La esclerosis múltiple no es contagiosa, ni mortal. No tiene cura. Pero según Alastair Compston, jefe del departamento de Neurociencias clínicas en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, es la enfermedad del cerebro y la médula espinal en la que más se avanzó científicamente en los últimos 20 años. "Ya se han identificado 200 genes relacionados con la esclerosis múltiple, y hay muchos tratamientos para controlarla", afirmó al ser entrevistado por este medio ayer de visita en Buenos Aires para un simposio médico.
El trastorno implica una respuesta desmedida del mismo sistema inmune del cuerpo humano que daña especialmente a la mielina, que es la capa protectora de las fibras nerviosas del sistema nervioso central que incluye al cerebro, la médula espinal y los nervios ópticos. Algunos de sus síntomas son tener visión borrosa o doble, músculos débiles y rígidos a menudo con espasmos musculares dolorosos, cosquilleo o entumecimiento de los brazos, piernas, tronco del cuerpo o la cara, entre otros. Si la enfermedad progresa, puede causar discapacidad.
"Es una enfermedad más frecuente en adultos jóvenes y afecta más a mujeres que a los varones. Aún no se conoce qué la causa exactamente, pero sabemos que hay un interjuego entre los factores ambientales, como el lugar donde se vive o la exposición alta al sol, y la carga genética", contó Compston.
En la Argentina, se estima que hay 8.000 personas con esclerosis múltiple. "Los 200 genes que hemos identificado y que están relacionados con la enfermedad nos permiten mejorar los diagnósticos y los tratamientos", agregó. Hoy se cuenta con medicamentos para manejar los síntomas, atacar los brotes, o modificar el desarrollo de la enfermedad.
Compston fue parte de ese avance: descubrió que un anticuerpo monoclonal, que llaman alemtuzumab y que ya se usaba para las leucemias, también resultaba efectivo para tratar casos de esclerosis múltiple.
El año pasado fue aprobado por la autoridad sanitaria de la Unión Europea (en la Argentina, la Anmat aún no lo aprobó para la esclerosis). "Requiere del monitoreo de un profesional médico y del compromiso del paciente para que sea monitoreado", aclaró. El medicamento se administra de manera inyectable y frena la respuesta inmune.
"Es como si reseteara el sistema inmune para que deje de dañar la mielina", ejemplificó. Si bien tiene beneficios, puede producir efectos colaterales, como trastornos de tiroides, la enfermedad llamada púrpura trombocitopénica inmune e infecciones menores. "Por eso, se necesita el seguimiento médico", cerró.