Nuevos viejos tiempos

Nuevos viejos tiempos

Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Estamos atravesando un momento más peligroso que hacerle un tratamiento de conducto a un tiburón bulímico, y lo peor es que no sabemos bien si realmente lo estamos atravesando. El país es un país pletórico de novedades, todos los días hay una que nos sorprende, y se tiene la sensación de que esto es la punta del Iceberg y nosotros venimos navegando en el Titanic.

De pronto llovieron juicios. La señora justicia que durante años estuvo durmiendo la siesta encima de sus pulidos escritorios parece haber recibido un supositorio de “avivol”, se le activaron las neuronas y comenzó a desparramar juicios como vidrio de quiñe. Los jueces decidieron hacer algo para justificar sus magníficos sueldos y pusieron sobre el tapete expedientes que estaban llenos de polvo de impunidad.

Entonces juicios por aquí, juicios por allá, juicios por acullá, tantos juicios que a uno le da miedo de que lo citen a declaración indagatoria por haberle orinado la medianera al vecino.

Era lógico que con el cambio de gobierno algunos jueces que se habían mantenido más inactivos que el volcán Tupungato empezaran a escupir lava de justicia por todas sus laderas. Del baño caído todos hacen leña, dijo el perro y por lo visto acá se está haciendo leña como para pasar varios inviernos al lado de la chimenea y viendo televisión, pero resulta que lo que uno ve en televisión calienta más que los leños encendidos. En la tele se habla de tantos millones de dólares como para comprar Wall Street. Uno escucha que se trata de cientos de millones de dólares y al rato otro toco de miles de millones de dólares, y al rato una montaña de millones dólares, entonces uno piensa en lo que cobra y de ser un pobre empleado pasa a ser un pobre empleado con complejo de inferioridad, pero de mucha inferioridad. 
Más, resulta que no solo los del gobierno pasado han entrado en situación de juicio, la tapa que levantaron los periodistas unidos del Panamá Paper, mostró una olla donde se cocinaban varios estofados y uno, al menos, lo incluía, a nivel juguito por lo menos, a nuestro actual presidente. Dicen que está aprendiendo arameo que es un idioma indicado para pedir perdón.
Por otro lado no terminan los tarifazazos porque tarifazos es poco. Aumenta la luz, el gas, el combustible, los transportes, el agua, el aire, la lluvia, el smog, los complejos y, por supuesto, las protestas. Los precios de los productos, no digo elegantes, digo básicos, han aumentado tanto que para comprar un kilo de fideos te piden dos garantes.
 Antes de ayer, Barrionuevo, el capo de una de las CGTeses, dijo que el proyecto de disminuir la inflación no se iba a conseguir ni con la participación del sindicato de magos. Y uno tiene la misma impresión: la inflación no es galopante porque ya se morfó el caballo. 
Es como decía el magnífico Antonio Machado: "golpe a golpe, verso a verso". Y al final de todo esto, porque siempre está al final, el pueblo argentino que por ahora aguarda expectante, pero es el mismo pueblo que alguna vez salió a la calle a decir "que se vayan todos". 
La situación es más delicada que mameluco de seda natural, porque teniendo en cuenta que los que deciden son dirigentes y los que soportan sus desiciones son sufrientes, esta etapa que es nueva para el país, se parece mucho a viejas etapas. En fin, agua y ajo, es decir a aguantarse y a joderse, con el agravante de que tanto el agua como el ajo también aumentaron.

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