Ochenta vuelos del Cóndor

Ernesto Contreras, el máximo ídolo del ciclismo local, quien se “cansó” de ganar títulos a nivel nacional, mañana festeja el octogésimo aniversario de su nacimiento.

Ochenta vuelos del Cóndor

“Nací en Medrano, una zona que es parte tanto de Rivadavia como de Junín. A nosotros nos anotaron en Junín, vivíamos en una casa sobre lo que es hoy la calle Lemos, a unos 500 metros de la calle principal, La Legua, que une Palmira con el dique Benegas. Crecimos en el campo; el vecino más cercano estaba a unos 300 metros y el pueblo está cuatro kilómetros”.

“Mi infancia fue como la de todo niño de aquel entonces que vivía en la zona rural. Jugábamos a la pelota en los momentos que teníamos libres, porque en aquella época, además de ir a la escuela, trabajábamos en la viña, en las plantaciones. Fui a dos escuelas, en los primeros años a la Nacional 1480: primero, segundo, tercero y cuarto grado. Y los tres últimos años cursé en la escuela del pueblo de Medrano, en la Isaac Melchor Echeverría”.

“Mi papá era capataz de finca. Estábamos en los viñedos, en los potreros. Con siete años ya trabajaba, medio día en la chacra y medio día en la escuela, era la realidad de la zona, era normal. Hoy uno se imagina que en esta época lo hubieran metido preso a mi padre por hacerme trabajar a mí y a mis hermanos. Éramos siete,y mis padres. Es decir que había que trabajar. Pero nunca nos faltó un trapo, un plato de comida, y lo que consumíamos para alimentarnos, el 80 por ciento lo producíamos nosotros, teníamos tierra para cultivar”.

“Pasaron dos acontecimientos decisivos para mi futuro como corredor: cerraron la canchita de fútbol donde jugábamos desde niños y Rodolfo, mi hermano mayor, se fue por unos meses a hacer el servicio militar, dejando su bicicleta vacante.

Estos eventos me dieron una gran oportunidad porque me permitieron desarrollar un sentimiento muy profundo por el ciclismo. En ese entonces, luego de trabajar, con un grupo de seis salíamos de noche a recorrer las calles. Hacíamos una distancia de más o menos 30 kilómetros, desde La Legua hasta el puente del dique Benegas. Así era nuestro entrenamiento”,

Ganó su primer título en 56, y fueron 12 en total en su brillante trayectoria deportiva - los 8 seguidos de persecución individual sobre 4.000 metros entre 1956 y 1963; los 3 de resistencia, distancia de 120 km. contra reloj: 1959 en Santa Rosa, La Pampa, sub-campeón René Simionatto a tan solo 3 segundos; 1970 nuevamente en Santa Rosa, La Pampa, sub-campeón Gerardo Cavallieri y 1971 en San Rafael, Mendoza, sub-campeón Carlos Miguel Alvarez a 46 segundos y 1 en kilómetro con partida detenida, recorrido de 1.000 metros en 1961 y la seguidilla de campeonatos se convirtió en una marca histórica que se mantuvo durante años y que recién pudo quebrar el marplatense Juan Esteban Curuchet entre 1985 y 2009, con 16 coronas nacionales”.

La brillante trayectoria de Contreras lo llevó a intervenir en tres Juegos Olímpicos, por lo que es el deportista mendocino con más participaciones: Roma, 1960, 5to. en persecución por equipos, eliminado por Italia en cuartos de final, con Alberto Trillo, Héctor Acosta y Juan Brotto: Tokio, 1964, 8vo. en persecución por equipos, derrotas frente a Italia y Australia, con Alberto Trillo, Juan Alberto Merlos y Carlos Miguel Alvarez y México, 1968, noveno en persecución por equipos, eliminado por Italia en octavos de final, con Juan Alberto Merlos, Carlos Miguel Alvarez y Juan Alves. Después Contreras junto a Merlos, Alvarez y Roberto Breppe tomaron parte en la prueba de los 100 km. contrarreloj en ruta donde terminaron séptimos.

Ernesto siempre se lamentó: “nunca pude correr la prueba individual de ruta en los Juegos Olímpicos. Creía que la gran oportunidad la iba a tener en México, porque me había aclimatado muy bien, me sentía entero físicamente y el terreno en cierta manera me favorecía, porque era muy duro y exigente. Sin embargo quedé afuera y nunca dije nada ni protesté porque siempre fui muy respetuoso de las decisiones técnicas y de mis compañeros”.

La gente de Medrano me apoyó siempre. Mi papá, que venía de Palmira, era un hombre muy respetado de la zona, era una familia de trabajo que no estaba ligada al deporte, es decir que en mi casa no tuve influencia deportiva. Me acuerdo de todo.

Cuando salí campeón nacional en octubre de ‘56, el tren que paraba en Palmira, no sé por qué pero me llevó a Mendoza y me fueron a buscar de Medrano a la estación de acá en una camionetita”.

Cuando empecé a correr no conocía la ciudad de Mendoza, vivíamos allá y allá estábamos siempre. Y así fue hasta los 25 años, de ahí pasé a Palmira, 1961, cuando me casé nos mudamos a Palmira y en el '67 nos vinimos a Godoy Cruz.

“Ernesto Contreras: El Campeón de la Bicicleta Prestada” fue el llamativo título de una nota publicada por la revista El Gráfico en marzo de 1964, autoría del periodista Ernesto Cherquis Bialo, cuando el querido y respetado Negro ya vivía en Palmira - donde se había casado con quien fue siempre su eterna y leal compañera - Marta Martínez -la que le regaló tres hermosos hijos: Ernesto Walter, Omar Alejandro y María Laura, todos relacionados con el deporte de modo especial Omar que llegó a ser su auténtico heredero- y en la que Contreras contaba que había ganado el título de Trenque Lauquen con una bicicleta prestada, que le había facilitado su amigo el “Chueco” Enrique Pérez que también era corredor federado en Mendoza.

Mi señora, Marta Martínez también es de Medrano; cumplimos 54 años de casados en diciembre. Ella vivía en el pueblo, pero después se vinieron a trabajar a unas fincas cercanas y ahí nos conocimos. El padre me acompañó mucho tiempo en las carreras y ahí aproveché la ocasión. Hemos tenido la suerte que en los pueblos nos conocemos todos.

“Mi juventud prácticamente fue ciclismo, ciclismo y ciclismo; corrí 23 años consecutivos y me dedique a la vida en familia ya en la ciudad. Pero he sido reconocido, en el pueblo hay una calle de un barrio que lleva el nombre de Ernesto Contreras. Hace un tiempo me dijeron que la calle La Legua iba a llevar mi nombre, pero todo quedó en promesas. Allí en esa calle había una finca de un señor que me conocían de niño y cuando pasaba entrenado, tenía listo un racimo de uva”.

Aprendí de grande a andar en bicicleta, a los 14 años. En la casa había cinco; eran de mis hermanos y de mi padre.  En ese entonces me surgió la inquietud de conocer el Calvario, en Carrodilla. Pero antes el camino más corto a la ciudad por Barrancas prácticamente era una huella, no se podía transitar bien. Por eso había que ir por Palmira y desde allí a Mendoza o a Godoy Cruz, en este caso, hasta el Calvario. Salimos de Medrano, pasamos Palmira y cuando llegué a San Roque me tenían que venir esperando. Todavía no estaba para hacer un gran esfuerzo, me enojaba con mi hermano porque no me esperaba. Y en realidad era que yo no iba al ritmo de él. Entonces allí empezamos a entrenar a andar más en bicicleta. Mi hermano comenzó a correr las primeras carreras que eran organizadas por las uniones vecinales, que eran quienes hacían algo por la comunidad”.

“Hace 30 años, cuando ya había dejado de competir, me invitaron a una iglesia en Palmira. Fui y me gustó mucho. Quedé tan encantado con lo que viví y sentí, que seguí yendo. Al poco tiempo fui nombrado pastor. A partir de ahí me di cuenta que yo sabía de Dios, pero no lo había conocido”.

“Me hubiera gustado empezar con esto antes, pero Dios me eligió en el momento que tenía que ser. Conocerlo me cambió la vida y fue lo mejor que me pasó. No fue un proceso sencillo, se experimentan muchas cosas mientras uno se va transformando”.

“El Cruce de los Andes consistía en unir dos naciones a través del ciclismo, pasando y venciendo la montaña. Todo con una bicicleta de carrera, nada de mountain bike. En ese momento, sólo el 10% de la ruta estaba asfaltada de los más de 200 kilómetros que nos separaban de Chile, y las bicicletas pesaban entre 12 y 13 kilogramos. Hoy hay bicicletas que pesan menos de seis kilogramos”,

“Nadie fue profeta en su tierra. Recién cuando comenzaron los Cruce de Los Andes, la gente empezó a apoyarme. Era una experiencia realmente auténtica, que despertaba mucha pasión. A partir de estos cruces hubo un antes y un después en el ciclismo. Las carreras convocaban masivamente a la gente y a las familias. Los hijos acompañaban a sus padres y se interesaban por el ciclismo. Recuerdo que en una oportunidad, en el ‘68, hubo una carrera en la que se formó un cordón de gente desde Cacheuta hasta Emilio Civit”.

El periodista mendocino Félix Suárez describe ese impresionante suceso del siguiente modo: “En una mañana destemplada de domingo, vestida de invierno, algo fría, con viento y llovizna, nace en la ciudad de Trenque Lauquen, Buenos Aires, el referente más grande del ciclismo mendocino. El Cóndor Mendocino superó, con un tiempo de 5m18s, el registro de los olímpicos Pedro Salas (5m 24s 4/10), quien defendía su título de Alberto Ferreyra y Héctor Acosta. Estos últimos, seleccionados para los Juegos de Melbourne, Australia”.

“Yo trabajaba y corría. Fui contratista, estuve en el Ferrocarril, en empresas conserveras. Estuve en la cervecería. Yo ganaba un Cruce de Los Andes y al otro día tenía que presentarme a trabajar. El ciclismo no me dio dinero. La plata que ganaba la ahorraba para los viajes. Cuando fui a Europa, el presidente de la Federación Ciclista Mendocina fue a pedir que me conservarán el trabajo. Porque me iba un mes”.

Fue 3 veces tapas de El Gráfico. Lo que no era muy común para un deportista del interior y especialmente siendo ciclista. “había que ganarselas”, dijo alguna vez el Cóndor.

El Velódromo Provincial, inaugurado en 1994, lleva su nombre desde 1997. “La verdad que es un homenaje que no esperaba en vida”.

En octubre de 2003, Ernesto Contreras se adueñó del cielo precordillerano en un homenaje que le brindó el club de parapentistas Vuelo Libre. Tras el aterrizaje, Ernesto tenía la expresión de un chico que acaba de recibir un regalo. “Esto no se compara con nada”, dijo.

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