A los 50 años de edad, cumplidos el pasado 8 de diciembre (8-12-62), lejos de los escenarios de otrora, cuando entre 1976 a 1996 sobresalió por su buen juego, alta técnica y su espíritu ganador desde su función ideal, que era la de central, aunque también rendía con igual eficiencia en otras posiciones, además de su seguro y fuerte saque, Olga Zulema Chamizo conserva la juvenil mirada, espontánea sonrisa y cordial simpatía de sus dorados tiempos de jugadora, en que se convirtió en una de las grandes referentes del historial del voleibol femenino en la provincia.
Se recuerda que en sus comienzos, con su pelo suelto y enrulado, ojos vivaces y expresivo rostro, ágil y dinámica cuando iba a la red a devolver una pelota o rematar una jugada, parecía una burbuja por su forma de ser, frescura interior, chispa inagotable, buen humor y esa manera de ser que a diario transmitía y que todavía prolonga agradecida de la vida y del deporte.
Como que alguna vez llegó a ser una de las recordadas “brujitas” en aquel victorioso equipo del Club Mendoza de Regatas, que se conoció como “Las Brujas”, y que en febrero de 1986 en la ciudad de San Nicolás se consagró campeón invicto de la Segunda Copa Argentina de Clubes Campeones de Voleibol Femenino. Olga evoca aquellos felices momentos y también sus inicios en una actividad que la marcó para siempre desde su misma juventud y que la llevó a jugar y a triunfar en la exigente Liga Italiana de los ‘90.
Comenta que creció a la par de su hermana Graciela del Pilar, que todavía reside en España con su esposo Marcelo Horacio Palomino, aquella gran estrella del voleibol masculino, 14 meses mayor, con quien compartió el ciclo primario en la escuela Juan Agustín Maza hasta tercer grado y luego en la escuela Carlos Norberto Vergara de la Sexta Sección y el secundario en la Escuela de Comercio Manuel Belgrano, donde ambas egresaron con el título de perito mercantil.
También cuenta que con Estela Illañez que era una entrañable amiga de la infancia, compinche y confidente, quien vivía en la esquina de su casa en Uruguay y Paso de los Andes, como eran socias del club Regatas pasaban largas horas en sus instalaciones sólo con la intención de entretenerse y pasarla lo mejor posible, hasta que llegó la advertencia de sus padres: “O practican algún deporte en serio o dejan de ir”.
Después de intentar en la natación, el remo y el basquetbol, las tres se inclinaron definitivamente por el voleibol. Desde aquel primer día Olga sumó brillo y prestigio bajo la mirada protectora y los buenos y permanentes consejos de Luis Salmoiraghi, su primer maestro, al que se conocía como “Gilo” y al que recuerda con especial cariño.
En 1976 fue elegida como la mejor jugadora de la categoría cadetas “B” (hasta 14 años) y en 1979 fue convocada a la Selección Juvenil de Mendoza (15 a 18 años) que obtuvo el segundo puesto en el Campeonato Argentino Juvenil desarrollado en Salta.
Esa misma temporada, ahora bajo la dirección de Ángel Lombardero, otro entrenador que influyó de manera muy positiva en su rendimiento, que había llegado desde Buenos Aires a la entidad del Parque, para transmitir todos sus conocimientos y amplia experiencia, integró junto a Gabriela y Marité Silveyra, Patricia Sanzoni y Estela Illañez, entre otras el conjunto de Regatas que logró el título de campeón juvenil.
En 1980 tuvo el alto honor, como siempre ha reconocido, de pasar a la Primera división, donde alcanzó a jugar con Elena Parodi, la Cachorra Graciela Sevilla, Laura Soria y Coqui Femenía, que eran las grandes figuras en esos tiempos, quienes le aportaron mucho no sólo a ella sino también a todo el grupo.
Confirmando sus notables aptitudes, en 1981 recibió el Huarpe del Círculo de Periodistas Deportivos que la distinguió como la mejor expresión del año. Entre 1982 a 1990 vivió su etapa de mayor esplendor en la época en que con un crecimiento permanente, una gran constancia, una voluntad de hierro y una incuestionable superioridad, Regatas logró quebrar la hegemonía de Cepada, que entre fines de los ‘70 y comienzos de los ‘80 había logrado nueve títulos de manera consecutiva.
A comienzos de la década del ‘90, su excelente nivel y alto rendimiento la llevó a Europa, donde completó cinco temporadas en la Liga Italiana, la más exigente de entonces: 1990-1991, Gallico (Reggio Calabria), Serie B-1; 1992-1993, Maglie (Lecce), Series B-2 y B-1 y 1994, Castrovilari (Cosenza), Serie C-1. A su regreso a Mendoza, en 1995, jugó nuevamente en Regatas.
Inolvidable
En un artículo pleno de nostalgia de marzo de 2010, cuando Más Deportes reunió a “Las Brujas” para una producción color con el marco del Lago del Parque a sus espaldas, Olga le contaba a nuestro diario:
“A fines de los ‘70 y comienzos de los ‘80 no le podíamos ganar a Cepada, que logró nueve títulos consecutivos. Llegábamos a cada final muy bien preparadas en lo físico y en lo táctico, pero estábamos muy mal de la cabeza, como si cada vez fuera más grande el complejo de tener que enfrentarlas en un partido decisivo.
No le encontrábamos otra explicación porque perdíamos una y otra vez y como se dice en la jerga del fútbol, nos ganaban con la camiseta. Para revertir esa situación entrenábamos muy fuerte y en horarios poco habituales, generalmente tres veces al día, porque muchas de nosotras teníamos que trabajar, como en mi situación personal, y otras chicas estudiaban.
Salíamos a correr a las seis de la mañana y nos reuníamos a entrenar a la una de la tarde y a las once de la noche. Semana por medio viajábamos primero a San Juan y después a Córdoba para enfrentar a rivales más exigentes, porque queríamos superarnos y ser las mejores. La verdad es que le poníamos mucho esfuerzo, todo el empeño posible a lo que hacíamos. Cuando el profesor Negri regresó al club con toda su energía y personalidad ganadora terminó por convencernos:
‘Vamos, chicas, vamos que ustedes pueden, esta vez lo van a lograr’. Al derrotar a Cepada, que era lo que nos habíamos propuesto logramos el título provincial y nos clasificamos para el Regional, donde, en la etapa decisiva le ganamos a Universidad de San Juan, 3 a 1, y aunque perdimos frente a General Paz Juniors de Córdoba, 3 a 2, ocupamos una de las dos plazas de la Región Centro-Cuyo para el Argentino que se desarrolló en San Nicolás. Aquello resultó inolvidable porque llegamos a la final, donde superamos 3 a 2, a Gimnasia y Esgrima de Entre Ríos, en un partido tan vibrante como emotivo.
De ese modo sacamos el pasaje para el Sudamericano de Clubes Campeones que se jugó en La Paz, Bolivia, donde quedamos terceras detrás de las brasileñas de Pirelli y de las peruanas del Power, que eran las dos máximas potencias del voleibol sudamericano en esos tiempos. Igualmente cumplimos un excelente papel con triunfos sobre El Cedro de Paraguay, 3 a 0, Universidad de Chile, 3 a 0, y San Antonio de Bolivia, 3 a 1”.
Olga nombra con admiración y afecto a las campeonas de San Nicolás, con las que compartió un hecho histórico, único y conmovedor: su hermana Graciela del Pilar Chamizo, Gabriela Silveyra, María Cecilia Guevara, Fanny Leticia Guevara, Rosana Capredoni, Mirta Elena Sánchez, Liliana Nazar, Alejandra Gil, Pamela Mercado, Gabriela Moyano y Mónica Marcela Alejandra Loffredo, a las que se incorporaron como refuerzos para el Sudamericano, María Florencia Procopio y Silvana Caballero, provenientes de GER. Además del cuerpo técnico integrado por el profesor Miguel Angel Negri, profesor Carlos Landaburu (preparador físico), doctor Armando Calleti (médico) y profesor Luis Gidilberto Rodríguez Nievas, en distintas tareas de recuperación por lesiones. Olga también recuerda el paso de Sergio Ventura como DT.
En 1996 fue campeona de maxi voley con el equipo de Maxi Club, que se formó con ex jugadoras de Regatas, como Gabriela Silveyra, su prima Cecilia, Yuya Torres, Silvina Orsini, Claudia Redondo y Marisa Gil, con apoyo de Juana Manucha Gallego. Olga se retiró definitivamente de la actividad en 1997.