Se va un año muy especial, tal vez el más especial que hayamos tenido en nuestras vidas. Arrancó bien, con impulso, con ganas pero allá por marzo comenzó a esparcirse por el mundo un bichito feo, mortal, que dicen que se originó en Wuham, China, no está del todo comprobado y cambió todos los planes. Comenzamos a atravesar un tiempo inédito que nos obligó a cuestiones que no estaban previstas.
Las noticias abarcaron todos los medios informativos y hasta hoy las principales noticias se refieren al coronavirus. Los sistemas de salud entraron a funcionar al máximo y el gobierno tomó medidas para prevenir los contagios de ese virus que era nuevo, que atacaba a discreción y que no tenía un antídoto conocido para morigerarlo o hacerlo desaparecer.
Tuvimos que cambiar de hábito y a aprender a cuidarnos entre nosotros mismos. Yo sé que hay muchos que han infringido las reglas, pero la mayoría de la población acató las instrucciones que venían de arriba y así pudimos controlar, medianamente, eso que era tan destructivo.
Estuvimos encerrados durante mucho tiempo, sin poder asomar las narices ni a las ventanas, porque la transmisión se hizo comunitaria y cualquier contacto podía ser pernicioso. Nos refugiamos adentro de nuestros hogares y pasamos días largos y tediosos sin poder siquiera ir a caminar a la placita más cercana. Nunca estuvimos más encerrados que en esa época. Salir era un peligro y por lo tanto nos acobachamos en nuestros domicilios a la espera de que el mal pasara.
Nuestra cara cambió, porque tuvimos que ponerle un antecedente a nuestra cara, los llamados barbijos o tapabocas, y se hicieron comunes en nuestro andar cotidiano.
Ahora en todas las casas hay varios tapabocas para que cubran las necesidades de nuestra familia y se hizo tan popular que va a resultar extraño cuando podamos salir a la calle sin ellos.
Lavarse las manos fue una cuestión irrenunciable, pero bien lavadas, con jabón abundante y para esos también sirvieron los recipientes con alcohol o con alcohol en gel. Nunca le habíamos prestado tanta atención a las manos como en esta época.
El país si bien no se paró comenzó a funcionar a fuego lento y muchas empresas tuvieron que bajar las persianas porque no tenían a quien venderle sus productos u ofrecerles sus servicios.
La economía del país y la nuestra en particular se deterioró en grado sumo y muchos tuvieron que buscar otros horizontes de trabajo para pasar la malaria.
Ahora está próximo a decir adiós el 2020, un año que va a ser recordado como el año de la pandemia, como el año del encierro. Vamos a buscar el 2021 y lo vamos a hacer con la esperanza de que las vacunas terminen con este suplicio. Estamos en manos de nosotros mismos. Todavía dependemos de nosotros. No nos fallemos, demostremos que la humanidad, a lo lejos, pero unida puede hacerle frente con éxito al infortunio.
Chau 2020, no creo que en las fiestas de fin de año nadie bride por vos.