Nos cascotean el rancho

Nuestro planeta es el rancho y los meteoros son los cascotes. Una estación china está por tocar tierra y lo hará de una manera nada suave.

Nos cascotean el rancho
Nos cascotean el rancho

Cuando los problemas nos llueven de todos lados, impiadosamente, inconteniblemente, o cuando nuestro equipo favorito está soportando un asedio prepotente y goleador por parte del rival, solemos decir que “nos están cascoteando el rancho”, una metáfora para indicar que estamos soportando un asedio que puede terminar con el techo agujereado, que es otra metáfora.

Nuestro planeta es el rancho y los meteoros son los cascotes; algunos menores, pequeños, que no implican riesgo alguno. Al contrario, dibujan sobre el horizonte líneas de luz que nosotros llamamos estrellas fugaces y el avistamiento es encantador. Puede pedir tres buenos deseos, si lo prefiere.

Pero hay otros pulsudos de varias cuadras de extensión que pueden, si llegan a caer, provocar una gran catástrofe en el mundo como aquél que impactó en lo que hoy es el Golfo de México y que, según los estudiosos, implicó la aniquilación de muchas especies, entre ellas los dinosaurios.

Algunos menores también pueden ser peligrosos como el que devastó los bosques de Tunguska en Rusia, allá por 1908, fenómeno atribuido a un asteroide o a un cometa de hielo, ya que no quedaron rastros del bólido.

Los cascotes andan girando por el cosmos. Si no es al divino botón es al santo ojal y nuestro planeta suele interponerse en sus caminos. El choque es, a veces inevitable, y ninguno de los dos tiene seguro contra terceros. La tierra juega un doble y contradictorio papel porque, por un lado, los atrae con su fuerza de gravedad y, por el otro lado, si se acercan mucho, los destruye con la coraza protectora que se llama atmósfera.

Pero ocurre que no sólo es una cuestión natural; puede ser provocada por nosotros mismos. La noticia es que una estación espacial china, la “Tiangong 1” está por tocar tierra y lo hará de una manera para nada suavecita sino a varios miles de kilómetros por hora.

El problema grave es que los científicos, esos mismos que hicieron la proeza de colocar en órbita aparatos sofisticados y gente, también sofisticada, no tienen la menor idea de cuándo ha de caer, exactamente, y de dónde ha de caer, lo que es mucho peor.

La humanidad está amenazada por la humanidad (cosa que es normal en estos tiempos). A raíz del fenómeno que hemos descripto todos podemos andar con una incertidumbre encima (cosa que es normal en estos tiempos) y no tenemos protección alguna.

Sería del todo incómodo que cada uno de los seres humanos anduviera con cascos hasta que el peligro pase, y sería inútil para estos fines andar con paraguas porque si la atmósfera no logra parar al bólido menos lo va a lograr una tela de morondanga que ni siquiera te protege de la lluvia.

Cada vez está más cerca la bruta nave china y sin embargo no damos importancia al asunto. Nos sorprendemos, nos asustamos, cuando cae granizo en alguna región de nuestra geografía, pero ahora que pueden caer trozos de metales y para colmo incandescentes, no les prestamos la menor atención.

Me preocupé, che. No es lo mismo que te manche el saco la cagada de una paloma que andemos con el marulo hundido por una mísera chatarra espacial.

Aunque la Argentina tiene una protección especial, porque si llega a caer por estos lados, no sólo va a tener que vencer la resistencia que le pone la atmósfera sino que va a tener que atravesar los precios de los productos de primera necesidad que, como todos sabemos, andan por las nubes.

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