Nuestra nación - Por Juan Pablo Lemos

Nuestra nación - Por Juan Pablo Lemos
Nuestra nación - Por Juan Pablo Lemos

Aprendí a ser políticamente correcto con vos, a hacer política, con nosotros. Desde que naciste fundamos nuestra Nación, de uno pasamos a esta inmensidad de ser dos.

Cedí voluntariamente el estado independiente de las fronteras de mi alma, para crecer con las tierras a donde llegan tus ojos de brillante crepúsculo, por eso debemos aprender a mirar  más allá del paisaje estelar, tan lejos que el futuro nos parezca poco.

Trajiste, en contrabando de herencias, el cacao en tu piel y, como consecuencia, me diste la receta del chocolate cuando comenzaste a hablar.

De tu primera sonrisa se escaparon todos los colibríes que forman nuestra fuerza armada. Nuestro manifiesto constitutivo se perdió en ese pequeño llanto de hambre que tenías. Disputo con diplomacia algunas soberanías que creo me pertenecen por ahora, pero sé que son íntegramente tuyas.

Necesitamos de otras naciones para crecer dentro de los límites de nuestro territorio. Algunas de las leyes que  rigen vienen de mi estado primitivo, pero están en permanente corrección poética atentas a tu susurro de protesta.

En el diagrama de caminos decidimos que no sean largos y  aburridos, por eso trazamos perpendiculares de inmediato vuelo e instantáneo retorno.

En cada asamblea para legislar acuerdos, jugamos a ocupar todos los roles del libreto de la  verdad, para no perder posturas y consideraciones.

Nuestra producción interna es netamente artística, incursionando en la investigación de nuevas locuras y el fomento de viejos sueños sin desarrollar.

Nuestro consumo primordial son las risas, las pizzas, los abrazos, los ñoquis de queso, los cariños, los panes rellenos, las preguntas difíciles y las  respuestas hábiles.

Hemos comenzado a cultivar algunos proyectos raros en la plana  extra-nacional como querer medir el universo, explicarnos cómo nos hicimos y creer en algún dios o fuerza a la que debamos rendirle respeto.

Nuestro tesoro nacional lo tenemos  frágilmente guardado dentro de tu pecho. El clima cuando somos nación, se sintetiza en los  remolinos de tus pelos, asociados a sus raíces bonachonas, con tus silencios huracanados que anticipan precipitaciones de grandes gotas de un llanto, a veces inexplicable y otra veces justificado en el riego de ciertas flores que debo dejar creer en algunos campos  áridos de mi estupidez.

En nuestra Nación tenemos derecho a viajar, nadar, pasear, saltar, crear, mirar, besar, descansar, aprender, crecer, enamorarse, cuidarse, y agregar nuevos verbos a la lista de derechos.

También tenemos obligaciones como no dejar un dibujo sin  terminar, usando todos los colores al alcance de la mano, no ignorar los avances de la   tecnología, pero usándolas pensando nuevas tecnologías más humanas, no irse a dormir llorando y mucho menos despertarse triste, aceptar que se puede perder y seguir intentando, aceptar la realidad y seguir soñando, no dañar la Nación y seguirla empoderando, no obligar algo que produzca nada relacionado a lo bello, lo rico, lo bueno, lo   mágico, lo feliz. Nuestra Nación es una pulga mansa sobre un perro descontrolado.

Nuestra Nación morena es una niña contenta saboreando dulces. Nuestra Nación intenta ser inspiración de las nuevas polis que conquistemos en paz.

Hace diez años que nuestra Nación es el único hogar que necesito, la única chimenea que me abriga, el único gobierno   que me somete y la única biblioteca para mi poesía. 
 
"Inspirada en mi hijo, Juan Francisco Lemos Manno. Mendoza, 24 de Julio de 2018"  JPLG 

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