La derrota del Presidente chileno Gabriel Boric en el referéndum para aprobar el proyecto de constitución, plantea una duda respecto a cuán inexorable es el giro al “progresismo” en la región. El triunfo contundente del rechazo, con casi 20 puntos de ventaja, fue mayor al esperado. Los sondeos conocidos en los días previos a la votación consignaban una ventaja menor de 5 puntos del rechazo de la nueva constitución. El hecho tiene lugar a pocos meses de asumir Boric, tiempo en el cual su aprobación, que al asumir estaba levemente por encima del 60%, se encuentra ahora por debajo del 40%. El referéndum adquiere relevancia porque ha sido con voto obligatorio en un país que tradicionalmente ha tenido el voto voluntario. Por eso se trató de la elección con mayor cantidad de votantes y el porcentaje más alto de la historia chilena. Boric se centra ahora en plantear una nueva reforma de la constitución, aunque es impreciso el mecanismo y los plazos. La alta concurrencia favoreció el triunfo adverso a la nueva constitución. El Presidente colombiano, Gustavo Petro, ha dicho en dos oportunidades que en Chile ha tenido lugar “un triunfo de Pinochet”. Ello muestra la percepción del impacto en las fuerzas “progresistas” de la región.
A menos de un mes de la primera vuelta de la elección presidencial brasileña, que se realiza el 2 de octubre, un eventual triunfo de Bolsonaro en la segunda vuelta aparece como improbable, aunque ya no imposible. Las encuestas muestran -si bien con importantes diferencias- que la ventaja de Lula se ha ido achicando. Meses atrás, el ex Presidente brasileño se imponía por más de 20 puntos y ganaba en primera vuelta. Ahora, la diferencia es de menos de 10 y habría segunda vuelta. La economía parece ser el factor más importante que está favoreciendo a Bolsonaro, que va por su reelección. En julio, la inflación mensual estuvo levemente por debajo del 0%. Para un país que ha sufrido altas inflaciones como Brasil, y en momentos en que está subía como en el resto del mundo, es un éxito para el oficialismo. Cabe señalar que para los sectores de bajos ingresos es una prioridad indiscutible la inflación como perjuicio. En agosto se conoció la tasa de desempleo. Fue de 9,1%, la más baja de los últimos seis años. Es otro dato que favorece a Bolsonaro en el terreno de la economía. Al mismo tiempo, incrementa sustancialmente la suma destinada a los subsidios sociales de la población que está bajo el nivel de pobreza. Bolsonaro está combinando así, al mismo tiempo, los valores de la ortodoxia económica de estabilidad, con los populistas de la distribución, una buena fórmula para enfrentar una elección, pero que puede no ser suficiente para ganarla. Paralelamente, el Presidente ha puesto prioridad en recuperar parte del voto evangélico que había perdido y con el rol más relevante de su esposa en la campaña electoral, intenta ganar en el voto femenino, que le ha sido adverso hasta ahora. Si el referéndum chileno ha abierto alguna duda sobre el giro al progresismo, un triunfo de Bolsonaro sería su interrupción.
En Argentina faltan 14 meses para la primera vuelta de la elección presidencial, que tiene lugar en 2023, y cualquier pronóstico electoral es por lo menos incierto y relativo. El país vive una fuerte tensión política, agudizada por el fallido atentado contra la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que ha aumentado su “centralidad” en la política argentina. El país vive una crisis política -al mismo tiempo que la económica y social- que se ha acelerado y que ha comenzado a bordear situaciones de violencia. Pero si hoy se votara ganaría la oposición, ante todo por la alta inflación, que ha promediado mensualmente cerca del 7% en lo que va del año y que no bajará sustancialmente en el resto del año. La única chance que tendría el oficialismo para ganar radica en el sistema electoral particular del país, el que establece que si el primer candidato presidencial obtiene el 40% de los votos y 10 puntos de ventaja sobre el segundo, gana sin que haya segunda vuelta. Si una reelección de Bolsonaro en 2022 fuera seguida de un triunfo de la oposición en Argentina un año más tarde, el giro al progresismo en términos electorales se habría diluido.
A ello hay que agregar la fragilidad de un gobierno de centroizquierda como el peruano, que tiene al Presidente de izquierda Pedro Castillo en una situación de marcada fragilidad institucional. Antes de cumplir un año y medio en el poder, el Presidente ha sufrido ya varios intentos de destitución en el Congreso, que no reunió los dos tercios necesarios para sustituirlo por “inhabilidad moral”. La causa central de las acusaciones está en diversas denuncias de corrupción que afectan a sus colaboradores, familiares y a él mismo. Su apoyo parlamentario es muy escaso y además su partido se encuentra dividido. Las votaciones que no alcanzaron para destituirlo muestran que quienes la votan superan la mitad de los legisladores, pero por ahora sin alcanzar los dos tercios. En una situación de fuerte inestabilidad, Castillo se ha visto obligado a cambiar más de diez veces ministros dentro de su Gabinete.
El giro al progresismo en la región sigue siendo probable, pero en política nada es seguro, y especialmente en materia electoral.