Alberto y la segunda implosión del peronismo

Tan difícil como creer que no sabía de los negociados de Néstor Kirchner, es creer que Cristina Fernández en estos años no sabía lo que ocurría en la escabrosa intimidad de Olivos.

Alberto y la segunda implosión del peronismo
Néstor, Cristina y Alberto, una dinastía política

En “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, Marx comienza diciendo que “la historia ocurre dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. Lo corroboran las dos debacles del peronismo. Sin contar como derrumbe el derrocamiento de Perón en 1955, su primera implosión catastrófica ocurrió en la década del ‘70 y ahora, de manera más patética que trágica, está experimentando ahora la segunda.

La primer debacle fue consecuencia de las contradicciones ideológicas que, desde Madrid, incubó en Argentina el líder exiliado, mientras que la segunda es una debacle ética y moral causada por las aberrantes contradicciones entre el discurso y la conducta de algunos líderes en la intimidad.

Este caso se ve agravado por la colonización kirchnerista del feminismo, tal como ya lo había hecho con los Derechos Humanos.

Los regresos de Perón resquebrajaron la dictadura de Lanusse pero también expusieron contradicciones ideológicas. El encono entre las facciones enfrentadas creció, hasta desbordarse, tras el regreso definitivo del general tras 18 años de exilio.

La vejez lo hacía frágil y su error fue confiar en que su liderazgo armonizaría el brazo armado de la juventud izquierdista y el sindicalismo de centroderecha que lideraban José Ignacio Rucci y Lorenzo Miguel.

Tras la muerte de Fernando Abal Medina, las nuevas cabezas de Montoneros, Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja, arrastraron hacia una izquierda ultra-violenta a ese brazo armado. Las balas que asesinaron a Rucci hirieron gravemente la voluntad y el liderazgo de un líder fatigado.

Entre el derechismo criminal del siniestro López Rega y el también criminal izquierdismo montonero y del ERP, comenzó la debacle luego acelerada por la muerte de un Perón ya impotente para reencauzar los extremos surgidos a su sombra.

Aquella debacle que comenzó dentro del propio Movimiento Peronista, terminó arrastrando el país a la más criminal de las dictaduras.

Lo describe estupendamente Juan Manuel Abal Medina en su libro “Conociendo a Perón”, donde se muestra a sí mismo y al líder que regresaba del exilio como situados en el centro de un arco que iba desde la derecha extrema hasta la extrema izquierda, ambas adictas a la violencia criminal.

La pregunta que surge de esas páginas es por qué su lúcido autor no las publicó cuando Néstor Kirchner y su esposa tomaron la oscura decisión de rescatar al montonerismo y mantener el indulto otorgado por Menem a Firmenich, Vaca Narvaja y otros dirigentes que ordenaron secuestros y asesinatos.

El derrumbe peronista de los ‘70 fue causado por contradicciones políticas, fanatismos ideológicos y pulsiones violentas. Mientras que el derrumbe que hoy está viendo el país es una debacle moral: la implosión por las contradicciones entre la ética del discurso y la actuación en la realidad.

Una diferencia es que no tendrá las consecuencias trágicas que tuvo la debacle de los años ‘70, porque no tiene que ver con los fanatismos ideológicos de aquel peronismo que se desangró y abrió las puertas del infierno, sino con la decadencia ética de una dirigencia plagada de hipócritas que, con su corrupción, traicionan lo que postulan, y también los que encubren instintos repugnantes detrás de poses de superioridad moral y corrección política.

Cristina Kirchner, la supuesta “genial estratega del progresismo”, empoderó arribistas descarados, como Scioli, corruptos frívolos como Insaurralde, déspotas bananeros como Insfrán y una larga lista de abusadores sexuales que incluye dirigentes de La Cámpora, caciques del conurbano como Fernando Espinoza, el violador de su sobrina José Alperovich y, entre otros, nada menos que el presidente que creó el Ministerio de la Mujer y hablaba diciendo “todes”.

La propia Cristina es parte de la debacle peronista por la corrupción y la decadencia moral que se expandieron bajo el liderazgo de su marido y el suyo propio. Tan difícil como creer que no sabía de los negociados de Néstor Kirchner, es creer que en estos años no sabía lo que ocurría en la escabrosa intimidad de Olivos.

Las escenas que desfilan por los medios con mujeres golpeadas y cuchicheos alcoholizados en dependencias presidenciales, hacen pasar al país de la vergüenza al asco y la indignación.

A pesar de su gris presidencia, pocos habrían imaginado un final tan patético de una carrera política con tanto tiempo habitando las cumbres del poder.

Falta ver si el peronismo puede renacer de sus cenizas como lo hizo tras la primera implosión.

El fatigado Perón centrista y pragmático de los ‘70 tiene hoy un reflejo en la dirigencia peronista, también centrista y pragmática, que lleva décadas relegada por la versión ideologizada del PJ en la actualidad: el kirchnerismo.

El movimiento que inició Kirchner y atosigó de ideologismo y culto personalista Cristina, incubó la dirigencia carcomida de corrupción y bajos instintos que está hundiéndose en la violencia machista, la hipocresía y demás abusos que supura.

* El autor es politólogo y periodista.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA