El 14 de junio Brasil firmó su ingreso al Proyecto Artemisa de la NASA, que prevé poner nuevamente astronautas en la Luna en 2024 y en Marte durante la década siguiente. En Brasilia, el presidente Jair Bolsonaro calificó el hecho como un “gran acuerdo” para sumarse a un proyecto de “paz, progreso y desarrollo” y donde la “confianza es recíproca” entre los doce países que lo integran. En realidad es un proyecto estadounidense al cual, por razones estratégicas y políticas, se vienen incorporando otros países.
Forman parte del mismo los otros cuatro países de origen anglo: Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. De Europa Occidental están Luxemburgo e Italia (que ha sido el primero de los trece países de la Unión Europea que firmaron el proyecto chino de la Ruta de la Seda, en abandonarlo a pedido de Biden); de las monarquías del Golfo integran el Proyecto Artemisa Emiratos Árabes Unidos (que en febrero realizó su primer misión a Marte), de Asia forman parte Corea del Sur y Japón (firmes aliados militares de Estados Unidos que fueron invitados a participar en la reunión del G7 realizada en Cornualles) y Vietnam, país que ha adquirido buenas relaciones con Estados Unidos por sus conflictos de límites marítimos con China.
Es claro que los países elegidos por Estados Unidos para ser socios de este proyecto estratégico, tienen un sentido regional. Por eso la incorporación de Brasil implica la de América Latina a través de su país más importante, ya que es la mitad del PBI, territorio y población de los doce países de América del Sur, o un tercio de toda la región (incluidos México y América Central y el Caribe). Cabe señalar que en marzo Brasil lanzó su primer satélite, el Amazonia 1, desde una base aeroespacial en el sur de la India y desarrolló el proyecto con tecnología de este país y de China.
Para el gobierno brasileño se trata de una decisión estratégica de largo plazo, pero que también indica que la relación con la Administración Biden no es tan mala como muestra la cuestión del medio ambiente. En una señal clara de que la relación bilateral con Washington sigue siendo prioritaria para Brasil, Bolsonaro, en un discurso ante el embajador estadounidense en Brasilia, Dod Chapman, dijo “cuenten con nosotros, así como nosotros contamos con ustedes”. Agregó que Brasil “está alineado con el mundo”, como lo muestra el acuerdo con la NASA y el apoyo de la Administración Biden a que Brasil sea miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Una de las primeras medidas de Bolsonaro al asumir fue renovar el uso y control de la base de lanzamiento espacial Alcántara, ubicada en el estado de Maranhao, a Estados Unidos, a cambio de una asignación presupuestaria para mantenimiento destinado a las Fuerzas Armadas. Bolsonaro apoyó la teoría de Trump de que había habido fraude en las elecciones presidenciales norteamericanas, lo que lo alejó del presidente Biden.
Cabe recordar que para el presidente brasileño, el ex mandatario republicano era un punto de referencia ideológico y también un modelo a imitar. Las críticas de Biden a Brasil por el cambio climático y la deforestación de la Selva Amazónica, fueron rechazadas al inicio por Bolsonaro.
Paralelamente, el 15 de junio en San Petersburgo, durante el evento de Exploración Espacial Global (GLEX), Rusia y China presentaron su proyecto de estación lunar. La Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS por sus siglas en inglés) proyecta estar lista para 2035. Los funcionarios de ambos gobiernos que explicitaron los planes, señalaron que está previsto que el ILRS se desarrolle al mismo tiempo pero por separado del programa de exploración espacial Artemisa de los Estados Unidos.
La primera fase, señalada como de “reconocimiento”, implica la recopilación de datos y la verificación de aterrizajes suaves de alta precisión en 2021-2025, con las misiones chinas Chang’e 4, 6 y 7, Luna 25, 26 y 27 de Rusia y posibles misiones de socios. La segunda fase de “construcción” consta de dos etapas (2026-30 y 2031-35). La primera involucra verificaciones de tecnología, devolución de muestras, entrega masiva de carga y el inicio de operaciones conjuntas. Las misiones planificadas son Chang’e-8 y Luna 28, que contemplan posibles contribuciones internacionales. La fase final, de “utilización”, después de 2036 vería el inicio de los aterrizajes tripulados. La CNSA publicó versiones en inglés y chino de la hoja de ruta en sus páginas web, mientras que Roscosmos (la empresa estatal espacial de Rusia) compartió un video de presentación en Twitter.
El ILRS de Rusia y China está abierto a la cooperación y la asociación con organismos internacionales y países, como sucede con el Proyecto Artemisa de Estados Unidos. Rusia y China firmaron un memorando de entendimiento sobre el ILRS en marzo.
Brasil ha dado así un paso trascendente al asociarse con Estados Unidos para participar en la carrera espacial.
*El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría