En sus dos etapas en las Canaritas de Leonardo Murialdo, su exitoso paso por las Torditas de Los Tordos Rugby Club y como capitana y goleadora de la Selección mendocina, Norma Noemí Mieras se convirtió en una de las grandes referentes del hockey sobre césped femenino de fines de los ‘70 e inicios de los ‘80.
Fue convocada además al selectivo nacional con vistas a los Juegos Olímpicos de 1988 (Seúl, Corea del Sur), en una época en la que no existía la mística de Las Leonas, leyenda que nació y creció con tanta pasión, popularidad y arraigo después de los JJOO de 2000 (Sidney).
Al final de su extensa y rica trayectoria también se destacó como jugadora de pádel. “Un ángel con faldas” fue el sugestivo título de una publicación de esos tiempos para graficar de alguna manera su espléndido juego, fina estampa y armoniosos movimientos cuando se lucía desde su habitual posición de líbero, inconfundible por el Nro. 2 en su espalda.
Oportuna goleadora en los corners cortos por su golpe fuerte y efectivo de perfecta justeza y dirección lo que la erigió en una de las grandes artilleras en los distintos equipos que integró. Norma había empezado a jugar a los 13 años en la categoría infantil de Murialdo, invitada por su amiga Mónica Franco, cuando Jorge Sancho, que era un destacado profesor de Educación Física, joven estudiante que seguía la carrera de Ingeniería Industrial, construía los cimientos de ese deporte en la prestigiosa institución de Villa Nueva.
Según la prolija investigación de Noemí Beatriz Cappelletti y Enrique Adrián Ricci, desarrollada en su trabajo editorial Historias del Hockey Sobre Césped en Mendoza, impreso en mayo de 2004 como un valioso aporte al historial de ese deporte, actividad que había llegado a estas tierras hacia 1968 entre muestras de asombro, dudas y cierto temor, pero apasionante y seductora, por encargo de las autoridades del colegio Estrada de Luján de Cuyo a su ex alumno Augusto ‘Chicho’ Velasco, estudiantes del profesorado de Educación Física y docente de ese establecimiento.
La sugerencia como explican los citados autores era encontrar un deporte de conjunto que pudieran practicar tanto las chicas como los varones pero que se orientara inicialmente hacia las niñas, porque los jóvenes ya competían en rugby.
Comentan también que en 1969 empezaron las charlas técnicas y las clases teóricas con palos de escoba y pelotas de trapo con la necesidad de difundir los aspectos más importantes del reglamento.
Otros pioneros como Jorge Estrada, Orfilia ‘Pocha’ Mur, Daniel Espósito, Mario Rivero, Jaime Alberto Aguiló y Enrique Figueroa, entre otros, se sumaron al esfuerzo inicial de Velasco para el progreso del entonces novedoso deporte de la bocha y del stick.
Del mismo modo que al Colegio Estrada se agregaron a partir del ‘71 con igual entusiasmo los colegios ICEI, Misericordia y Nuestra Señora del Rosario, y los clubes Marista RC, Liceo, Mendoza RC, Los Tordos, Unión, Obras Sanitarias (ahora Obras Mendoza) y Yerutí.
En una primera etapa sobresalieron los nombres de Alicia Zabala, Aída Siri, Elena Rouselle y Fernanda Carrascosa, de Marista; Margarita Rodríguez y Silvia Ferrer, del Misericordia; Marta Rodríguez, María López y Susana Bustos, de Unión; María Fermentini, Gabriela López, Dolores Iztueta y Marta Cucurella, de Yerutí; Marta Pugni, de Liceo y Graciela Guarrochena y Rita de Brandi del Mendoza.
Es a partir de 1972-1973 cuando el profe Jorge Sancho, con el valioso apoyo del presidente de la institución, Cr. Eduardo Aguilar, llevó adelante el proyecto del hockey sobre césped femenino en Murialdo.
Entre aquellas jovencitas de Villa Nueva, llenas de sueños, vigor y deseos de aprender para debutar en Primera, la presencia de aquel ángel rubio que con apenas 15 años comenzaba a trascender en las divisiones inferiores y que formó parte del equipo que alcanzó el campeonato juvenil en 1977.
Formación que Norma recuerda con una expresiva sonrisa: Telma Oreto, Norma Noemí Mieras, Analía Ervín, Alejandra Abraham, Sandra Moyano, Claudia Piaggio, Verónica Minze, Alejandra Boggio y María Alejandra Alcaraz, dirigidas por Jorge Sancho y Eduardo Diumenjo.
Añoranzas de Selección
Evoca Norma en la charla con Más Deportes: “Recuerdo que las chicas entrenaban en el patio del colegio con palos de escoba y pelotas de goma o bochas de cuero o tela que las mismas niñas rellenaban y cosían a mano.
Con la ayuda de ‘Paco’ Mesa, un dirigente muy querido y recordado, llegaron las primeras remeras, dos pelotas reglamentarias, dos arcos con redes que se construían con bolsas de nylon, tres sticks y los primeros botines Sacachispas de esos años.
Llegué al club a mediados de los ‘70 con 13 años de edad invitada por mi amiga Mónica Franco, que un día me pidió que la acompañara a entrenar. “Te va a gustar”, me dijo convencida de sus palabras y tuvo razón. El juego era atractivo y se diferenciaba de la rudeza del rugby por lo que nuestros padres nos permitían ir a entrenar”.
Y agrega: “En esa época Laura Gil y Graciela Ovcar fueron convocadas a la Selección mendocina y para las demás eso fue el espejo donde debíamos mirarnos. Muy joven debuté en Primera porque tenía 15 años y jugaba como Nro. 5 hasta que después me encontraron la verdadera posición cuando me pasaron a la defensa. Lo que tenía es que me proyectaba bastante bien y me adelantaba en las jugadas de los corners cortos para aprovechar la justeza de mi remate".
"Cuando se produjo un paréntesis de cuatro años porque Murialdo desarmó su cancha para construir otra de polvo de ladrillo me incorporé a Los Tordos. Con las Torditas, donde dejé un recuerdo imborrable, jugué hasta los 28 años y me relacioné con Alejandra André, una de mis mejores amigas de la vida y del deporte”.
“En esos tiempos fui citada primero a la Selección de Mendoza y después a la de Argentina, lo que obviamente me llenó de orgullo y satisfacción. Al igual que Marina Di Giácomo, Macarena Rodríguez y Silvina D'Elía, a las que admiro y respeto por su condición de Leonas, también pude ser jugadora olímpica ya que en 1987 fui citada con Cecilia Trujillo y Marisa Stella para la preselección que se preparaba para los Juegos Olímpicos de Seúl. Para que ello fuera posible debíamos radicarnos en Buenos Aires o viajar semanalmente porque los entrenamientos se desarrollaban en el Cenard, lo que constituía una dificultad porque debíamos hacernos cargos de los gastos”, prosiguió.
Esfuerzo doble y agradecimientos
“Desde niña amaba el hockey césped; en mi situación personal tampoco descuidé mis estudios porque me faltaban cuatro materias para recibirme de farmacéutica. Igual resultó un reconocimiento muy grande que no pude hacer realidad el hecho de ir a la preparación de Argentina. Deseo es agradecer el apoyo de mi familia para desarrollar mi carrera y los consejos de entrenadores que en distintos períodos contribuyeron al crecimiento de mi juego.
Entre ellos: Jorge Sancho, Alberto de Luca, Jorge Dabanch, Emiliana Nasrala y Alfredo Gabriel Castro. Del mismo modo tengo que elogiar a otros técnicos como Augusto Eduardo Velasco, Daniel Espósito, Jorge Estrada, Orfilia Mur, Jaime Alberto Aguiló, Rodolfo Codorniú, Oscar Benito, Mario Ragazzone y Julio Sarmiento, por su silenciosa y eficiente tarea que tanto bien le hizo a este deporte a lo largo de los años. Ahora soy feliz como espectadora de un deporte que adoro, que me formó como persona y que me marcó un camino en la vida, que me ayudó a construir una hermosa familia con mi esposo Gustavo y tres maravillosos hijos”.