Lucía (30) y Daniel (28) se conocieron a través de un amigo en común en una fiesta de Navidad. Comenzaron a salir y como ambos ya se habían independizado, al cabo de pocos meses se mudaron juntos.
Esta decisión fue para la abuela de ella, Antonia (76), difícil de aceptar porque en su época- como le explicó a su nieta con una mezcla de cariño e incomprensión- el paso previo para consumar una pareja siempre era el matrimonio.
Esta diferencia generacional se explica porque no hace tanto tiempo el noviazgo era reconocido como una etapa pre matrimonial, cuando en la actualidad -y dependiendo de cada pareja en particular- ha dejado de serlo.
Tanto es así que hoy se apunta más a la convivencia, porque el matrimonio como institución ha perdido fuerza y la pareja es considerada como un vínculo en el que hay que trabajar día a día, muy alejado del “hasta que la muerte nos separe”.
De hecho, si consultamos en Wikipedia, la enciclopedia on line más utilizada, la definición de noviazgo reza: “Es una relación amorosa mantenida entre dos personas con o sin la intención de casarse”.
Tantos cambios ha sufrido esta acepción que hasta principios del siglo XX directamente no existía, ya que no había ninguna transición entre la soltería y el matrimonio. Recién en los años ‘20 y ‘30 comienza a aparecer la palabra noviazgo en la cotidianeidad, pero con características totalmente diferentes a las que conocemos en la actualidad, ya que se tomaba como sinónimo de estar comprometido y próximo a casarse.
Por ejemplo Antonio (60), quien estuvo de novio entre finales de los ‘60 y comienzos de los ‘70, recuerda que se trató de una etapa pre matrimonial que vivió junto a quien hoy es su esposa y que duró alrededor de 7 años.
“La formalidad -dice- eran las visitas clásicas a la casa de la prometida, con cenas en la mesa familiar”. También relata que tuvo una etapa de diálogo en la puerta de la casa, hasta que su suegro lo invitó a “pasar”. Asimismo, comenta que las salidas de la pareja estaban consentidas por los padres de la joven, aunque con algunas “recomendaciones” previas.
Muy distinta fue la relación de Isabel (55). Si bien transitó su noviazgo a mediados de los ‘80, todo paso que daba era supervisado por sus padres. “La costumbre para ellos era cuidar permanentemente de sus hijas para conseguirles un buen marido”, manifiesta.
Así, ella nunca podía salir sola con su novio salvo que fuera acompañada por alguna hermana que hacía de “chaperona” y hasta había días pre establecidos de visita. De esa forma, la propuesta de matrimonio llegó a los dos años, tal vez como un deseo de libertad. “El casamiento era un paso fundamental. Nunca se me hubiera ocurrido plantear la posibilidad de convivir”, reconoció.
Noviazgos siglo XXI
A Romina (46) y a Víctor (47) el amor les llegó "como un flechazo" en 2000. "Un amigo nos presentó cuando los dos teníamos 30 años", recuerda ella. Ambos habían tenido relaciones anteriores que no habían funcionado. "Particularmente yo venía saliendo de una relación dañina de la que no me podía liberar", explica Romina.
Como desde un primer momento se llevaron bien, decidieron encarar un noviazgo pero duró sólo tres meses. “Él me propuso casamiento porque me dijo que no quería perder más tiempo y a mí me impactó mucho su seguridad, porque desde el primer momento se mostró serio”, cuenta. De esa forma, se casaron en marzo de 2000 y hoy ya tienen dos hijos.
Convivientes desde hace más de tres años, Sofía (32) y Julián (33) no tienen pensado, por el momento, pasar por el altar. “A pesar de que en mi familia había cierto mandato, el ir a vivir con mi novia fue tomado con naturalidad por todos”, asegura el joven. Se conocieron en la facultad en 2008, transitaron su carrera juntos y cuando se recibieron se mudaron al mismo departamento.
“Los papeles no nos hacen falta por ahora porque apostamos a elegirnos cada día”, señala Julián. Un aspecto que sí podría hacerlos cambiar de parecer sería la llegada de los hijos. “Si es mejor para protegerlos, nos casamos sin problemas”, dice convencido.
Institución vs. vínculo
Si bien para Stella Hom, psicóloga especialista en pareja, familia y grupo, hoy no hay un modelo de pareja debido a la diversidad del modo de vincularse entre las personas, en general la concepción del matrimonio ha perdido fuerza como institución.
“En el siglo XX el matrimonio tenía peso. Entonces las parejas se formaban hasta que la muerte los separara porque la institución tenía suficiente fuerza como para contener al vínculo”, explica y diferencia lo que ocurre hoy. “La institución matrimonio perdió valor, por lo que el vínculo adquiere más fuerza, lo que determina cambios a todos los niveles”.
La principal modificación es que no hay lugares seguros de arraigo: “Esta realidad, por un lado, trae la riqueza de la construcción cotidiana del vínculo y, por otro lado, el dolor por la pérdida de una seguridad imaginaria”, detalla Hom y añade que estos cambios se ven reflejados en el nuevo Código Civil y Comercial y en los contratos prematrimoniales. “Hay más incertidumbre; la persona sabe que puede separarse”, indicó.
Así, en la actualidad estar en pareja “es un trabajo, una construcción”. “Una vez que pasa el enamoramiento, que es la primera etapa de pasión y obnubilación, tiene que haber un reconocimiento del otro, tanto de lo compartido como de lo diferente y superarlo”, asegura la especialista.
Similitudes y diferencias
Para Alejandrina Román de Giro, psicóloga, sexóloga y terapeuta de pareja, hay ciertas características del noviazgo que están inscriptas en nuestro código genético y se repiten con algunas variantes a través del tiempo: "Estos son el cortejo, la seducción y el acercamiento al otro".
Lo que ha variado, según ella, son los tiempos. “El cortejo se da más rápido y se anticipa el acercamiento más íntimo. También son más frecuentes algunos encuentros esporádicos sin un vínculo estable”, precisa. Esto, para la psicóloga, modifica la posibilidad de reflexión.
“Se manifiesta al no poder poner palabras a veces a las sensaciones o situaciones que se viven, porque estamos viviendo en momentos de inmediatez, del todo ya”, expone a la vez que nombra a las redes sociales y a los mensajes de Whatsapp como parte de este fenómeno.
A pesar de estas modificaciones, los requisitos para que una pareja pueda ser “exitosa” siguen siendo los mismos. “Tienen que tener un proyecto en común, una educación semejante y compartir momentos de ocio. También manejar adecuadamente el dinero en el caso de la convivencia y compartir los trabajos de la casa, porque en este momento en el que los dos son proveedores, la vida cotidiana tiene que ser compartida”, enumera.
Cierra: “Por supuesto el diálogo es fundamental. Que se conversen estos aspectos durante el noviazgo, ayuda a mejorar el futuro de esa pareja”.
El Papa pidió revalorizarlo
Durante su audiencia general el miércoles último, el papa Francisco llamó a revalorizar el noviazgo y lo describió como “un recorrido de vida que debe madurar como un fruto, el camino de maduración en el amor, hasta el momento en el que se convierte en un verdadero matrimonio”.
Asimismo, pidió “no quemar etapas sino vivir un tiempo de iniciación a la sorpresa de los dones espirituales con los que el Señor enriquece a la pareja”. Para él, no existe el matrimonio exprés: “Es necesario trabajar sobre el amor. Hay que caminar. La alianza del amor del hombre y de la mujer se aprende, se va afinando”, expuso.
“Muchas parejas están juntas incluso un largo período e incluso en la intimidad, a veces conviviendo aunque no se conozcan. Parece extraño pero es así, no se conocen”, precisó. El pontífice cuestionó además que la sociedad actual posee “la cultura consumista del ‘usar y tirar’, del ‘todo y enseguida’. Muchas veces tiende a convertir el amor en un objeto de consumo, que no puede constituir el fundamento de un compromiso vital”, dijo.