siguen siendo mi prioridad?

Podríamos hacer una evaluación personal planteándonos mis manejos de la ansiedad, de las emociones, capacidad de introspección para analizarme. Mi reacción fue de angustia, con reacciones panicosas, depresivas o de paz ante esos nuevos tiempos, y mi valoración de lo que tenía, especialmente la salud y los vínculos.

Un poco de temor cuida, mucho paraliza, por lo tanto este péndulo que me lleva de un extremo a otro, y dónde como decía Aristóteles la virtud es el justo término medio.

En otro nivel pondremos las relaciones cercanas, personas de mi entorno directo como mi familia, o amigos y hasta vecinos con los que la solidaridad fue una constante.

Quién salía al super traía mercadería para otros que no podían exponerse. Avisar cuando salían noticias sobre la vacunación, o formas de evitar contagios.

La convivencia permanente produjo obviamente roces y discusiones, pero como siempre el contenido es menos importante en las relaciones humanas que el vínculo, estas diferencias se superaban.

Quedó empíricamente demostrado que los vínculos, éstos son más importantes que cualquier intervención terapéutica (sin que la excluya), pero es condición sine qua non para el ser humano su relación con otro. Y si éste es alguien cercano será sin duda nuestra red de contención.

Por último a nivel social, al menos en nuestro amado país, convertimos todo en una cuestión partidista, si querías una vacuna estabas a favor del gobierno o en contra, las posturas de los negacionistas del virus contra los obsesivos con esta pandemia como si fuera el apocalipsis.

La ciencia poco importaba, la ideología era fundamental para quién discutía, y no podemos decir debatía pues esto implica argumentar y escuchar.

Al mismo tiempo se vieron acciones maravillosas del personal de salud, de los cajeros de supermercados, docentes, voluntarios de comedores, y tantos que nos permitieron estar cuidados. Personas que con gran generosidad donaban leche, ropa, comida para los que no tenían recursos.

Así fue nuestro año con claro-oscuros, con las caras más tristes y las más brillantes de la realidad. Pero tanto dolor de quienes perdieron seres queridos, o sus medios de vida, negocios que cerraron, empleos que desaparecieron, personas que no pudieron abrazarse por meses no serviría de nada si no nos enseñó que al final del año descubrí que lo que se paga con dinero es muy barato, lo esencial, lo importante es el otro, ese al que le di una sonrisa, una palabra de consuelo, ternura, un abrazo que cuesta más, pero es más valioso que el regalo que encontré en el pesebre en navidad. Que cada momento de adversidad nos prepara para ser mejor personas, sino, es que no aprendimos nada.

Mi deseo es que 2022 venga con felicidad, que en definitiva es paz interior.

*La autora es Psicopedagoga. Licenciada en Psicología. Master en Psicología Social. Orientadora.

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