Nuevas formas de ocultar la inflación

“Hasta ahora, no hubo ninguna medida razonable que permita avizorar un menor ritmo inflacionario y nadie cree que el gobierno tome medidas drásticas”.

Nuevas formas de ocultar la inflación

Por estos días, Guillermo Moreno ha vuelto a mostrar que su faceta creativa, orillera y marginal le da resultados políticos personales, porque se gana la aprobación presidencial, contra consejos más técnicos que acercan funcionarios más ilustrados.

Hay que reconocerle al secretario de Comercio una voluntad inquebrantable, pero también hay que reconocer que todos los planes que esgrimió siempre tuvieron efectos de corto plazo y luego fracasaron estrepitosamente, por lo cual debió inventar cosas nuevas.

A principios de año, y ante la evidencia de una aceleración inflacionaria, Moreno inventó un congelamiento por 60 días desde el primero de febrero, que está venciendo hoy. La medida se tomó a la ligera, sin referencias ni listas que permitieran controlar desvíos. Pero, aprovechó, y les prohibió a los hipermercados hacer publicidad en medios gráficos. "Si están los precios congelados, no tiene que haber ofertas" les dijo y, de paso, les asestó un golpe a los diarios que más captaban esa publicidad y que son considerados enemigos por el gobierno.

Como todos suponíamos, no habría día 61 y esta semana les anunció a los dueños de las grandes cadenas que el congelamiento seguiría por 60 días más, hasta el 31 de mayo, lo que no deja de ser otra fantasía. Tampoco habrá día 121 y tratarán de prolongar dicho congelamiento hasta las elecciones.

En principio, la estrategia de Moreno es tratar de hacer "aguantar" los precios hasta que se terminen de cerrar la mayoría de las paritarias, de manera que las subas de precio no incentiven pedidos de aumentos superiores a los que el gobierno desea. No obstante, si ven algún resultado se van enamorar de la herramienta y querrán prolongarla en el tiempo.

El rol de los supermercados

Las grandes cadenas han sido aliadas de Moreno y gracias a esto han podido obtener grandes ganancias. A cambio de mantenerle los precios de determinados productos (aunque no hubiera stock) Moreno les permitía manejar otros precios a su antojo porque así usaba esos productos para fabricar los índices de precios del Indec.

Las grandes cadenas, a su vez, le servían al hombre de los precios para frenar aumentos de los proveedores, que debían pasar por la secretaría de Comercio para que les autorizaran modificar sus cuadros de valores.

Lo notable, era que en estas grandes superficies los precios eran más altos que otros negocios más pequeños, con la salvedad que ellos ofrecían planes especiales con tarjetas emitidas por bancos. Pero tampoco los híper y supermercados grandes financiaban esos descuentos, sino que eran absorbidos por las entidades financieras.

Los bancos, que no son entidades de beneficencia, daban esos descuentos y estimulaban la compra, pero financiaban los saldos con tasas superiores al 50% anual, cuando tomaban plata al 12% como máximo. Era una sociedad perfecta, protegida por Guillermo Moreno que creía que había inventado la fórmula mágica para bajar la inflación. Pero fracasó.

Y el fracaso vino del propio gobierno, que aceleró el gasto, sobre todo en materia de subsidios a las tarifas de servicios públicos y exigió mayor emisión monetaria. Mayor cantidad de moneda, más sueldos y una oferta restringida por el cepo a las importaciones hicieron que el inefable a hiperactivo Moreno cayera en su propia trampa.

La Supercard

Cuando el secretario de Comercio les informó a los supermercados del congelamiento, se los anunció a mediados de enero, como para que tomaran previsiones, es decir, que hicieran los ajustes necesarios para soportar esos precios durante 60 días. Además, para bajarles los costos, les prohibió la publicidad gráfica.

Pero los súper le plantearon que tenían un problema con los costos que les cobraban los bancos por la cobranza de las ventas con tarjetas, ya que en el caso de las de crédito pagan 3% por cada operación y por las de débito 1%. Y plantearon la necesidad de bajar esos costos. De hecho, varias cadenas ya habían emitido una tarjeta propia para eludir lo que le debían pagar a los bancos por este concepto.

Ahí Moreno planeó la idea de presionar a los bancos lanzando una tarjeta. Primero, se pensó en una tarjeta oficial, lo cual fue descartado y, finalmente, los propios supermercados ofrecieron asociarse y sacar una tarjeta entre todos ellos, la cual podría extender su uso a otros negocios que quisieran aceptarla. La ventaja sería que los súper pagarían un costo del 1%.

Como se ve, la tarjeta solo es una solución para los supermercados, aliados a Moreno pero no presentan una ventaja directa para los consumidores. Pero además, no es más que una cortina de humo, ya que la tarjeta no resuelve el problema de la emisión monetaria y el gasto público que tienen una incidencia directa sobre la inflación.

El gobierno sigue eludiendo la responsabilidad de tomar medidas efectivas para bajar la inflación y, sobre todo, las expectativas. Cada vez que se habla con un funcionario argumentan no aplicarán medidas de ajustes para enfriar la economía. Pero, en realidad, la economía ya está fría. Se enfrió en 2012 y se mantiene con la misma tendencia en 2013.

En lo que va del año, la industria ya completó un bimestre de retroceso, el consumo y la inversión ya están estancados y lo único que creció fue el negocio bancario. Cualquier medida que se tome, si es seria y coherente, no paralizaría más la economía sino que podría ayudar a recrear la confianza y a reactivar la economía.

Hasta ahora, no hubo ninguna medida razonable que permita avizorar un menor ritmo inflacionario y nadie cree que el gobierno tome medidas drásticas, mucho menos antes de las elecciones de octubre. La duda es si podrán aguantar hasta esa fecha con el actual esquema.

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