"Mi amor por los ?fierros' empezó por mi papá, que me llevaba cada domingo a Luján y yo siempre lo acompañaba para hacerle el aguante (soy hija única). Tenía 10 años, fui aprendiendo y cada vez me gustaba más. La verdadera locura empezó cuando mi papá me regaló mi propio auto, cuatro meses antes de cumplir los 18. Fue un Súper Europa y lo apodé "Euterio". Lo restauramos entero, le pusimos un par de fierros, tapa, carburador, escape y -sobre todo- amor. Tiempo después entré al Club Mendoza del 128, del que hoy soy presidenta, y sin darme cuenta entré a un mundo fascinante de amigos unidos por los autos".
"Para mí todo esto significa muchísimo, me enseñaron valores y cómo respetar a un auto. Aprendí a no competir, sino a darnos una mano. Con mi viejo me uní mucho más; al contrario de lo que suele pasar a esta edad, yo cambié noches de boliches para quedarme lavando el auto, para juntarme con el club, para ir al Parque con mi papá. Dejé de comprarme ropa para comprarle algunas cosas al auto. No te puedo explicar lo que siento cuando piso el auto, es una adrenalina que recorre todo tu cuerpo y te sentís libre. Es lo que me llena el alma, me alimenta el corazón. Mi corazón no late, ¡regula!"
