El presidente Barack Obama estimó hoy en Orlando, escenario el domingo de un mortal atentado que dejó 50 muertos, que el debate sobre las armas de fuego en Estados Unidos debe "cambiar".
Poco después de reunirse con familiares de las víctimas, Obama llamó a los congresistas a ponerse "a la altura" y votar en favor de propuestas que limiten la venta de armas en el país.
Obama se reunió hoy con sobrevivientes y familiares de la masacre en el boliche gay Pulse, además de charlar con algunos de los miembros de las fuerzas de seguridad que respondieron al peor tiroteo en la historia reciente del país.
A menos de una hora después de aterrizar en Orlando, Obama llegó al estadio Amway Center, donde juega el equipo de básquetbol Orlando Magic, y en cuya fachada había una pantalla gigante que mostraba mensajes de condolencias a las víctimas del tiroteo, que dejó 50 muertos -incluido el autor de la masacre- y 53 heridos, y que fue reivindicado por la milicia extremista Estado Islámico (EI).
Acompañado por su vicepresidente, Joseph Biden, Obama se reunió en el estadio con un grupo de supervivientes de la tragedia y de familiares de los fallecidos, que no fueron identificados por la Casa Blanca, según informó la agencia de noticias EFE.
Antes de ese encuentro, Obama y Biden "tuvieron la oportunidad de reunirse con agentes de las fuerzas de seguridad locales para agradecerles sus acciones en respuesta al ataque en la discoteca Pulse", explicó, en cambio, la Casa Blanca en un comunicado.
Obama llegó a Orlando unos minutos después de que Biden, quien lo recibió en la pista de aterrizaje junto al gobernador de Florida, el republicano Rick Scott; el senador demócrata Bill Nelson; el alcalde de Orlando, Buddy Dyer; y la alcaldesa de Orange County, Teresa Jacobs.
El mandatario saludó a cada uno de ellos y abrazó a Dyer, quien le enseñó una camiseta negra con una bandera del arco iris en forma de corazón y el lema Orlando United (Orlando Unido).
El senador republicano Marco Rubio y la congresista demócrata Corrine Brown, ambos representantes de Florida, también viajaron con Obama, bajaron junto a él las escaleras del Air Force One y se reunieron con las víctimas y familiares.
Antes de irse, Obama también tiene previsto reunirse con algunos de los médicos y enfermeras, que fueron los primeros en atender a las víctimas de la masacre el domingo a la madrugada.
La Casa Blanca ya había adelantado ayer que este viaje sería uno "muy emotivo" para el presidente, que dejará el cargo en enero próximo.
Ya en el pasado, tras otros tiroteos masivos, el mandatario estadounidense demostró en discursos públicos que la cuestión de la violencia armada dentro del país, facilitada por la venta libre de todo tipo de armas, incluidos los fusiles de asalto -versión civil de las armas de guerra-, es uno de los temas políticos que más lo sensibilizan.
A lo largo de 2013, Obama utilizó gran parte de su capital político para intentar hacer aprobar en el Congreso mínimos controles en la venta de armas. Tras una pulseada abierta con el lobby de ese sector productivo, el mandatario no consiguió un apoyo mayoritario, ni siquiera un consenso absoluto dentro de su propia bancada demócrata.
El lunes pasado, apenas un día después de la masacre, Obama había calificado el ataque como un acto "de extremismo local" y había destacado que aún no existen pruebas contundentes de que el joven neoyorquino estuviera directamente vinculado con "una organización terrorista particular", pese a que durante el ataque llamó al 911 y juró lealtad al grupo islamista radical EI.