Siempre me gusta comentar con aquellos a quienes les agradan las reflexiones lingüísticas acerca de cómo varían el valor y la consideración de las palabras a lo largo del tiempo. Algunas los empeoran en la medida en que varía el entorno sociocultural en que se utilizan, mientras que otros tienen un desarrollo meliorativo y son juzgados con un criterio más positivo por los hablantes de este siglo XXI.
Meditemos un poco acerca del término “trapo”: hasta hace unos veinte años, nos referíamos a un trapo para designar un pedazo de tela desechado: “A los niños les encantaba hurgar entre los trapos viejos de la abuela”. También, se usaba el vocablo para nombrar un paño de uso doméstico, destinado a secar, limpiar el polvo o quitar la suciedad. Etimológicamente, era el valor antiguo del término, derivado del latín tardío “drappus”, equivalente a “paño”.
Metafóricamente, se puede denigrar el modo de tratar a una persona si se dice que se lo mira como a un “trapo de piso”. También tiene una consideración negativa la expresión “hecho/a un trapo”, cuyo valor, igual al de “como un trapo”, equivale a “derrotado, deprimido, trastornado”; también, “desmadejado, muy cansado”.
Peor es la expresión “como a un trapo sucio”, que se utiliza, como locución adverbial coloquial, con el sentido de “despreciativamente, de modo humillante”: “Lo trató muy mal, como a un trapo sucio”. Una búsqueda en un repertorio de expresiones argentinas arroja la locución “pasar el trapo”, como equivalente a “pasar a retiro a un oficial o suboficial”; además, “desplazar a otro, eliminarlo de su puesto”.
De estos valores primigenios, saltamos ahora al uso coloquial en plural, “trapos”, como sinónimo de “prendas de vestir, especialmente de la mujer”, como al decir “Se gasta el sueldo en trapos”.
Valor positivo posee también la locución “a todo trapo”, equivalente a otra “a todo meter”, que significa “con gran ímpetu y vehemencia”: “Hizo una fiesta a todo trapo”. Esta misma expresión puede connotar coloquialmente “con todo lujo”: “Vive a todo trapo”.
Algunas frases nos resultan sorprendentes; así ocurre con “entrar al trapo”, que significa que se responde de modo irreflexivo a insinuaciones o provocaciones: “De a poco y sin querer, fue entrando al trapo”.
Persiste una antigua locución que sirve para indicar un grado extremo de pobreza o miseria; esa es “con una mano atrás y otra adelante” que se considera igual a “con un trapo atrás y otro adelante”: “Llegaron al país con un trapo atrás y otro adelante y lograron amasar una considerable fortuna”.
Cuando se desea arreglar privadamente aspectos enojosos de la vida personal, se dice que “se lavarán los trapos sucios”: “En el encuentro, lavaremos nuestros trapos sucios”; y cuando se reprende agriamente a una persona, con palabras ofensivas o enojosas, se usa “ponerlo como un trapo”: “Se fue llorando porque la pusieron como un trapo”.
La expresión bivalente en cuanto a su significado es “soltar alguien el trapo”, puesto que puede indicar tanto que se echa a llorar como a reír: “Tiene la sensibilidad a flor de piel y enseguida suelta el trapo”.
Resulta muy desagradable el hecho de echarle en cara a alguien sus faltas, sobre todo cuando, en medio de una riña, se las hace públicas; en ese caso, se dice que “se sacan los trapos (los trapitos) al sol”: “Enojados, se sacaron los trapitos al sol el uno al otro”. Esta expresión puede ser también “sacar los trapos sucios/todos los trapos a la colada/ los trapos a relucir”. Y si una persona ya no tiene valor alguno o ya no sirve para nada, se dice de ella que “es un trapo viejo”.
El vocablo “trapo” nos da el verbo “trapear”, que puede significar “fregar el suelo con un trapo o estropajo”, como en “Trapeó prolijamente todos los pisos”. Pero también puede equivaler a “insultar, reprender”, según el ejemplo “Lo trapeó a gusto”. Además, nos da “trapería” que puede señalar el conjunto de muchos trapos, pero también el sitio en donde, además de trapos, se venden otros objetos usados.
Y al que recoge trapos y comercia con ellos se lo denomina “trapero”, oficio que se extiende a otros elementos que, aunque en desuso, son reutilizables. Un trapero, además, retira a domicilio basuras y desechos. En cambio, el sustantivo “trapeador” no se aplica a una persona, sino al utensilio con que se limpia el suelo. Y un “trapito” es el limpiavidrios que, por una contribución pequeña y mientras el automovilista se detiene ante el semáforo, quita la suciedad del parabrisas.
Una expresión registrada en el diccionario, aunque no muy usada por nosotros es “trapitos de cristianar”, concepto por el cual se nombra la ropa más lucida que alguien tiene. Nosotros usamos más la forma “los mejores trapos”: “Se empilchó y se puso sus mejores trapos para la ocasión”.
Una visita al Diccionario de americanismos registra “estar en sus mismos trapos”, usado como equivalente a “mantener alguien el mismo peso”; también, “verse en trapos de cucaracha” significa “encontrarse alguien en aprietos o dificultades”.
En el sitio diccionarioargentino.com, dedicado en internet a palabras y modismos, hemos encontrado la locución “Aguantame los trapos”, en uso deportivo y en sentido amplio. En el primer caso, la locución alude a estar siempre con el equipo, tanto en los momentos fáciles como en los difíciles. Los trapos son las insignias o estandartes de un grupo deportivo, que se llevan siempre en alto. En la vida cotidiana, la misma locución equivale a “esperame” o “sosteneme algo” mientras se realiza otra acción.
Cerraremos la nota con algunos refranes “traperos”: “El que ha nacido para trapo, nunca llegará a ser toalla”. Con este pensamiento, se critica la desmesura de ambiciones; sin embargo, dejo a consideración de cada uno el juzgar si una meta más alta respecto de lo que se tiene no puede ser un acicate positivo en la búsqueda de la realización personal. Contenido también para pensar es el de “De un mal trapo, nunca un buen vestido”, afín al refrán anterior.