Sólo dos cosas son seguras, que nacemos y que morimos, en el mientras tanto está el eterno instante que es la vida, coloreada de incertidumbre, una de las emociones más difícil de gestionar, porque la sensación es que todo se tambalea a nuestro alrededor, parece que no hay de donde agarrarse. Especialmente en estos tiempos donde cada vez hay menos cosas seguras y estables.
¿Cómo podemos manejar toda esta incertidumbre?
Primero aceptando que la incertidumbre forma parte de nuestra existencia y que no podemos tener todo bajo control. Todo en la vida es incierto. El cambio es lo único seguro. Nuestros billones de células se regeneran constantemente para mantener los órganos y tejidos en perfecto estado. Hay células que se renuevan a diario, mientras que otras lo hacen una vez por mes, o incluso una vez en la vida. Aceptar que en muchos momentos sentimos miedo y que no podemos controlarlo todo.
El bloqueo mental nos impide hacer un mapa correcto sobre lo que nos preocupa.
No buscar culpables, ya que perdemos mucha energía necesaria para conectar con nuestras emociones, que es en dónde sí podemos realizar algún cambio.
La aceptación incondicional nos hace más sencillo establecer objetivos a corto plazo.
Activar nuestra mente placentera
¿Qué cosas nos producen placer? ¿Qué situaciones nos reconfortan? ¿Cuál aroma nos agrada? ¿Hemos probado caminar en la naturaleza descalzos?
Evitar las comprobaciones excesivas ¿es necesario estar cada media hora mirando las redes?
La incertidumbre puede ser un trampolín para acceder a una idea mayor. A sacar a la luz de nuestra creatividad. ¿Cuántos recursos tenemos que aún no hemos visto?
Un permanente crearse a uno mismo, volviendo al aquí y ahora, conectando con nuestro sentir.
Al despertarnos por la mañana, nos desperazamos, nos estiramos y respiramos con consciencia, Podemos registrar mentalmente las sensaciones y nuestros movimientos. Nos hacemos conscientes de cómo nos sentimos física y mentalmente.
Durante nuestro aseo personal nos vamos fijando en los pensamientos que van invadiendo nuestra mente: planes de lo que hemos de hacer, preocupaciones, si anticipamos posibles situaciones, o bien por el contrario traemos a nuestra mente alguna cosa que ocurrió y no conseguimos resolver o por el contrario alguna cosa del pasado que nos trae buenos recuerdos. Tenemos que volver a centrar nuestra atención en el presente: en la sensación del agua recorriendo nuestro cuerpo, en los sonidos y sensaciones que percibimos : la temperatura del agua, el tacto, el silencio…
Al comer saboreamos plenamente conscientes los alimentos que ingerimos. Pero podemos sentir gratitud hacia lo que tomamos y disfrutarlos como si fuera la primera vez que los probamos. Debemos dejamos llevar a nuestra conciencia todo el camino que han recorrido esos alimentos desde que fueron cultivados, los nutrientes de la tierra, el calor del sol, el agua y los cuidados de alguien que han permitido que crecieran hasta llegar a nuestras manos y sentidos.
Mientras caminamos al salir de casa y a lo largo del día, ¿sentimos los movimientos de nuestros pies?
Observamos nuestra postura global al caminar, los movimientos de nuestros brazos y piernas, pero también la briza en la cara, la luz del día o de la noche, acompañamos nuestros pasos con la respiración.
Valorar lo simple de la vida es un Don.
La autora es psicóloga con orientación en educación sexual.