Nuestros pequeños también tienen grandes derechos

Cada día nos muestra infinidad de casos en los que los menores son sometidos a una vida injusta e innecesariamente exigente para su corta edad. La insensibilidad es una de las causas de este flagelo. El autor hace un llamado a comprometerse e involucrarse

Nuestros pequeños también tienen grandes derechos
Nuestros pequeños también tienen grandes derechos

Nos hemos acostumbrado a usar mal el lenguaje. A algunos sustantivos les ponemos adjetivos impropios, inadecuados y mentirosos. Así, solemos hablar de amor pasajero o efímero, amigo traidor, Justicia corrupta... Y también de “trabajo infantil”. En realidad, detrás de esa expresión se esconde la constatación de explotación y opresión (no trabajo) infantil.

Esta triste e injusta situación está más extendida de lo que pensamos. Hay niños cartoneros, acróbatas de semáforos, repartidores de estampitas, vendedores de flores; muchos de ellos regresan muy tarde a casa, duermen poco y mal, se alimentan peor y se van atrasando lapidariamente en la escuela. Los vemos. ¿Los vemos de verdad? Otros están más ocultos, son casi invisibles.

Están esclavizados en talleres clandestinos de ropa de marca, o levantando cosechas a la par de adultos trasladados en camiones y durmiendo en galpones, oprimidos a la par de los adultos. No faltan los mercenarios inescrupulosos que los usan como mulitas para trasladar drogas, o los encierran para venderla. Otros llegan a experimentar el horror del secuestro para su sometimiento a esclavitud sexual de depravados turistas extranjeros o degenerados viciosos locales, para vergüenza de la condición humana.

Hay lugares del mundo en los cuales son sometidos en las minas y destinados a ser soldaditos carne de cañón. Según algunos estudios, hoy por hoy en el mundo existen cerca de 400 millones de niños esclavos, algo así como 10 veces la población de la Argentina. Unicef estima que alrededor de 300.000 menores participan en conflictos armados.

Venía a mi memoria la oración desgarradora de uno de los Salmos de la Biblia: “¿Puede el Señor rechazar para siempre? ¿Ya no volverá a mostrarse favorable? ¿Se habrá agotado para siempre su amor y habrá caducado eternamente su promesa? ¿Se habrá olvidado Dios de su clemencia o, en su enojo, habrá contenido su compasión?” (Salmo 77, 8-10) ¿Se habrá escondido Dios? ¿Qué futuro espera a quien pasa por estas experiencias a temprana edad? ¿Qué futuro nos espera a nosotros como humanidad?

Pero volvamos a nuestra querida patria. Hay municipios en los cuales está prohibido andar con carros con tracción a sangre (de caballo), pero no pasa nada si quien realiza el esfuerzo es “cachorro” de humano.

Cada cosa debe suceder a su tiempo y en su lugar. La ocupación del niño no puede ser otra que la tarea escolar. La infancia y adolescencia es el tiempo de la escuela, los juegos, la fantasía, la familia, los amigos, los cumpleaños, la plaza, la calesita. Lo que no se logra en la infancia no se recupera, ni en salud, desarrollo, estudio, amor, alegría, fraternidad, justicia. Hay retrasos afectivos y evolutivos de los cuales no se regresa.

Una cosa es colaborar en casa o con alguna responsabilidad para estimular la cultura del trabajo y otra es cumplir un horario para la producción económica. Me acordaba de un sentimiento hecho reclamo que el papa Francisco compartió en noviembre pasado: “Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ése que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad?” (EG 211) La injusticia es un grito silencioso de dolor.

Muchos tienen en sus bolsillos dinero sucio y manos manchadas de sangre, sudor y lágrimas infantiles. Ladrones de sueños, pisoteadores de dignidad, destructores de futuro. A ellos les reiteramos el llamado a la conversión y el remordimiento sincero. Por favor, ¡dejen libres a los niños, niñas y adolescentes! Pero debemos invocar también el arrepentimiento por el silencio cómplice que se desentiende del drama de estos pequeños vulnerados en sus derechos más elementales. Cada atropello que se ejecuta equivale a excrementarse sobre los libros sagrados de todas las religiones, es burla de las Convenciones y Declaraciones mundiales y locales acerca de los derechos de los niños.

Desde 2002 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) instituyó el 12 de junio de cada año para generar conciencia en las sociedades y los gobiernos de las graves violaciones a los derechos de los niños y adolescentes que son conculcados con su explotación. Cada acontecimiento deportivo global es también ocasión de crecimiento de explotación infantil y adolescente e incremento de la opresión y secuestro para la prostitución. El Mundial de fútbol no estará exento de esta actividad criminal. Prohibido hacerse los distraídos y mirar para el costado. Nuestros pequeños tienen grandes derechos.

Por Monseñor Jorge Lozano - Obispo de Gualeguaychú. Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

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