De norte a sur

Desde la vega del Guadalquivir a la costa del Cantábrico por una calzada romana cargada de encantos.

De norte a sur
De norte a sur

Si de buscar resabios del pasado se trata, pues España tiene en la materia mucha tela para cortar. Su larga historia conocida ha dejado rastros que, a la vuelta de tantísimos años, han devenido interesantes para los turistas. Un buen ejemplo de lo anteriormente expuesto es la Ruta Vía de la Plata, un recorrido de 800 kilómetros entre Gijón y Sevilla.

Una calzada romana es la base de este paseo turístico e histórico a la vez. Hay que decir entonces, que su origen se remonta a tiempos prehistóricos, ya que desde esta época remota existía una ruta que unía el norte y el sur de España, por allí donde floreció la mítica monarquía de Tartessos, a finales de la Edad de Bronce.

Éste era, antes incluso de la dominación romana, una de las principales vías de comunicación de los pueblos españoles. Cuando los romanos en su expansión comercial y política invadieron la Península Ibérica, allá por el 218 a.C., otorgaron gran importancia a las calzadas; una de ellas es la de la Plata.

Su trazado, además de conectar algunas de las principales ciudades peninsulares, sirvió de elemento difusor de la cultura romana y desde sus inicios la calzada se dotó de infraestructura, actualmente importantes vestigios. Durante la Edad Media facilitó la penetración árabe hacia el norte, aunque también permitió avanzar a las tropas cristianas reconquistadoras.

El tiempo siguió su curso y durante los siglos XVI y XVII fue frecuentada por aquellos vascos, gallegos, asturianos, castellano-leoneses y extremeños que marchaban hacia los puertos andaluces con destino al nuevo continente en busca de fama y riquezas. Ya en el siglo XIX fue importante escenario de la Guerra de la Independencia y, con la llegada del vapor, formó parte de la red de comunicaciones del país al construirse un ferrocarril que le aportó ese carácter de ruta con el que hoy se conoce a uno de los principales itinerarios viajeros de Europa.

Improntas

El hecho de que la ruta tenga un origen romano no debe hacer olvidar que el territorio por el que atraviesa este itinerario alberga un interesante patrimonio de todas las épocas. Además del mundo romano se destacan los legados árabe, prerrománico asturiano, románico - que alcanza su máximo exponente en Zamora-, gótico y barroco sevillano.

Por otra parte, los municipios más pequeños atesoran un patrimonio rural donde tradiciones y costumbres populares forman todavía parte de la vida cotidiana y a las que se unen entre otros de los elementos, las diferentes músicas que ayudan a comprender la diversidad de la propuesta.

Desandarla

Amén de los resabios históricos y culturales de la calzada, están los atractivos naturales que se apostan en sus inmediaciones. Desde zonas marítimas a cursos fluviales pasando por montañas y valles, la riqueza ecológica y la variedad de paisajes están siempre presentes en el periplo.

Por el Sur, el itinerario arranca en la Vega del Guadalquivir andaluza y en la sierra norte de Sevilla, para atravesar Sierra Morena y desembocar en las dehesas y en los bosques de encinas y monte bajo extremeños surcados por los ríos Guadiana y Tajo.

Tras cruzar la bella Sierra de Béjar, las dehesas salmantinas se van transformando en las características llanuras cerealistas castellanas, regadas por los ríos Duero y Esla, en las que surgen importantes humedales como las lagunas de Villafáfila. Al norte de la provincia de León, con el magnífico paisaje de la Cordillera Cantábrica como telón de fondo, el paisaje verde de la montaña asturiana anuncia el final del recorrido junto al mar Cantábrico.

Tres Reservas de Biosfera (dos en Castilla y León y una en Extremadura) y dos Parques Nacionales (Doñana en Sevilla y Monfragüe en Cáceres), así como numerosos parques y reservas naturales que albergan una riquísima y variada fauna, están presentes en el trazado. También una red de establecimientos de turismo rural.

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