Por Néstor Sampirisi - nsampirisi@losandes.com.ar
Cuando hace varios meses me lo contaron, pensé que se trataba de una de esas bromas típicas de pueblo. “¿Sabías que los de Bowen quieren separarse de Alvear?”, me lanzó un amigo alvearense. Y, debo admitirlo, sólo me dio para reír. Me resultaba tan increíble que ni siquiera pregunté más detalles. Sólo me causó gracia.
No lograba siquiera imaginarlo. ¿Qué podía llevar a la secesión a un pueblo de unos 9 mil habitantes, ubicado a 16 km de la ciudad cabecera e integrado a todas las actividades deportivas, culturales, sociales y económicas del departamento? Pasaron por mi cabeza las luchas de los catalanes por dejar de pertenecer a España y las violentas metodologías de los vascos españoles y franceses para tener su propio país.
También las sangrientas guerras entre serbios, croatas, kosovares, albaneses, eslovenos en los Balcanes. O el histórico enfrentamiento de Escocia e Irlanda del Norte con Inglaterra. O los francófonos canadienses y belgas que quieren su propia autonomía del Canadá inglés y la Bélgica flamenca, respectivamente.
En fin, que no podía imaginarme en Bowen a un William Wallace (aquel héroe escocés que Mel Gibson inmortalizó en Corazón Valiente) o en Alvear a un mariscal Tito (el militar socialista que mantuvo unida con mano de hierro a la ex Yugoslavia).
Tampoco encontraba ningún motivo étnico, religioso, cultural, histórico o político que justificara un repentino reclamo autonomista en un departamento del sur mendocino conformado sólo por cuatro núcleos poblacionales importantes (General Alvear, Bowen, Colonia Alvear Oeste y Carmensa), ubicados en un radio de 20 km, y el resto del territorio ocupado por una mínima proporción de gente esparcida entre puestos ganaderos del secano y fincas del oasis productivo del Atuel.
Pero no era ninguna broma, era cierto. Hace casi dos años que los vecinos autoconvocados comenzaron con periódicas reuniones y sobre fines de julio pasado desembarcaron en la Legislatura para explicar las razones de su intentona rupturista.
Con ellos trajeron un petitorio respaldado por unas 4 mil firmas pero, hasta ahora, no les fue bien: en Alvear no los toman muy en serio y en Mendoza no hubo quórum de legisladores para escucharlos.
¿Y qué es lo que quieren los autoconvocados? Básicamente tres cosas: autonomía para elegir sus autoridades, independencia presupuestaria y autonomía municipal plena. Es decir, la pelea es por plata y por poder, en el orden que ustedes prefieran.
Hasta este momento sólo tenía noticias de ese antiguo deseo independentista de San Rafael para transformarse en provincia separándose de Mendoza; o del reclamo de Palmira de dejar de pertenecer a San Martín para ser departamento. Ahora me advierten que son unos 60 los lugares que quieren cambiar de status.
Entre ellos: Chacras de Coria (Luján), La Colonia (Junín) y Uspallata (Las Heras). Con diversos argumentos pero con un reclamo común (ser desatendidos por las autoridades de sus departamentos) y un objetivo similar (lograr una mejor cobertura de las necesidades y prioridades de sus vecinos).
Así el independentismo parece haber hecho pie en la Legislatura. Un proyecto de ley del presidente de la Cámara de Diputados, el palmirense Jorge Tanús, propone enmendar el artículo 197 de la Constitución provincial de manera de permitir la creación de nuevos municipios y comunas en función de la cantidad de pobladores.
Se trata del modelo cordobés, donde cada pueblo con más de 2 mil habitantes es un municipio y los que tienen menos son una comuna. Así, Córdoba tiene 248 municipios que eligen por voto directo a su intendente y concejales, manejan su propio Presupuesto y se relacionan en forma directa con el gobernador.
De modo similar, Buenos Aires tiene 450 partidos (departamentos) y San Juan, San Luis, Río Negro y Neuquén varían entre 30 y 50 municipios, bastante más que los 18 de Mendoza.
Otra alternativa sería que los actuales distritos mendocinos fueran conducidos por un jefe distrital elegido por el voto directo de sus habitantes y no por un delegado designado por el dedo del intendente de turno. De ese modo sería un legítimo representante de los vecinos y podría discutir en mejores condiciones las obras, recursos y necesidades de su pueblo. En este sentido va el plan de Walter Marcolini, el intendente electo de General Alvear.
A esta altura debo admitir que yo mismo quise alguna vez que Bowen fuera no ya otro departamento sino otro país. Era cuando allá por los ’80 el maravilloso equipo de básquet en el que jugaban el Turco Bulos, el Bocha Faur, el Ruso Bideaux y Sergio Muriscot, entre otros, se cansó de dejarnos con las ganas de ser campeones de la liga alvearense y de las olimpíadas de la escuela de Agricultura.
Es cierto, el asunto es marketinero, da para llenarse de amigos y seguidores en las redes sociales y hasta para buenos títulos en los diarios. Incluso también puede que se consigan interesantes logros alternativos.
Pero no sea cosa que de tanto creernos estos chauvinismos pueblerinos todo termine como en la desopilante película “Ocho apellidos vascos” cuando la arenga antiespañola frente a los movilizados vecinos de un pueblo la hace un andaluz que se hace pasar por vasco y sólo recita consignas ridículas. O pidiendo un divorcio express unilateral sólo porque sí, para entretenernos en algo.