Dueño de una carrera ya hecha, con sus más y con sus menos pero como mínimo instalado entre los mejores boxeadores argentinos del siglo en curso, el chubutense Omar Andrés Narváez afronta 2017 estimulado por la legítima aspiración de alcanzar un logro inédito por estos lares: el tercer campeonato del mundo en sendas divisiones.
Por lo pronto, el veterano espadachín originario de Trelew prevé una eliminatoria cuyo eventual desenlace airoso permitiría que dispute el título gallo versión Federación Internacional de Boxeo en poder del británico Lee Haskins. Iba a ser el 13 de enero y sin embargo será en marzo próximo en Puerto Madryn la pelea a 12 rounds con el otro aspirante al número 1 y a su consabido rango de retador oficial, el puertorriqueño Emmanuel Rodríguez.
"Manny" Rodríguez supone una de las apariciones más destacadas que ofrece el boxeo boricua de estos días en la categoría de los 53 kilos y monedas: tiene 24 años, ostenta una foja de 15-0 con diez definiciones antes del límite y viene de superar la empinada cuesta de Alberto Guevara, un respetable peleador de Sinaloa.
De modo que para Narváez no será un trámite ni mucho menos vencer a Rodríguez y enfocarse en Haskins. Es más: desde cierta perspectiva asoma más peligroso el boricua que el monarca nacido en Bristol, Haskins, puesto que anda por los 33 años y pese a sus 34 triunfos deja entrever el hándicap de una dudosa resistencia al castigo: sus tres derrotas han sido de forma expeditiva.
Narváez, es cosa bien sabida, amén de su talento natural se ha destacado por su sentido profesional en el gimnasio y su siempre renovada alegría juvenil arriba del ring.
De otro modo no se explica que lleve 16 temporadas en el boxeo profesional y 31 peleas de campeonato del mundo, que transite hacia los 42 años de edad que cumplirá el 10 de julio y sin embargo persista en la huella con la convicción de que todavía tiene bastante para decir en el primer nivel o por lo menos en el nivel de un campeón o retador, sea en la organización que fuere.
Por cierto: la FIB no es hoy lo que fue en su momento, en un hipotético escalafón estaría detrás de la Organización Mundial de Boxeo, del Consejo Mundial de Boxeo y de la Asociación Mundial de Boxeo, pero en todo caso no deja de integrar el póker de las organizaciones a las que se les reconoce una parcela de seriedad en tiempos de singular confusión acerca de quién es quién, de quién es el mejor de cada división, de quién ostenta valores reales y quién es el producto final de una campaña armada a base de éxitos en el segundo e incluso en el tercer nivel.
Dos son, amén de Rodríguez y Haskins, los principales enemigos de Narváez en su cruzada por campeonato del mundo de peso gallo: la edad y un kilaje que ya le pasó una amarga cuenta cuando perdió el invicto a manos del filipino Nonino Donaire.
Narváez es mosca o supermosca, en las dos categorías reinó y he ahí, en gallo, a primera mirada su límite, lo cual no quiere decir, ni por asomo, que vaya a resultar imposible que alcance la triple corona que en otras circunstancias tal vez hubiera estado al alcance de los dos más grandes boxeadores argentinos de las divisiones pequeñas: el mendocino Pascualito Pérez y el cordobés Santos Laciar.
Pérez no tuvo a mano el peso mínimo, ni el minimosca, ni el supermosca, que no existían, en tanto Laciar ni siquiera intentó entre los gallos. Narváez, en cambio, sueña con ser un pibe glorioso a los 42.