Para realizar una investigación, se les preguntó a mil conductores de distintas partes del país cuál es su comportamiento al volante.
Un 78% de los encuestados reconoció que no detiene completamente la marcha frente a un disco Pare; un 62% manifestó haber excedido el límite máximo de velocidad en los últimos 3 meses; y 50% admitió que habla por teléfono, lee o escribe mensajes de texto mientras conduce.
En definitiva, 9 de cada 10 argentinos cometen infracciones de tránsito.
"El rol del conductor y el incumplimiento de las normas de tránsito" es el estudio que la Secretaría de Investigación de la Universidad Siglo 21 desarrolló a partir de encuestas a mil personas que habitualmente manejan vehículos a motor (autos o motos). Incluyó a participantes de ambos sexos, entre 18 y 60 años, de Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Rosario y San Miguel de Tucumán.
Aunque el estudio permite conocer la mirada que tienen los conductores sobre sus propias conductas, se puede contrastar estos datos con el registro de infracciones en las direcciones de Tránsito municipales.
Daniel Tejada, jefe del Departamento de Accidentología de Godoy Cruz, detalló que las más comunes son hablar por celular al conducir y circular sin colocarse el cinturón de seguridad. En segunda instancia, pasar el semáforo en rojo o no respetar los discos Pare. Mientras los fines de semana es común que se labren actas por manejar en estado de ebriedad.
En cuanto a los accidentes, muchos -indicó Tejada- se producen por no respetar la distancia precautoria con respecto al vehículo que se encuentra delante. Así, explicó que se debe guardar una separación que otorgue 3 segundos: uno para reconocer el peligro, otro para decidir qué se va a hacer y ejecutarlo, y uno más por si fracasan las dos anteriores.
Curiosamente, señaló que en Godoy Cruz la mayor ocurrencia de siniestros viales-sin lesiones sino sólo daños materiales- se observa en las esquinas que tienen una señal de Pare. En su opinión, hay más conciencia del riesgo de chocar cuando se pasa un semáforo en rojo que cuando no se respeta el disco.
Esto, pese a que en las intersecciones están pintando la indicación de parar con letras sobre la calzada para que no pase desapercibida (y porque es habitual que los conductores, cuando chocan, retiren la señal para argumentar que no había).
Para Daniel Tejada, el problema radica en el desconocimiento total de la normativa vial, que en definitiva son normas de convivencia, como también en un manejo que es ofensivo y no defensivo. Es decir, al llegar a una intersección prima el criterio de que tiene derecho el que va en un vehículo más grande o más nuevo, en lugar de intentar prevenir un siniestro aunque se tenga la prioridad de paso.
Conducir, lo prioritario
Carlos Prato, director de Tránsito de Capital, opinó que los accidentes más comunes se producen porque el conductor no está convencido de que manejar es la actividad más importante en ese momento.
Es decir, por sobre llegar temprano o responder una llamada, ya que si no se presta atención a la tarea se puede llegar a perder la vida.
Por tratarse de un departamento urbano en el que no es posible desarrollar altas velocidades, los siniestros habituales en Capital son aquellos que “arrugan latas”; aunque por la noche, cuando interviene el consumo de alcohol, es más frecuente que haya lesionados e incluso víctimas fatales.
Prato señaló como una infracción muy común la de hablar por teléfono mientras se conduce y señaló que, para entender hasta qué punto esto causa distracción, sólo hay que preguntarse cómo se recorrieron las cuadras mientras se hablaba, ya que por lo general no se recuerda.
Y consideró que el dispositivo manos libres tampoco es efectivo porque lo que se necesita es un “cerebro libre” y, a diferencia de cuando se escucha la radio, la conversación requiere una interacción.
El funcionario indicó que los mendocinos “somos malos peatones pero queremos que nos respeten y cuando nos subimos a un vehículo nos olvidamos del derecho del peatón”.
Por otra parte, comentó que el auto o la moto son una especie de armadura de la Edad Media, que convierte a los conductores en bélicos.
Otra conducta típica, en el caso de los infractores -planteó- es estar convencidos de que tienen la razón y que la multa tiene como único fin la recaudación y no el castigar a quien no cumple las normas.
La autocrítica, ausente
Pese a que la mayoría de los encuestados reconoció cometer infracciones, cuando tuvieron que evaluar su modo de conducir versus el de los demás, fueron, por decirlo de algún modo, poco modestos.
En una escala de 1 al 10, se adjudicaron una calificación promedio de 8,1; mientras otorgaron al resto un 5,2. Es decir, en general se consideran a sí mismos mejores conductores que otras personas.
De hecho, un 94% de los participantes cree que conduce mejor que el resto. Una conclusión a la que llegan desde la Secretaría de Investigación de la Universidad Siglo 21 es que este bajo nivel de autocrítica “podría representar una de las principales dificultades para lograr mejoras en los propios comportamientos durante la conducción de vehículos”.
En definitiva, los encuestados no piensan que deban cambiar su propia forma de conducir sino que serían los otros quienes deberían mejorar.
Justificativos para no respetar las normas
Otro aspecto que indagó la investigación fue la probabilidad de que un conductor infrinja las normas de tránsito en determinadas circunstancias.
El 77,5% de los participantes se mostró proclive a superar el límite máximo de velocidad si está apurado y 50% manifestó propensión a responder una llamada mientras maneja y a cruzar semáforos en rojo en la madrugada.
Sobre esto último, Carlos Prato, director de Tránsito de Capital, reconoció que la inseguridad ha favorecido que muchas personas no se detengan en un semáforo en horarios nocturnos. Pero resaltó que es muy distinto no quedarse detenido a pasar como si no hubiera una luz roja, ya que siempre se debe presuponer que viene alguien por la otra arteria, la que tiene la luz verde.