En su mensaje del jueves, el Presidente Alberto Fernández hizo un nuevo llamado a la solidaridad de los argentinos para que este nuevo confinamiento de nueve días ayude a atenuar los efectos dramáticos de la pandemia, que se encuentra en su momento más acechante desde que se inició, en marzo del año pasado.
Lógicamente, los malos efectos que dejó la excesiva cuarentena de 2020 llevaron a que las medidas ahora aplicadas estén un poco más orientadas a lugares del país que ofrecen un panorama muy complicado en materia de contagios y muertes.
Sin embargo, son la gran mayoría, partiendo por los más poblados.
Pero por otro lado, no fue muy correcta, ni justa, la crítica del Presidente hacia quienes, supuestamente, no respetaron elementales medidas para que no se transmita el virus en el país.
El doctor Fernández sostuvo que no se cumplieron todas las medidas, o se tomaron en forma tardía.
También sostuvo que en algunos lugares hubo relajamiento entre quienes debieron velar por la aplicación de normas o que, directamente, no hubo controles.
¿Fue realmente así o en cada jurisdicción las autoridades lugareñas debieron flexibilizar decisiones para que la economía no se derrumbara totalmente?
¿O habrá querido referirse el jefe del Ejecutivo nacional, puntualmente, a gobernantes de otra orientación política?
Es que las diferencias con el gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, en manos de la oposición política, han llegado a un punto de tensión del que difícilmente vuelvan las partes.
El Presidente destacó en su mensaje al país que no pueden coexistir “24 estrategias simultáneas” habiendo “una sola pandemia”.
Sorprende esta apreciación o deja traslucir intenciones ocultas del doctor Fernández que, tal vez, ahora surgen en medio del caos imperante.
Porque siempre dijo, incluso mucho antes de la pandemia, que su intención era gobernar con los 24 gobernadores de provincias.
Pues, cogobernar en un sistema que se define federal, siempre en un contexto de emergencia como el actual, también significa consensuar ideas y permitir que cada jurisdicción acomode las normas de acuerdo a sus necesidades.
Es lo que hizo la provincia de Mendoza, por ejemplo, desde que el Ejecutivo provincial comenzó a proponer la reapertura económica local en base a estrictos protocolos y con el visto bueno de la Nación.
El presidente de la Nación hizo una muy breve referencia al tema de las vacunas, indispensable en estos momentos para que los argentinos puedan comenzar a mirar el horizonte con alivio y esperanza. No viene al caso machacar con el incumplimiento por parte del Gobierno con las promesas efectuadas, porque difícilmente se pueda hablar de un plan de vacunación cuando sólo se tiran estimaciones al voleo sobre la llegada de dosis que difícilmente se cumplen.
Es verdad que una de las pocas herramientas con las que cuenta el gobierno nacional para atenuar los efectos del coronavirus en su momento más crítico en el país es disminuyendo la circulación. Es una decisión lógica y debe ser respetada.
Pero lo que no se puede tolerar es que se pretenda suplir la ineficacia en el plano vacunatorio con la aplicación de las mismas medidas a las que se recurrió en exceso cuando las vacunas contra el Covid-19 estaban aún en experimentación.