Al atardecer del 19 de julio de 1940, la prensa local anunciaba el fallecimiento de monseñor José Aníbal Verdaguer Corominas (63).
Días antes, Los Andes titulaba que se encontraba agonizando después de una descompensación sufrida en Buenos Aires que obligó a trasladarlo en un avión sanitario hasta la provincia.
En 1939, cuando se encontraba visitando al Papa Pio XII (Eugenio Pacelli), la diabetes se descontroló y tuvieron que amputarle una de las piernas.
Esto no impidió que a su regreso siguiera visitando parroquias como le gustaba hacer.
Nacido en la finca “El Pino” de El Plumerillo en 1877, desarrolló un destacado ministerio presbiteral en distintas iglesias e instituciones de la diócesis de San Juan de Cuyo; en 1934 la bula papal Nobilis Argentinae Nationis, crea diez nuevas diócesis en el país, entre ellas la de Mendoza (que también tendría a su cargo el territorio de Neuquén).
El padre Verdaguer se consideró indigno e incapaz del cargo, no solamente por la diabetes que lo mortificaba sino sobre todo por su profunda humildad.
Llegó a escribirle al Nuncio Apostólico, explicándole las razones que le impedían aceptar la tarea, pero debió acceder si no Mendoza se quedaba sin diócesis.
Su lecho de muerte se encontraba en una habitación del flamante arzobispado en calle Catamarca, lo acompañaban sus familiares y un grupo de sacerdotes quienes le dieron la absolución.
Tras el deceso el cuerpo fue embalsamado. El vicario de la diócesis Cleto Zabalza se encargó de telegrafiar a las autoridades para anunciar la noticia. El vicepresidente Ramón Castillo (a cargo del Ejecutivo) decretó duelo nacional y honores fúnebres. El Senado nacional homenajeó a Verdaguer durante una sesión.
Destacaba por encima de su ministerio pastoral su labor intelectual de historiador. Entre los trabajos, figuran “Lecciones de Historia de Mendoza” e “Historia eclesiástica de Cuyo”.
Para escribir sus trabajos, se le autorizó investigar en los archivos de Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires y de Indias; también accedió a documentos escritos del fundador de Mendoza, Pedro del Castillo, facilitados por sus descendientes.
El gobernador de Mendoza, Rodolfo Corominas Segura, quien era primo hermano del obispo fallecido, se encontraba de viaje.
Aunque en la actualidad ya no se práctica, en la época era una costumbre muy común fotografiar cadáveres, funerales y los familiares durante el duelo. La primera evocación de una fotografía post mortem tuvo lugar después de la difusión del invento de Luis Daguerre. La primera intención que tiene este estilo de fotografía es del recuerdo y perpetuar la memoria del difunto.
Las fotografías post mortem de monseñor Verdaguer, lo muestran revestido de sus ornamentos episcopales: mitra en la cabeza, palio sobre el pecho, guantes en las manos y un rosario. Él había dispuesto en su testamento, que el anillo y báculo quedaran para su sucesor. Consideraba mucho más práctico que otro los siguiera usando. Tenía dos cálices, uno se lo legó al carismático sacerdote Pedro Arce y el otro a los Hermanos Maristas, que gracias a sus gestiones fundaron el reconocido colegio en 1917.
Las fotografías tomadas en el velatorio, permiten ver una cantidad de personas desfilando frente a la capilla ardiente. Así lo hicieron también delegaciones de otras provincias.
A la tarde del día siguiente, el féretro fue trasladado en una carroza tirada por seis caballos negros y otra más repleta de coronas de flores, hasta la Catedral de Loreto.
Lo acompañaba un casquete de la guardia civil, efectivos del RIM 16, comunidades religiosas, los integrantes de la Suprema Corte de Justicia, autoridades civiles y gran cantidad de personas, entre ellos los más humildes de la sociedad. En el trayecto la banda de música de la Policía interpretó la Marcha Fúnebre de Chopin.
El Concejo Deliberante de la Ciudad recibió una solicitud que pedía inhumar el cuerpo en la Catedral. El sector de la UCR opinó que se iba en contra de las normas de higiene, pero dio su voto a favor ya que era una costumbre que los prelados fueran sepultados en las iglesias catedrales.
Durante su obispado, monseñor Verdaguer bendijo la entrada del Arco Desaguadero y también introdujo la bendición de los frutos en los actos vendimiales. La primera fue en 1938 cuando bendijo una paila cargada de frutos en el parque San Martín.
El solemne funeral se realizó en la mañana del 22 de julio, luego de que se rezaran cinco responsos. La música estuvo a cargo de los coros de niños del Colegio Don Bosco y Maristas. No faltaron los oradores que destacaron sus virtudes. Se lo inhumó en el atrio de la catedral. En 1979 se reubicó su féretro y los de sus sucesores, monseñores Buteler y Maresma, en el sector izquierdo del presbiterio.
En la jornada posterior al entierro, Los Andes cerraba su crónica diciendo “Con la muerte del obispo de Mendoza (...) acaba de extinguirse una personalidad de extraordinario prestigio”.
Un mes después, la Junta de Estudios Históricos, de la cual monseñor Verdaguer había sido fundador y miembro de número, lo homenajeó en la Iglesia de San Francisco.
*El autor es Investigador Museo Verdaguer.