El equipo alemán, como muchos preveíamos, sorteó la primera fase y los octavos sin mayores inconvenientes y ya está en cuartos de final. Lo curioso es que la formación de Joachim Löw para este Mundial carece del delantero de área tan típico de las históricas formaciones del combinado teutón.
La consolidación de Thomas Müller como delantero goleador, más allá de que no es su puesto natural, sumado al acompañamiento de otros volantes con llegada y gol como Mario Götze, Mesut Özil, Toni Kroos o André Schürrle, permite a Alemania el lujo de dejar en el banco a Miroslav Klose, uno de los máximos anotadores en la historia de los mundiales junto al brasileño Ronaldo.
Uwe Seller, Gerd Müller, Karl-Heinz Rummenigge, Rudi Völler y Jürgen Klinsmann, todos centrodelanteros históricos, se encolumnan detrás de Franz Beckenbauer como las mayores glorias de la escuadra alemana y configuran el estereotipo del atacante germano, pero esto parece importarle poco a un Löw que, curiosamente, también fue delantero en su época como jugador.
Hasta el momento, los cuatro goles de Müller en el Mundial parecen darle la razón al planteo del entrenador, pero sólo el jugador del Bayern Munich ha demostrado continuidad a la hora de vencer la red contraria ya que, hasta el momento, los cinco tantos restantes de Alemania fueron convertidos por cinco jugadores distintos.
La contundencia goleadora demostrada ante Portugal en la primera fecha no se reeditó en los partidos posteriores y ahora enfrentará a Francia en cuartos de final, sin dudas, el primer rival de su talla que tendrá en la Copa del Mundo.
La instancia, el contrincante y, quizás, una novedosa "Müller-dependencia", obligan a Joachim Löw a mirar su banco de suplentes y renovarle credenciales al oportunista Klose o al potente Podolski.
Pero sobre todo se ve obligado a respetar el manual alemán de la eficacia. Tres conquistas mundiales y cuatro subcampeonatos lo avalan, ¿no?