Obama y el Golpe

El presidente de los EEUU prometió desclasificar los archivos de la dictadura en nuestro país. Además vino de Cuba, pero a pesar de todo eso, los que se creen dueños de la verdad repudiaron su visita.

Obama y el Golpe

Por Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. Especial para  Los Andes

En cuarenta años el mundo ha cambiado demasiado. En aquellos tiempos los que daban el Golpe se imaginaban ser “la reserva de Occidente” y tan solo estaban engendrando un genocidio que les permitía un triunfo militar y era esencialmente la expresión de su derrota definitiva. Los que cometieron la atrocidad de hacer desaparecer a sus enemigos, terminaron como el supuesto inventor de la guillotina, borrados de la historia de la que se quisieron sentir sus forjadores. Y enfrentaban a una violencia guerrillera que apostaba a un mundo socialista sin imaginar siquiera que el capitalismo terminaría siendo el único triunfador. Cuarenta años y de aquellos debates sobre el futuro ninguno terminó acertando. Demasiadas vidas entregadas para tanta equivocación política.

Los de hace cuarenta años atrás fueron tiempos en que la violencia nos invadía tanto en manos de los revolucionarios como de los represores. Alguien quiso explicar todo a través de una conclusión simple: dado que la dictadura fue genocida, la guerrilla está fuera de discusión. Y siempre me preocupo en aclarar que el hecho de que la dictadura haya sido nefasta no implica que la guerrilla haya sido lúcida, ni siquiera digna Lo cierto es que los hermanos uruguayos tuvieron en su violencia una autocrítica, y aquellos mismos luchadores que sufrieron persecución, cárcel y muerte, ese mismo grupo se convirtió en un partido y un gobierno capaz de pacificar a su país.

Muy distinta es nuestra experiencia, donde los deudos, Madres y Abuelas, ocupan el lugar que dejó libre la conducción de aquella guerrilla que no tiene casi nada que aportar. Y un ejemplo concreto es que se le solicita abrir sus archivos a los EEUU, a la Iglesia, y pareciera que la guerrilla no tuviera ninguna responsabilidad en esa historia, ninguna zona oscura para develar. Desde ya que no había dos demonios pero sí dos actores, y hay uno de ellos que todavía nos debe una explicación.

Y cuarenta años después, el presidente de los Estados Unidos es Obama y viene de Cuba, de aquella isla que exportaba revoluciones para expandir un modelo que ni siquiera ellos fueron capaces de sostener. La violencia tenía en Cuba un foco desde el cual se la irradiaba, el marxismo se presentaba como el seguro ocupante del mundo, nadie imaginaba la caída del Muro de Berlín ni mucho menos que China se convirtiera al capitalismo.

Parecía imposible, pero el materialismo marxista terminó derrotado por el Santo Padre y el capitalismo imperial.

Suelo comer algún asado con un compañero entrañable que recibió su primera formación militar en China, en los tiempos en que también el compañero Mao se ocupaba de expandir la revolución. Fueron miles los que recibieron formación militar para una guerra que no tenía ninguna posibilidad de triunfo. El general Perón les dijo varias veces, “ninguna guerrilla está en condiciones de vencer a un ejército regular”.

Muchos, demasiados, creyeron que la democracia era reformista y la violencia el camino único a la revolución. Pasaron cuarenta años, es tiempo de revisar aquel pasado; con poner todas las culpas afuera ya no alcanza.

Si hay algo que Perón entendió en su tiempo fue que nuestro lugar a ocupar era “ni yanqui ni marxista”, y la historia le dio la razón. En aquella confrontación de imperios la izquierda apostaba al avance invencible del marxismo y la derecha, a copiar el modelo de los EEUU. Pasados los años, queda claro que cada quien debe elegir su modelo. Ni los proletarios del mundo se unieron para hacer la revolución ni la mano invisible del mercado nos derramó sus riquezas. El siglo pasado pareció ser el tiempo de las ideologías y terminó siendo el tiempo de las naciones o, mejor dicho, de las culturas.

La visita del presidente de los Estados Unidos es importante, pero mucho más evaluando que Cuba fue su destino anterior. La democracia capitalista pudo buscar en cada sociedad su modelo, tuvo la elasticidad necesaria para ir adaptándose a los cambios. El comunismo terminó prisionero del poder personal, del peor autoritarismo. Y en esos rumbos, Venezuela y nosotros ensayamos la teoría del antiimperialismo para justificar el autoritarismo y las limitaciones a la libertad. El kirchnerismo, que se imaginaba eterno, se disuelve sin siquiera dejarnos otra cosa que escasos logros y demasiados espacios ligados a la corrupción.

Hay algo que define la inmadurez, tanto de los individuos como de los pueblos, y es la actitud de no asumir los propios errores, de vivir descargando las responsabilidades en los demás. Nuestras frustraciones no son el amargo fruto del imperialismo, son el resultado no querido de la manera en que nos relacionamos con el futuro, en que resolvemos nuestros propios problemas.

Estamos transitando un difícil momento; sabemos que recuperamos la democracia pero ignoramos cómo va a seguir la economía. Soy de los que piensan que la concentración de la economía es lo más nefasto que puede vivir una sociedad. Necesitamos un gobierno que además de perseguir la corrupción limite las ganancias de las grandes empresas, las telefónicas y los laboratorios, las petroleras y todas las concentradas. Mientras la ganancia no tenga límite tampoco lo tendrá la miseria. Y ése es, sin duda, el próximo problema que debemos enfrentar. Lo importante de la democracia es que nos permite buscar la salida entre todos. Esperemos estar a la altura de ese desafío.

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