Lejos, muy lejos quedaron los días de los años 90 en los que el entonces presidente
Carlos Menem
(1989-99) disfrutaba a pleno del poder y ahora solo atesora fueros como senador que le permitirán no ir preso tras ser condenado por contrabando agravado de armas a Ecuador y Croacia durante su mandato.
Menem, de 82 años, no estuvo en la sala del tribunal de Casación que lo condenó este viernes, aunque tampoco se lo ve en las sesiones del Senado, sumido en un ostracismo que contrasta con su antigua imagen de un 'winner' seductor y carismático que le dedicaba más tiempo a recibir a luminarias internacionales que a la gestión gubernamental.
Sin embargo, durante su década de mandato dejó una profunda huella por haber aplicado a rajatabla una política de mercado que le valió el aplauso del Fondo Monetario Internacional, contraria a la doctrina clásica del peronismo.
Así fue como privatizó la gran mayoría de las empresas públicas --hoy de regreso en la órbita estatal con otro gobierno peronista-- y dispuso un tipo de cambio en paridad con el dólar, un esquema que explotó en 2001 generando la peor crisis económica en la historia del país.
Senador con mandato hasta 2017, tampoco le apasiona el sitio donde se aprueban las leyes de la Nación: en 2012 presentó solo dos proyectos, uno de ellos, solicitando que se evalúe la posibilidad de otorgar un subsidio a la escuela argentina tae kwondo.
Menem estuvo en prisión domiciliaria en 2001 por el mismo delito por el que fue condenado este viernes, pero salió en libertad semanas después por decisión de la entonces Corte Suprema de Justicia, una aliada inestimable para el exmandatario.
No se dio por vencido y pese al desprestigio por las denuncias de corrupción en su contra, Menem ganó la primera vuelta electoral en 2003 con 24% de los votos, contra 22% de
Néstor Kirchner
, pero no se presentó a la segunda vuelta electoral porque olfateaba una avalancha de sufragios para su rival, quien finalmente asumió el poder hasta 2007.
Luego saltó al Senado, su refugio para evitar que alguno de la decena de juicios en su contra lo llevaran a prisión, entre ellos uno por encubrimiento por el atentado contra la mutual judía AMIA en 1994, que dejó 85 muertos.
En los 90, época de su apogeo, fue artífice de un modo de socializar bautizado como 'pizza con champagne', una mezcla entre ordinario y nuevo rico que rechazaba la austeridad y exhibía un ostentoso estilo de vida, cuyo simil contemporáneo podría ser Silvio Berlusconi en Italia.
Por aquellos tiempos, la residencia presidencial tenía las puertas abiertas a la farándula y recibía a la brasileña
Xuxa
, la modelo alemana
Claudia Schiffer
, los británicos
Rolling Stones
, el mexicano
Luis Miguel
y los estadounidenses
Michael Jackson y Madonna
.
Lejos parecen haber quedado los días en que a bordo de una flamante
Ferrari roja
recorrió en menos de tres horas el trayecto entre Buenos Aires y la ciudad atlántica de Pinamar, vulnerando las normas de tránsito en los más de 400 km de recorrido.
Enjuto y silencioso, la imagen actual del expresidente tiene poco que ver con la del seductor empedernido de los 90, cuando se lo definía como una combinación de Don Juan, playboy, místico, apostador fuerte, conductor de automóviles y aviones y jugador de fútbol, básquetbol, tenis y golf.