En su discurso en Tucumán, la Presidenta anunció como un gran logro haber conseguido un superávit comercial de 4.900 millones de dólares en el primer semestre. En realidad, esta revelación implica que, en principio, el superávit de junio fue de unos 1.300 millones pero, es un número que no deja de preocupar.
Es que, de repetirse el número, el superávit total no llegaría a los 10.000 millones de pesos y esto debe poner en guardia al gobierno. No obstante las declaraciones de la Presidenta, resaltando el resultado “ante un mundo que se derrumba y donde bajan los precios” muestran una visión poco clara. Es que el mundo no se derrumba, está un poco más lento, y los precios no bajan. Los precios de las materias primas han registrado valores récord en el semestre, mientras el Banco Central no pudo incrementar sus reservas sino que las disminuyó.
Es posible que la caída del superávit pueda atribuirse a las importaciones de energía, que después se vende subsidiada, pero también es producto de que las exportaciones complementarias a autos y granos no están acompañando al mismo ritmo; sobre todo las que se debían originar en las economías regionales, afectadas por la pérdida de competitividad cambiaria.
Pero los números externos son una parte del problema, ya que la otra parte son las cuentas públicas. Se confirmó que en junio el Banco Central giró al tesoro adelantos transitorios por 10.000 millones de pesos, completando casi 140.000 millones en el semestre. Todo esto es emisión monetaria, que en parte se ha podido controlar por mayor absorción de circulante a través de Lebac y Nobac.
Esta semana se conoció una emisión de bonos por 4.500 millones de pesos y esto muestra que, a pesar de los récords en materia de recaudación impositiva, los gastos crecen a una tasa mayor y la confluencia de todos estos números para alimentar la aceleración inflacionaria son palpables.
Problemas de raíz
El gobierno de Cristina sigue sin reconocer la raíz del problema, que la inflación es causada por el Estado a partir de un diseño equivocado de las políticas, y solo cuenta como ariete con Guillermo Moreno, que interviene todos los mercados y desnaturaliza todo lo que toca porque es un especialista en alterar los precios relativos y generar confusión.
Moreno, que es un coleccionista de fracasos, ahora tiene que explicarle a un juez por qué intervino y sancionó a una consultora que medía datos inflacionarios distintos a los del Indec. En marzo andaba como loco buscando soja escondida y ahora anda buscando trigo escondido, dándole pie a la Presidenta para que haga frondosos discursos pero sin solucionar los problemas.
Pero tiene la virtud de la persistencia. El operativo de descongelamiento de 9.500 precios dio como resultado aumentos generalizados, mientras que los 500 congelados casi no se consiguen. Ante este fracaso, Moreno se apresta a anunciar con bombas y platillos una prórroga del acuerdo por los 500 productos más allá de las elecciones. Promesa de más show.
Así no se combate las causas de la inflación. Pero tampoco se gana credibilidad, que es la parte más dañada de la economía argentina.