El fin de semana de Carnaval trajo a un gran número de turistas a Mendoza, lo mismo para Vendimia y se espera que algo similar se repita para Semana Santa, lo que es bueno para la provincia y para todas las actividades ligadas al turismo. No obstante, seguimos sin tener una cuenta clara acerca del resultado neto del balance turístico.
Siempre dan el gasto estimado de los turistas que llegan a nuestra provincia pero nunca se calcula lo que los mendocinos gastan en otros destinos en la misma época. Basta ver las fotos de las colas de automóviles para pasar a Chile, que no se vieron en el verano, o la cantidad de viajeros con destino a Brasil o el Caribe para darse cuenta que sería muy importante conocer el saldo neto.
El turismo se trata de una actividad económica que es como una exportación, pero al revés. Nuestros clientes, los turistas, vienen a nosotros y nos dejan su dinero, ya sea nacional o divisas, y eso permite monetizar la economía.
Pero a esta misma economía le sacan recursos los mendocinos que vacacionan en otras provincias u otros países y por eso es importante tener la información del balance neto de recursos para poder orientar acciones o inversiones y saber, realmente, si el turismo es una actividad que provee utilidades.
Pero en paralelo, el gobierno nacional dispuso reparar el aeropuerto local en 2016, que generó bastantes inconvenientes, mientras comenzó a abrir los cielos para nuevas aerolíneas.
Hoy Mendoza ha mejorado su conectividad aérea hacia distintos destinos con los que no había conexión directa y, además, aumentó mucho la cantidad de frecuencias, lo que hace que haya mucho movimiento en la aeroestación local, la cual ha quedado chica, y ya se está programando una ampliación de la misma.
Si bien parece razonable, esto muestra una inconsistencia en materia de planificación, ya que si se hubiesen tenido en cuenta todas las políticas aplicadas por el mismo gobierno, el crecimiento debería haber estar planificado y hecho toda la obra de una sola vez. Esto pone de manifiesto una desconexión entre las distintas iniciativas y demuestra que no hay planificación sólida ni visión estratégica adecuada.
Otro hecho digno de destacar, en el mismo sentido, es lo que está ocurriendo en Vaca Muerta. Este yacimiento es muy especial por ser una formación donde tanto el petróleo como el gas están atrapados en la roca y se debe recurrir a la estimulación hidráulica para extraerlo. La importancia de estos yacimientos reside en la posibilidad de aumentar las reservas a tal punto que, se considera, es la segunda mayor reserva de gas no convencional del mundo, mientras que es la cuarta reserva de petróleo.
El gobierno hizo grandes esfuerzos para atraer capitales y debió hacer algunas concesiones para entusiasmar a las empresas; los resultados han sido muy positivos. Tanto fue el entusiasmo de los funcionarios que llegó al punto de decir que este año alcanzaríamos no sólo el autoabastecimiento sino que se podría exportar. Pero el entusiasmo ha chocado con una realidad.
Por una parte, los niveles de producción han crecido pero hay una mala política de fijación de precios que genera un desgaste muy grande cuando lo lógico sería generar un mercado competitivo para posibilitar una baja de los precios, al menos a niveles internacionales.
Por otra parte, la mayor producción no se puede transportar a los mercados porque no hay capacidad en los gasoductos existentes y es necesario construir uno nuevo, pero esto, si se hace, demorará más dos años y, con ellos, habrá que postergar la esperanza de que la mayor producción pueda generar una baja en los precios internos, que impactaría positivamente, no sólo en el costo a los consumidores, sino también en los costos de generación eléctrica.
Para no poner freno a la producción, el gobierno ya autorizó a cinco empresas a exportar gas a Chile, como una forma de mantener el ritmo de producción, mientras nosotros seguimos importando gas de Bolivia, por los contratos pendientes, pero sin la posibilidad de mejorar el abastecimiento interno.
Esto ocurre porque no se midieron adecuadamente los resultados que se podrían obtener de las políticas de estímulo aplicadas. Y se repite en varios casos y es un mal argentino: la improvisación, la falta de una buena planificación y la carencia de la visión estratégica necesaria para asegurar acciones integrales válidas para el largo plazo.