Acerca del gobernador de Mendoza, Carlos González Pinto (1863-1866)

En solo tres años, Carlos González Pinto en tanto gobernador de Mendoza, reordenó el trazado de la ciudad, la reconstruyó, acogió a los sobrevivientes del terremoto, los alimentó; ordenó las cuentas de la administración, construyó 72 escuelas, organizando la educación y trayendo maestras especializadas como lo fue Procesa Sarmiento de Lenoir, para mejorar la experiencias pedagógica.

Acerca del gobernador de Mendoza, Carlos González Pinto (1863-1866)
Carlos Gonzalez Pinto, gobernador de Mendoza.

Mi tatarabuelo, Carlos González Pinto, descendiente de don José Benito González Milleiro, fue la tercera generación de la familia González asentados en las tierras de Cuyo provenientes de España.

La familia emigró al Virreinato del Rio de la Plata a mediados del 1700.

Instalados en Nuestra Señora del Buen Aire, gozaron de una licencia para ejercer el comercio entre Rio de Janeiro, Buenos Aires, Asunción del Paraguay y Valparaíso.

Por tal razón algunos miembros de la familia se instalaron en el puerto de Buenos Aires, mientras que otros lo hicieron en Mendoza.

Su principal actividad era el comercio, que se realizaba con carretas tiradas por bueyes, con un sistema de postas cada más o menos 40 km, por el entonces denominado “Camino Real”; camino que hoy recorre en muchos tramos la actual ruta 8.

La familia comerciaba con los productos que llegaban por barco proveniente de China, a través de Manila recorriendo la costa del océano Pacífico desde Acapulco (Méjico) hasta Valparaíso, Chile y después cruzando por tierra la cordillera a lomo de mula, hasta Buenos Aires.

No duró la estabilidad, al poco tiempo de haberse instalado, empezó a desmoronarse el imperio español.

Buenos Aires sufrió el primer ataque con las invasiones inglesas, que fueron el prolegómeno de lo que vendría después.

Terminada la “Gesta Libertadora” la familia intento retomar sus actividades comerciales; muy relacionados con Pedro Molina, (gobernador federal de Mendoza, durante muchos años), pero la pertenencia al sector federal, no los libró de la desgracia de que uno de los hermanos González, Lucas González Milleiro, radicado en Buenos Aires, fuera degollado por miembros de “la mazorca”, su mujer Mercedes Marcó e hijas, desaparecidas, y sus propiedades confiscadas.

Este hecho de sangre significó la necesidad de emigrar de varios de los miembros de la familia, para salvar la vida; y se instalaron en Valparaíso, Chile.

Durante el exilio junto a varios emigrados, Mitre, Alberdi, Sarmiento, Gabriel Ocampo, comenzaron a imaginar un proyecto de país democrático, republicano que se cristalizo después de 1852 con la constitución de 1853.

Los distintos miembros de la familia retornaron a sus lugares de residencia tanto en Mendoza, como en Buenos Aires.

En Mendoza volvieron entonces a la finca de Panquegua, donde se encuentra una vieja capilla de adobe en cuya cripta descansan los distintos miembros de la familia,

En esta finca primero había pasturas para la producción de mulas, vacas y caballos que se comercializaban en Chile.

Con el tiempo empezaron a producir trigo y lo procesaba un molino harinero, que se impulsaba con la fuerza hidráulica obtenida desde el canal Jarillal, hijuela González y una fábrica de fideos.

Para el año 1840, Don Carlos introdujo cepas de uva traídas también de Francia, Malbec y Semillon, y empezó a elaborar su celebres vinos.

Después de más medio siglo de guerras civiles e inestabilidad económica, dentro de un marco de institucionalidad y relativa paz, los emprendimientos empezaron a prosperar, en 1856 se construyó el primer cuerpo de bodega de adobe, con techo de caña y piso de piedra.

Pero el día 20 de marzo de 1861 a las 20.30 hrs, durante la Semana Santa, la mayor parte de la población se encontraba en las templos celebrando las ceremonias de culto, cuando comenzaron temblores tan fuertes que derrumbaron toda la ciudad en pocos minutos, quedando las calles (entonces angostas por tener el trazado colonial) obstaculizadas por muros y techos desplomados; los hombres mujeres y niños corrieron desesperados afuera de sus hogares buscando salvarse, pero fueron las calles trampa mortal para muchos de ellos.

Los temblores siguieron durante toda la noche.

En medio de este caos, se sintieron profundos estruendos que eran las moles de los templos derrumbándose.

Una densa nube de polvo cubrió de tinieblas aquella escena de horrores.

Y desgarradores alaridos de los que habían sobrevivido se escuchaban llamando a sus seres queridos, pidiendo ayuda, y tratando de socorrer a quienes yacían bajo los escombros.

El magnífico paseo de Sotomayor (hoy desaparecido) sepultó a la flor de la juventud que allí se hallaba reunida; la tierra se abrió en abismos profundos y las aguas del tajamar inundaron las ruinas, ahogando a los sobrevivientes.

El desastre fue total, murieron más de 30.000 habitantes.

Los sobrevivientes empezaron a buscar donde encontrar cobijo, y Don Carlos, junto a sus hermanos, los encauzaron a que fueran a refugiarse a la Finca de San Miguel de Panquegua, donde la vieja capilla se mantenía en pie y también estaba el galpón nuevo construido para albergar la bodega y el molino harinero.

Ninguna de las dos construcciones habían sufrido daños, por lo que fueron albergue de mas de mil personas que encontraron allí dónde pasar los primeros tiempos después de la catástrofe

Al tremendo acontecimiento le siguió el desbande de la administración pública; por distintas razones quedó vacante el poder ejecutivo.

Recién dos años más tarde en 1863, fue designado gobernador Carlos González Pinto.

Durante su gobierno, con el apoyo del presidente Mitre, se llevó adelante un plan para reconstruir la ciudad.

Se lo contrató al ingeniero Ballofet para que hiciera el trazado de una ciudad moderna, donde las calles y veredas fueran lo suficientemente anchas a fin de evitar que eventuales futuros sismos las convirtieran en trampas mortales de los ciudadanos.

Con acequias que regaran trincheras de árboles para que también sirvieran de sostén y evitar que los frentes de las casas se derrumbaran a la calle, cumpliendo los árboles la función de eventuales barreras de contención y apuntalamiento.

También se diseñó una gran plaza central que tuviera una superficie equivalente a cuatro manzanas (hoy plaza Independencia) que tenía por objetivo albergar el edificio del poder ejecutivo, legislativos y judicial (proyecto que nunca se llevó a cabo), y cuatro plazas satélites hoy Chile, San Martin, España e Italia.

El objetivo de estas plazas era que pudieran dar refugio a la población en el futuro, ante cualquier catástrofe que pudiera acontecer, y que destruyera la ciudad.

El trazado de esta ciudad moderna se delimitó entre calles San Martin al este, Avenida Colón al sur, Avenida Belgrano al oeste y Avenida Las Heras al Norte.

Se eligió este lugar por ser un terreno perteneciente a la Iglesia, que lo cedió al efecto y por la cercanía a la ciudad recientemente destruida.

Huelga decir que el resultado de la planificación convirtió a la Ciudad de Mendoza en una ciudad que hasta la actualidad se destaca del resto de las ciudades del país, por la prolijidad de sus calles y veredas, las plazas y por sobre todo la gran arboleda.

En solo tres años, Carlos González Pinto reordenó el trazado de la ciudad, la reconstruyó, acogió a los sobrevivientes del terremoto, los alimentó; ordenó las cuentas de la administración, construyo 72 escuelas, organizando la educación y trayendo maestras especializadas como lo fue Procesa Sarmiento de Lenoir, para mejorar la experiencia pedagógica.

Terminado su periodo de gobierno volvió a su actividad privada, reactivó la bodega, empezó a producir vinos de calidad con lo que logró obtener premios en concursos en Roma, en Rio de Janeiro, sus vinos tuvieron calidad internacional.

Hizo de Mendoza un lugar muy próspero que albergó a miles de inmigrantes, en especial de origen italiano que vinieron a hacer la América escapando de las guerras de unificación en Italia, y a ocupar el vacío que dejaron todos los fallecidos por el terremoto.

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