Latinbarómetro es el sondeo que se realiza en América Latina con frecuencia anual desde 1995 y muestra que hay una situación de insatisfacción en la región. El 27% dice que no tiene suficiente comida para alimentarse. Ello implica 5 puntos más que tres años atrás. Coincidentemente, los estudios de la FAO muestran la misma tendencia. En un extremo, responde de esta manera el 61% en Venezuela, en el otro, en Brasil sólo 13%. Sorprende que en un país como Argentina, que es el mayor exportador de alimentos per cápita del mundo, responda de esta manera el 25%, encontrándose entre El Salvador y México. En cuanto a la satisfacción con la economía, lo está sólo el 16% en el promedio de la región. En 2010, dicho porcentaje era del 30%. Esta caída de 14 puntos se entiende en el marco del freno de la recuperación económica que tuvo la región en la primera década del siglo. En 2003, sólo 16% estaba satisfecho con la economía y en 2006 como en 2010, dicho porcentaje alcanzó un máximo del 30%. El 47% afirma en 2018 que el ingreso que recibe no le alcanza. Venezuela es el caso peor, ya que 86% dice estar en esa situación, siendo el país de la región que más emigración ha tenido en los últimos años. El segundo es Honduras, país en el cual 59% dice que el ingreso no le alcanza, siendo el país del que salió la caravana que intenta ingresar a los EE.UU. desde México.
El apoyo a la democracia está bajando y ello tiene relación con la insatisfacción económica mencionada. Sólo 48% dice que la apoya en la región. Quienes más lo hacen están en Venezuela (75%), Costa Rica (63%), Uruguay (61%), Argentina (59%) y Chile (54%). El primero vive en un país autoritario que deviene en totalitario y ello explica que 3 cada 4 apoyen la democracia. Los cuatro siguientes, son los que están a la cabeza en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD. Ello muestra cierta correlación entre el mismo y el apoyo a la democracia. En el otro extremo, los menores niveles de apoyo se dan en El Salvador (28%), Guatemala (28%) y Honduras (34%). Son los tres países del "triángulo norte" de América Central, que tienen los niveles de criminalidad más altos de la región y están entre los ocho con más homicidios cada 100.000 habitantes del mundo. Pero con un nivel similar se encuentra Brasil donde sólo uno cada 3 apoya la democracia (34%) y México (38%). El primero está 14 puntos por debajo del promedio y el segundo 10. En ambos acaban de ganar las elecciones presidenciales candidatos de orientación populista, aunque de ideologías diferentes. Ello explica cómo en el caso brasileño, la fórmula ganadora está integrada por dos militares. A ello se agrega que quienes creen que se gobierna "para unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio" son el 79%. Los casos peores son Brasil, donde 90% piensa de esta manera y México, donde lo hace el 88%. Ello concurre a explicar porqué se han dado procesos de fuerte cambio político en ambos países con los recientes triunfos de Bolsonaro y López Obrador.
A la insatisfacción con la economía y el bajo apoyo a la democracia, se agrega la falta de confianza en las instituciones. Sólo 24% de los latinoamericanos confía en la justicia. Dicho porcentaje era del 36% a mediados de la primera década del siglo XXI. La mayor confianza en la justicia se da en Costa Rica (49%), Uruguay (39%) y Brasil (33%). Los dos primeros, son 2 de los 4 países que se encuentran al tope en el IDH. En el tercero, la justicia ha ganado valoración pública con el caso de corrupción conocido como "Lava Jato". En el otro extremo, la menor confianza está en El Salvador (14%), Nicaragua (15%), Perú (16%) y Venezuela (18%). El segundo y el cuarto sufren la crisis que implica la mencionada transformación de un régimen autoritario en totalitario y el tercero, enfrenta el mayor caso de corrupción en la justicia por lo menos de las últimas décadas.
En el caso del Congreso, confía en él sólo 21% en el promedio regional, es decir uno cada 5. La mayor confianza se registra en Uruguay (33%), Bolivia (28%), Costa Rica (26%) y Panamá (26%). Como en el caso anterior, el primero y el tercero están en las máximas calificaciones en el IDH. Por el contrario, la menor confianza se da en Perú (8%), El Salvador (10%), Brasil (12%) y Nicaragua (15%). La confianza en la justicia en Brasil es 19 puntos más que en el Congreso. Es que en este país, la gente ve a la primera a la cabeza de la lucha contra la corrupción y al segundo como partícipe de ella.
En cuanto a los partidos políticos, confía en ellos nada más que el 13%. La mayor confianza se da en Uruguay (21%), Paraguay (21%), Ecuador (18%) y Costa Rica (17%). El primero y el cuarto están entre los que mejor valoran también la justicia y el Congreso. En el otro extremo, en el Salvador y Brasil sólo 6% confía en los partidos políticos, en Perú 7% y en Nicaragua 10%, El caso brasileño de baja confianza en los partidos sirve para entender porqué ha ganado las presidenciales un candidato que representa la "anti-política".
La corrupción es un fenómeno relevante para entender la baja valorización de la democracia que se da en América Latina. Para el 65% está aumentando en la región. Quienes responden de esta manera son 87% en Venezuela, 77% en República Dominicana, 74% en México y 73% en Brasil. Cabe destacar que el tercero y el cuarto, son los dos países más grandes de América Latina, en los cuales acaban de ganar las presidenciales candidatos contrarios al sistema político tradicional. Los países en los cuales es menor el porcentaje de los que creen que la corrupción ha aumentado son Honduras (43%), Guatemala (51%), Ecuador (56%) y Argentina el mismo porcentaje.
Ante la pregunta de si se puede pagar el precio de cierto grado de corrupción siempre que se solucionen los problemas del país, 40% responde que sí. Los países donde se registran los porcentajes más altos son República Dominicana (56%), Honduras (56%), Panamá (50%) y Venezuela (46%). El país con porcentaje más bajo es Brasil, donde sólo uno cada cuatro, está de acuerdo con aceptar cierto grado de corrupción para que se solucionen los problemas del país. Ello confirma que el mencionado "Lava Jato" ha generado en la sociedad brasileña un fuerte estado de opinión contra la corrupción.