A 195 años del fallecimiento del coronel Félix Bogado

Respetado y admirado por sus pares, su desempeño le acreditó condecoraciones y ascensos llegando al grado de coronel de Caballería otorgado por el general Bolívar.

A 195 años del fallecimiento del coronel Félix Bogado
José Félix Bogado

En la noche del 31 de enero de 1813, a solo tres días del combate de San Lorenzo, el destino señero decidió que se conocieran dos hombres cuyas vidas se cruzarían para gloria del Regimiento de Granaderos a Caballo.

Aquel 3 febrero, habría de producirse el primer ensayo del regimiento, cuyo apabullante desempeño elevaría grandemente la moral de los patriotas y marcaría un perfil decisivo en la guerra por la independencia.

Un humilde joven llamado Félix Bogado, nacido en la entonces provincia del Paraguay, hijo de las misiones guaraníticas, que se ganaba la vida como lanchero recorriendo con su chalana las aguas del Paraná hasta el estuario del Plata, fue detenido por las fuerzas españolas ancladas frente al convento de San Carlos.

Los hispanos creyeron que era un espía al servicio de los patriotas.

El muchacho logró escaparse del barco de la escuadra realista donde estaba prisionero y nadando logró llegar a la orilla.

En esa oportunidad fue llevado ante la presencia del general San Martín, a quien le comentó sobre su detención y planes que escuchó de los jefes españoles. El mismo día se incorporó voluntariamente al Regimiento de Granaderos e inició una carrera militar impecable.

Valiente y honrado, aferrado al cumplimiento del deber, claro y terminante en asuntos de mando y acción, jamás concibió excesos. De mente sana, nunca tuvo ambiciones de poder, exhibiendo una autoridad moral intachable ante los demás. Respetado y admirado por sus pares, su desempeño le acreditó ascensos y condecoraciones, llegando al grado de coronel de Caballería otorgado por el general Bolívar. Ya era un benemérito en grado eminente.

La espada de este soldado de la libertad, brilló en la tercera Campaña del Alto Perú, luego de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, formando parte de los dos escuadrones de granaderos destinados a la misma y participando en cuatro acciones de guerra. La primera, luego de ser incorporado al Ejército de Los Andes, estuvo en el combate de Las Coimas, en una gloriosa acción donde el comandante Mariano Necochea con 80 hombres de la escolta del general San Martín y 30 granaderos, venció al enemigo compuesto de 400 hombres de caballería. Posteriormente fue herido en Chacabuco y actuó en Cancha Rayada, donde las fuerzas patriotas fueron sorprendidas, pero salvadas en gran parte por una inteligente estrategia del general Las Heras. En Maipú se lo vio a Bogado cargando con sus compañeros por el ala derecha llegando hasta las bocas de la artillería realista. En la campaña del sur de Chile fue parte de varias acciones y en lo mismo Talcahuano.

Formó parte de la empresa marítima al Perú integrando parte del cuadro de oficiales del Ejército Libertador. Participó en tres acciones de guerra ingresando luego con las fuerzas patriotas a Lima. Hizo la campaña de puertos intermedios. Su espada brilló en la batalla de Pichincha la que dio la libertad a Ecuador, y en las dos últimas batallas de la independencia, Junín y Ayacucho. El prestigio de los granaderos de San Martín se extendió por toda América y asombró grandemente al general Bolívar.

Luego de trece años transitando los caminos de la libertad, este ilustre granadero volvió a la Patria al mando de 78 camaradas del Regimiento, siete de ellos pertenecientes a la primera hora, que desde San Lorenzo a Ayacucho hicieron honor a la célebre frase de su creador: “de lo que son capaces mis granaderos, solo yo lo sé, habrá quien los iguale, dudo quien los supere”.

El día 13 de enero de 1826 arribaban a Buenos Aires, cansados de la prolongada marcha que los traía a la Patria, vistiendo ropas prestadas pero pletóricos de gloria. Era un hermoso día de radiante sol. Se formaron frente a la pirámide de mayo en solemne porte y el sargento trompa Miguel Chepoya, uno de los siete de la primera hora, ejecutó por última vez un toque de silencio en homenaje a todos los camaradas que regaron con su sangre el camino de la libertad. La tropa contuvo su aliento y los corazones vibraron de fervor patriótico. Llevaron las armas al cuartel del Retiro desde donde un día las tomaron y las depositaron en una caja de madera con una placa de bronce: “armas de los libertadores de Chile, Perú y Colombia”.

¡Cuánto honor! y ¡Cuanta gloria! para los hijos dilectos del Libertador.

Otros destinos militares le aguardaban en el país a este encumbrado oficial del Regimiento de Granaderos a Caballo por tres años más. La honrosa trayectoria de los siete granaderos que hicieron toda la campaña libertadora, inspiró la pluma de Leopoldo Lugones, en su “Canto a los Granaderos a Caballo” que cerraba su pensamiento en esta estrofa: “Con arrebato de horda va el corcel formidable/enredado en sus crines ruge el viento de Dios, /sobre el bosque de hierro vibra en llamas un sable, /que divide a lo lejos el firmamento en dos…”

El joven lanchero del Paraná, hijo de las misiones guaraníticas y cordón de honor como heroico defensor de la Nación, bajó al sepulcro un 21 de noviembre de 1829.

* Médico e historiador de la gesta sanmartiniana.

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