Es complicado por estos días sentirse orgulloso de la clase dirigente mendocina, la que incluye políticos y empresarios, entre otros. Las cifras de pobreza y desempleo que Los Andes viene publicando muestran un escenario dramático, claramente impactado por la pandemia, pero lo cierto es que aquí estamos, viendo cómo resolvemos problemas que no logramos sacar de la lista de pendientes.
Repasemos: en tres años, entre 2017 y 2020, más de 200 mil personas se sumaron a la población pobre, 185 por día, y ahora hay 451 mil personas en esa situación. El dato que debería interpelar a la política, pero siguen mintiendo, tuiteando y debatiendo taradeces, y a los empresarios también, es que en 1984 el 20% de los hogares mendocinos era pobre y ahora el porcentaje subió al 32%. ¿Qué hicieron? ¿De esto hay que sentirse orgulloso? A la Mendoza rica la hicieron pelota. ¿Toda la culpa la tiene el Covid? Lo más fácil es pensar que sí, pero puede haber impericia, además de la pandemia. Es que en 2019, la pobreza en Mendoza subió 8 puntos. Pasó del 30 al 38% de la población, sin coronavirus. Ahora está en el 44%, subió 6 puntos en 2020 con cuarentena, con la vitivinicultura funcionando a pleno.
Tenemos también 88.000 personas que se incorporaron a la lista de gente que tiene problemas de empleo, es decir están desocupados o subocupados. El total de gente en Mendoza que está en esa situación llega a 143.000 personas.
¿Y cuál es el plan? El Consejo Económico Ambiental y Social todavía no da a conocer los proyectos que se han presentado y tampoco sabemos qué dicen los referidos a pobreza. ¿Alguien sabrá qué esperan los que gestionan el Consejo para informarlos?
Los pobres y desocupados están en la peor situación: la de esperar que llegue alguna solución de fondo. Deberían tener un Excel con el nombre, dirección y necesidades de cada persona pobre y desocupada que hay en Mendoza.
También se podría aprovechar el debate para poner blanco sobre negro sobre las estrategias de recuperación económica, porque después vemos que crecimos, pero algunos problemas siguieron estando.
Es interesante un trabajo realizado en 2014 por Gaspar Cirrincione sobre las inversiones vitivinícolas en el Valle de Uco y su impacto en el desarrollo social y económico en su área de influencia.
“Los tupungatinos entrevistados en general, mantienen unanimidad en cuanto a que las inversiones extranjeras en vitivinicultura les han traído una mejora económica relativa para el departamento, pero no hay mayor empleo”, explica Cirrincione.
“Estas inversiones que llevan adelante estrategias empresariales como restaurantes, hoteles y actividades dentro de sus fincas, son demandantes de infraestructura para las cuales recurren al municipio, desvinculándose de la comunidad local. La atracción por invertir en Mendoza y especialmente en Tupungato, se relaciona principalmente con los recursos naturales, tierras y mano de obra barata. Estas inversiones son portadoras de tradición en la actividad, una marca fuerte y redes de comercialización, por lo cual no necesitan explotar la identidad del territorio tupungatino para valorizar sus productos”. Algo similar hacen los bodegueros nacionales que invierten en el Valle de Uco también; los motivan las misas cosas. Concluye diciendo que si bien la inversión vitivinícola actuó como herramienta de crecimiento económico para Tupungato, “colaboró de una manera exigua al desarrollo humano y social de su entorno”. A pesar del boom económico por las inversiones vitivinícolas, Tupungato hoy sólo tiene dos centros de salud más que en 2000.
¿Esto implica que no son importantes ni necesarias las inversiones extranjeras o las vitivinícolas?, para nada, deben venir. Pero lo que tenemos que tener claro es el modelo de desarrollo porque dan vergüenza los números de pobreza y desocupación.