La mejor forma de revivir la historia es a través de la memoria de quienes la protagonizaron. La Fiesta Nacional de la Vendimia, que este año vive su 84ta edición, no es la excepción.
A pesar de llevar cerca de diez años alejada de los eventos sociales y la prensa, Noemí Ongarato Suárez, Reina Nacional de la Vendimia 1945, accedió a recibir a Los Andes en su hogar y compartir su historia.
Con una amplia sonrisa dio la bienvenida al equipo periodístico y, abrazos de por medio, se sentó dispuesta a conversar, aclarando que había hecho una excepción. "Mi Vendimia se lo merece y por Elvira Calle, que se portó muy bien conmigo", aclara.
Es que la entonces presidente del Directorio del diario la invitó a visitar las instalaciones, donde pudo conocer las rotativas y todo el proceso de impresión. Pero, además, le obsequió "un libro de cuero que tenía un dibujo de una carreta con bueyes y adentro contenía todas las fotos que me habían sacado cuando era reina", describe.
También pueden haber ayudado dos acontecimientos importantes: el pasado domingo cumplió 90 años y en esta edición de la fiesta se cumplen 75 de su coronación.
Con una lucidez asombrosa para sus años, Noemí reconoce tener "los achaques típicos de la edad", que están relacionados principalmente con la artritis. "Me cuido mucho y estoy bien medicada", agrega.
El principio de todo
El repaso de la historia, su historia, comienza cuando la fueron a buscar para representar a Russell. Contactaron en principio a su papá, Chessio, en la bodega en la que trabajaba.
"Fueron varias veces, pero nunca nos comentó nada. Hasta que el italiano dijo que bueno y que me fueran a buscar a la casa", describe con todo detalle y un toque de humor. Por entonces, Noemí tenía 14 años.
Fue así que llegaron a la finca donde la joven estaba cosechando junto a su hermano. "Veíamos hasta un auto de los de la época que se iban acercando a la viña", precisa y continúa: "Hablaron con el dueño, le dijeron que buscaban a la hija de Ongarato y yo me asusté".
Y el relato sigue: "Me dijeron 'no pasó nada, usted ahora va a ser la reina de la Vendimia de Russell'. Cuando veo que aparece un fotógrafo de esos que se ponían las telas negras y me empiezan a fotografiar", repasa sonriendo.
Cabe recordar que seguía en el mismo sitio en el que estaba trabajando hacía unos minutos. "Así fue que el primer aplauso que recibí fue de todos los cosechadores, que eran mis compañeros. Y tuve que dejar de cosechar", agrega.
Así comenzó la carrera, ya que faltaba poco menos de dos semanas para la Fiesta Provincial de la Vendimia, como se llamaba entonces. La llevaron a su casa para que se probara vestidos. "Eso fue un lunes y el sábado fui elegida reina de Maipú, fue todo muy rápido", cuenta.
Como si las emociones fuesen pocas, el jueves siguiente, 1 de marzo de 1945, Noemí cumplía los 15 años. Para celebrarlo, armaron un palco por el que pasaron todos a saludarla y recibió numerosos regalos y muchas flores.
Además, recuerda con gran agradecimiento a quien estaba al frente de la Comisión Vendimia de Maipú. "La señora Paganotto me abrió la cabeza y me dijo: 'Vas a subir al escenario como si estuvieses acostumbrada'. Eso me ayudó".
La noche que marcó su historia
Llegó así el día de la fiesta y la flamante soberana de Maipú debía alistarse para el Carrusel, previo al Acto Central. "Me llevaron a la peluquería para que me maquillaran y peinaran; mi papá siempre al lado mío", destaca.
Una vez lista, se paró delante del padre quien, con autoridad, le dijo: "Yo así no te dejo subir al carro". El peinado en sí no era el problema, sino el maquillaje de los ojos y los labios, que era fuerte. Una vez que le quitaron todo, dio el visto bueno con un "ahora, sí".
Lo gracioso de la situación es que Noemí aún conserva una publicidad que hizo la peluquería Colucci en la que se la ve tal cual la habían maquillado originalmente. Sin embargo, la soberana 1945 confiesa: "Lo que más admiró a la gente fue que yo desfilaba a cara lavada".
El recorrido de los carros finalizó en el predio de la Calesita del Parque, alrededor de la cual se había armado una tarima en forma de medialuna a la que quedaban amarrados los carruajes de cada departamento. "A medida que nos mencionaban íbamos descendiendo y subiéndonos al escenario. La fiesta fue de mucho folclore", rememora.
Aquel día quedó grabado en su memoria, Noemí cierra los ojos como repasando mentalmente las imágenes del momento de la elección; sonríe y cuenta: "Fue impresionante; una maravilla. Estaban los cadetes de la Escuela Naval de Buenos Aires y los primeros 3 votos fueron para Maipú, así que lanzaron las gorras hacia arriba".
Si bien reconoce que todas las soberanas recibieron votos, los mismos eran pocos y fueron 18 los sufragios que la consagraron Reina Provincial de la Vendimia. Es importante recordar que la fiesta y el reinado pasaron a considerarse nacionales recién en 1972. Virreina resultó la representante de San Martín, Cleofe Quintana, con 10 votos, según precisa.
Cuando la nombraron como ganadora de la elección, Noemí "lloraba, lloraba y no podía parar de llorar". Una foto de esa noche la retrata mirando hacia la izquierda, tras ser coronada. ¿La razón? "Nunca había visto los fuegos artificiales y estaba sorprendida", argumenta.
Luego fue trasladada, junto a las restantes reinas departamentales, a Babilonia, donde había una pista de baile. "Nos esperaba el Gobernador (Aristóbulo Vargas Belmonte) y las familias de todas las reinas; era un agasajo para nosotras", apunta.
Fue entonces que le obsequiaron una cadena de oro con una medalla que, años después, le robaron. También le regalaron una bicicleta y una máquina de coser.
A la hora de poner en palabras lo que significó para ella el reinado, reconoce que le "marcó la vida". "A la Vendimia la llevo en lo más profundo de mi corazón. Eso y la maternidad han sido las dos cosas más importantes que he vivido", confiesa.
Una vida de amor y esfuerzo
Noemí solo fue a la escuela primaria hasta tercer grado y desde pequeña trabajó en la viña. "Teníamos que trabajar mucho afuera y en la casa", reconoce.
El reinado no cambió esa situación y ella siguió cosechando, atando, podando y acarreando hasta los 20 años, cuando un episodio la marcó. "Ese día no me sentía bien y tomé agua del canal para aliviarme. Ahí me agarré tifus y nunca más volví la viña", cuenta con tristeza.
En el tiempo que fue reina contó con la compañía y el apoyo constante de su papá y su mamá, Juana Suárez. Además, se encarga de aclarar que tiene "los mejores recuerdos" de esa época en la que fue "respetada, aconsejada". "Me cuidaron muchísimo", subraya.
En cuanto a los cambios que se han generado desde que ella fue reina hasta hoy, principalmente en torno a la figura de la reina, indica: "Yo lo veo bien, todo cambia y hay que adaptarse. Las chicas tienen que crecer como va creciendo el mundo para poder desempeñarse en los eventos".
Su alejamiento de los medios y de los eventos relacionados a la fiesta tienen que ver, entre otros factores, con una experiencia negativa que vivió hace varios años, durante un Acto Central en el Frank Romero Day. "Era gobernador (Celso) Jaque. Había ido con mi nieta y me vinieron a decir que ella no podía estar sentada conmigo, que tenía que irse a otro sector. Les expliqué que no podía ser, ella estaba acompañándome. Ésa fue la última vez que fui", cuenta con cierto dolor.
No obstante, ese acontecimiento no cambió en nada su amor por la fiesta magna de los mendocinos ni los recuerdos felices que le dejó la experiencia vendimial.
Además de su hijo Mario y de sus nietos y bisnietos, Noemí recibe cuidados y atención de tres mujeres que la acompañan: Claudia, Mariana y Verónica. Sobre esta última indica: "Es una hija para mí".
El pasado domingo fue su cumpleaños número 90 y lo celebró a lo grande, junto a amigas, su familia todas las personas importantes de su vida. "Fue maravillo", agradece.
El recuerdo más gracioso
Solamente recordar ese día ya le dispara risas. Hay que viajar a 1945 y ponerse en situación. Ése año todas las comunas le enviaban invitaciones para que participara de sus eventos.
El municipio de La Paz no fue la excepción y le hicieron llegar una participación a la comuna de Maipú para contar con su presencia en una inauguración de un club.
"Íbamos con mis padres y el intendente por una huella de tierra y el auto se descompuso. Estaba de noche y no teníamos cómo avisar lo que nos estaba pasando", empieza el relato.
La preocupación los estaba ganando cuando, a lo lejos, vieron aparecer una luz: "Era una lucesita que cada vez se acercaba más, se trataba de un camión chiquito. El conductor nos preguntó que había pasado y a dónde íbamos".
Le explicaron la situación y el hombre se prestó a ayudar. "Nos dijo que podía llevarnos, pero estaba en una mudanza. 'La reina y la mamá pueden ir adelante, pero el intendente y el señor deben ir atrás', nos aclaró", detalla entre risas.
"Resulta que atrás iban un caballo y un chancho. El intendente iba de blanco y llegó todo sucio y orinado", concluye la anécdota tentada, dejando en claro que los recuerdos siguen vivos, casi como el primer día.