Al sur de la ciudad de Malargüe y en el límite con el barrio más popular del departamento, el Martín Güemes, nació hace aproximadamente diez años un conglomerado de viviendas y lotes que para muchos fue la esperanza de poder contar en ese espacio, cubierto de algarrobos y otros arbustos, con su vivienda propia.
Así surgió lo que hoy se denomina barrio Nueva Esperanza, ex ampliación Martín Güemes, compuesto por 24 manzanas y alrededor de 450 familias, una gran parte muy humilde y de escasos recursos, que a diario y junto a la unión vecinal trabajan para lograr cubrir necesidades tan básicas como el gas natural o tener las calles pavimentadas.
Con el pasar de los años este barrio se ha transformado en uno de los más importantes centros poblados del suroeste malargüino y es el claro ejemplo de cómo la ciudad ha ido avanzando sobre terrenos que hasta no hace mucho tiempo eran utilizados como fincas.
De hecho, el Nueva Esperanza limita al sur con las Colinas Pehuenche 1 y 2 y al este con la Ruta 40, lugares donde todavía se pueden observan terrenos de grandes dimensiones utilizados como zona rural, pero que constantemente se están subdividiendo y entre otras cosas, construyendo cabañas.
José Aladino Zurita es uno de los tantos vecinos que habitan el barrio y uno de los primeros, junto a don Natalio Cabrera y doña Juana Vergara que construyeron sus viviendas en este lugar. Desde hace un tiempo, Aladino, recordado en Malargüe como el concejal que estuvo en el cargo tan sólo 13 horas, es el presidente de la unión vecinal.
"La sede la construimos a pulmón y con la colaboración de otros muchachos. Pero fue lo primero que decidimos hacer porque veíamos que el barrio, que había empezado con sólo cuatro manzanas, estaba creciendo y tenía necesidades. Después llegaron las obras del Promeba (Programa de mejoramiento barrial), que fue una prueba piloto para el departamento pero que mejoró mucho el aspecto del barrio", resaltó Zurita.
El vecino indicó que gracias a este programa se hicieron veredas, rampas para discapacitados, acequias y algunos vecinos lograron tener agua y gas pero fueron sólo en cuatro manzanas, las que se habían relevado en un principio.
"Hoy como necesidad número uno necesitamos el gas natural para todo el barrio, porque la mitad no lo tiene y queremos vivir en igualdad de condiciones todos los vecinos. Hicimos varias notas al respecto y es un reclamo constante, pero hasta el momento no tenemos respuesta", agregó.
Cabe destacar que con el Promeba en el barrio también se construyó una plaza, un salón de usos múltiples y se realizó la regularización dominial de los terrenos, pues muchos vecinos no tenían sus escrituras.
"Hoy casi la mitad de los vecinos que no fueron incluidos en este programa no tenemos las escrituras, pero estos terrenos son municipales y es el municipio junto a los vecinos el que tiene que hacerlas", explicó Paola (28), una de las tantas mujeres jóvenes y madre de 3 niños que habitan en este barrio compuesto de calles con ciertas particularidades en sus nombres.
"Es verdad, los nombres son medio raros, pero eso se eligió entre todos los vecinos, cada nombre significa algo y luego se aprobó por ordenanza en el Concejo Deliberante", destacó Zurita. Porque si bien los principales accesos al barrio son las calles José María Domínguez, Los Goico y Constitución Nacional, no deja de sorprender encontrarse a un grupo de niños jugando en la intersección de las calles "La realidad" y "Tierra Milagrosa" u observar a un vecino construyendo su vivienda sobre "Fase de la Luna", o ir a comprar a un quiosco en "Alma Sureña".
"La mayoría de los vecinos tiene agua potable y energía, pero hay viviendas muy precarias. Acá un 60 % de la gente es de escasos recursos, muy humilde y vive de trabajos temporarios como la papa o el ajo. No tienen algo estable y eso es una necesidad, trabajo permanente para mucha gente", afirmó Jorge (47), un empleado rural que vive en la calle "Los agricultores", paradójicamente.
Al respecto, Aladino Zurita, reconoce que ante la falta de trabajo en los últimos meses ha aumentado la inseguridad. "Hace un par de años logramos que la policía colocara un puesto de avanzada en el barrio y eso nos dio tranquilidad, paz y armonía durante los seis meses que estuvo. Hoy la situación es complicada. Hay inseguridad, se escuchan tiros, hay robos, hurtos, roturas de vidrio y la policía dice que no tiene personal. Es una lástima porque hay gente muy buena que trabaja y no merece esta forma de vivir".
Todos coinciden que al espacio barrial hay que mejorarlo. Recuperar la iluminación de la plaza, pavimentar las calles, mejorar las acequias para el regado del arbolado público, instalar el gas natural a los vecinos que faltan y crear espacios públicos que se identifiquen con el barrio como por ejemplo el edificio para la escuela de nivel medio Eugenio Isazky.
"En el barrio no hay un centro de salud, no hay polideportivo y el salón de usos múltiple que tenemos se lo prestamos a las religiones, o los vecinos de escasos recursos para que festejen un cumpleaños, un casamiento, se hagan talleres o hasta a veces funciona como sala velatoria, pero necesitamos que la escuela se construya en el barrio porque la mayoría de los chicos que van ahí son del Nueva Esperanza, el Güemes o de la Colonia Pehuenche", explicó Zurita.
"Este es el lugar para la escuela. Tenemos el espacio físico y es algo por lo que hay que luchar" dicen los vecinos y recuerdan que lo único que hoy tiene el barrio como centro educativo es un Centro de Adultos y un Centro de Apoyo escolar (CAE).
La escuela Isazky hoy funciona en un edificio alquilado en el centro de la ciudad y la idea de sus directivos es que siga en ese lugar y no se traslade al barrio como piden los vecinos.
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Nueva Esperanza: un barrio de gente humilde que reclama servicios y mayor atención
Pegado al Güemes, en el sur de la ciudad, está compuesto por 450 familias. Sus calles tienen nombres originales como Tierra Milagrosa o Alma Sureña.
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