Como un paciente que acaba de salir de un largo coma, el peronismo mendocino parece aún confundido, en estado de shock. Pasaron cinco semanas luego de la elección que se transformó en su peor derrota desde 1985, pero las heridas tardan en cicatrizar.
El barco peronista hoy deambula dejándose llevar por las olas de un mar revuelto, atribulado por los traumas propios y también por el incierto escenario nacional, cuya imprevisibilidad se potenció tras el rechazo opositor al Presupuesto 2022.
El mejor indicio del daño interno es que la cúpula partidaria no ha logrado hacerse tiempo para analizar lo que ocurrió y hacer la autocrítica necesaria todos juntos. Saben que el momento no será precisamente grato y prefieren estirarlo lo más posible.
Está claro que el fracaso electoral volvió a dejar expuestas las diferencias que existieron siempre, pero que desde aquella interna de 2019 en la que Anabel Fernández Sagasti venció a Alejandro Bermejo, y con él a todos los intendentes, habían procurado disimular con un relato de unidad.
Ha habido sí muchas charlas subterráneas, llamados, encuentros de dos o tres, elucubraciones varias, pero no ese análisis profundo. Como si negar la derrota ayudara a borrarla.
Aquella imagen de los intendentes y legisladores nacionales del PJ en la Casa Rosada, el 30 de noviembre, no fue mucho más que eso. Tras la reunión con los funcionarios y la foto con el Presidente, alguien propuso “ir a picar algo”, pero varios adujeron tener otros compromisos. Nadie quería atragantarse con una aceituna.
Fernández Sagasti tiró la pelota a sus rivales internos tras la derrota, se corrió del centro de la escena para protegerse y se refugió en su rol de senadora nacional y “mediadora” con el gobierno de los Fernández.
Aunque no alcanza para compensar la catástrofe electoral del mes pasado, Fernández Sagasti y su equipo festejaron cuando la lista que patrocinaba ganó la elección del SUTE, “el municipio 19″, como lo definen.
El gremio docente es otro espacio de poder que conquista. Por si había dudas del vínculo, una foto subida a Twitter de la presidenta del PJ con la nueva conducción las despeja totalmente. Aunque la secretaria general será Carina Sedano, el líder en las sombras allí es Gustavo Correa.
Fue justamente con Correa, de larga militancia en el kirchnerismo, con quien la senadora urdió el plan para recuperar el sindicato, luego de que la izquierda se lo arrebatara en 2017.
Ahora, desde allí podrá dar pelea también al gobierno de Rodolfo Suárez, con quien supo tener un diálogo frecuente que se perdió en los recovecos de las negociaciones fallidas y los proyectos truncos.
La futura secretaria general ya cuestionó el proyecto de ley de Educación que impulsa el oficialismo y hasta ponderó otro con media sanción legislativa de la época de Paco Pérez.
A la hora de contar las tropas con las que cuenta para cuando sea el momento de dar muestras de poder, interno y externo, Fernández Sagasti ostenta la mayoría de los legisladores y concejales peronistas, además del control de los organismos nacionales con delegación en Mendoza y ahora también el gremio más numeroso.
Por eso, dicen, cuando llegue el momento de definir las candidaturas de 2023 seguramente se resguardará, pero se imagina para sí un papel determinante: ser la gran electora que defina el nombre del postulante.
“Tanto si hay un acuerdo como si hay una competencia en las PASO, ganará aquel a quien apoye Anabel”, advierten desde su entorno.
En la otra vereda interna restan trascendencia a esa pretensión: “No le da para ser la gran electora, obviamente sí influirá como representante de La Cámpora y el kirchnerismo”. Otro de los que no la quiere nada recuerda un dato que parece una advertencia: “En un año hay que renovar las autoridades del partido”.
El futuro borroso
Todas las miradas apuntan ahora a los tres intendentes sin posibilidades de reelección en 2023: el lavallino Roberto Righi, el tunuyanino Martín Aveiro y el sanrafaelino Emir Félix.
Righi se ganó sigilosos aplausos internos cuando dijo públicamente que hay que “abrir” el PJ.
Esa idea apunta a reactivar a los militantes que disienten con el kirchnerismo y también atraer a los que participaron en las últimas legislativas dentro de otros “sellos”, como el Partido Federal, Compromiso Federal y el Partido Verde, porque tampoco se sienten representados por el estilo K.
Félix también dio su visión en una entrevista y pidió un “peronismo mendocino, autóctono y autónomo”. No lo dijo, pero se infiere que alude a eliminar la influencia de la casa matriz con sede en la Rosada, pero sobre todo en el Instituto Patria.
El que nada ha dicho es Aveiro. El de Tunuyán empezó con ímpetu tras las PASO cuando fue designado jefe de campaña y, según sus propios compañeros, se fue desinflando y desapareció. Le achacan cierto desinterés por el protagonismo provincial.
“Son muchos los compañeros que ven como alternativa al Roberto y el Emir”, dice uno de los que observa la partida desde el grupo que pretende potenciar a los intendentes y considera al sanrafaelino con más chances por su visión integral de la provincia.
“Hoy el peronismo está lleno de candidatos a diputado nacional”, ironiza un dirigente de peso para exponer que nadie quiere ponerse el “traje” de postulante a la gobernación. En el Frente de Todos asumen que no hay chances de ganar, más por deficiencias propias que por fortalezas del oficialista Cambia Mendoza.
“No hay que forzar nada, es un proceso que va a decantar”, dicen del lado no K. “Hay que pensarlo y decidirlo en el momento justo. La prioridad ahora es la gestión, no podés abandonar lo tuyo”, suma uno de los intendentes que podría probarse.
Pero mientras el peronismo cavila, pasan cosas que lo afectan. La ofensiva radical para quedarse con el único territorio del Gran Mendoza que no domina se anticipó y la padece el intendente Matías Stevanato.
Maipú es el territorio “a conquistar” y en las últimas semanas la gestión municipal quedó envuelta en al menos tres polémicas mediáticas. La situación podría empeorar el año próximo, cuando asuman los concejales elegidos el mes pasado y Cambia Mendoza pase a tener la mayoría.
Stevanato tiene la manzana rodeada, admiten en el PJ, y acusan a Alfredo Cornejo y los suyos de hacer en la provincia lo mismo que critican al kirchnerismo nacional. “Ya dominan la Justicia, los órganos de control, la Legislatura y quieren tener a Maipú, que es el único departamento donde nunca ganaron desde 1983″, resumen.
En lo que sí coinciden todos los bandos es en el impacto que puede tener la boleta única que propone Suárez: los intendentes perderán peso como traccionadores de votos.
El proyecto con el que el Gobernador pretende mostrar un cambio, aunque sea mínimo, dejaría así en igualdad de condiciones en una PASO al que tenga de su lado a los intendentes y al que lleve a candidatos ignotos para enfrentarlos. Sólo inclinaría la balanza, según la teoría peronista, el postulante a la gobernación.
“Por eso la impulsaba Omar De Marchi”, suman como prueba. Adhieren así a aquella idea de que Suárez prepara así el terreno para neutralizar al cornejismo en caso de tener que competir con un candidato propio, su sobrino Ulpiano, contra uno de su actual socio político, que sería Tadeo García Zalazar en primera instancia.
Pero también sería una oportunidad en una general para el propio Partido Justicialista, que padece la falta de figuras de renombre que lo hagan competitivo en el Gran Mendoza y por eso allí agoniza electoralmente.
Esa debilidad, cada vez más nítida, lo condena a seguir perdiendo elecciones provinciales. Pero no es la única. Algunas, como la ausencia de un proyecto político, puede solucionarlas si se lo propone; en otras, como los desbarajustes del Gobierno nacional, sólo es un observador sufriente.