Noches blancas de San Petersburgo

Desde el otoño y parte del verano la temperatura promedia los 18º y hay luz solar durante 20 horas. El resto es un atardecer -amanecer continuo.

Noches blancas de San Petersburgo
Noches blancas de San Petersburgo

Con la llegada de la primavera la ciudad de los canales y las magnas construcciones de Pedro el Grande renace, no sólo por las agradables temperaturas que dejan atrás las duras marcas del invierno -que llegan a los -30°- sino porque la luz se hace presente, y pareciera que tras tantos meses vetada, se instala para quedarse. 
El fenómeno de las "noches blancas" es disfrutado por locales y por los miles de visitantes que arriban a una urbe que se resiste a dormir. Sus 21

puentes levadizos (hay 800 en total) se abren con la caída de la tarde para dar paso a los barcos grandes brindando un aura vital impensado tan sólo días atrás. Mientras, en la inmensidad celeste se clavan las agujas doradas de las torres de iglesias y grandes palacios, entre estelas rosas, naranjas y violáceas provocando un ambiente onírico.

Resulta que durante un mes y medio aproximadamente el sol casi no se pone, recién a las 22 parece ocultarse pero la suave penumbra del fin del día se confunde con la del siguiente. Un atardecer que se funde en el amanecer, un espectáculo fascinante. Y la urbe lo celebra, no es para menos, con festivales, conciertos, una ópera renovada y la invitación a los cruceros con champagne y caviar por el río Neva.

Los bares, bistrós o pubs están abiertos hasta tarde. Los enamorados pasean por las orillas del río en el que se reflejan algunos de los edificios más emblemáticos.

Los estudiantes que finalizan el tiempo escolar se lanzan a sacar el jugo a cada hora que puedan. Los turistas siguen a los habitantes hasta el Golfo de Finlandia, en auto, buses o taxis. Allí es un momento único en el que el astro se esconde tímidamente, sin ocultar su resplandor. El vodka auténtico, acompaña.

Herencia del imperio
Desde sus inicios, San Petersburgo fue concebida como capital, pensada y edificada para tal fin. Pedro I es su gran mentor, quien quiso una salida al mar para Rusia, lo que le permitiría acercarse a Europa y dar un impulso económico a su imperio, por tanto se embarcó en la Guerra del Norte para ganar espacio a Suecia.

La ciudad edificada sobre pantanos se valió del “ tributo de piedras” que decretó el gobierno para toda persona que arribara a ella y con esclavos de todo el territorio en tiempo récord. Algunos datos dan la magnitud de esta titánica obra de roca y también de sangre.

La fecha fundacional, el día en que fueron echados los cimientos de la Fortaleza de Pedro y Pablo, fue el 27 de mayo de 1703. Sin embargo se constituyó en capital cuando en 1712 se trasladó el zar con su corte.

El primer edificio fue la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, levantado sobre la isla de Zaiachiy en la ribera derecha del río Neva, un ícono que perfila la sky line hasta nuestros días.

Los diseñadores eran alemanes; ellos también se encargaron de los drenajes en torno al río y a sus canales, entre las islas. Así surgía la urbe más artificial hasta ese entonces, un delirio que debía ser magnífico ya que sería el centro político y económico de Rusia. En Venecia y sus canales se inspiró Pedro. Sin embargo no quería puentes permanentes. Deseaba más un circuito abierto como el del Gran Canal.

También el patrón de cursos de agua fue copiado de los de Amsterdam. Así, también con maestros italianos y franceses, el vertiginoso ritmo de las obras fue admirable, se sucedieron pilotes, calles, casonas, palacetes, iglesias, hospitales y oficinas del gobierno.

El mismo año de la fundación se iniciaron las obras de un astillero, el Almirantazgo, que llegaría a ser el cuartel general de la armada rusa. En 1710 se comenzó el Palacio de Verano, residencia estival de los zares; en 1712, la capitalidad pasó de Moscú a San Petersburgo, y con ella muchas dependencias oficiales.

También se erigió a orillas del Neva el Palacio de Invierno, que cuenta con unas mil cien habitaciones y que hoy alberga al famosísimo Hermitage. Para 1714 ya habían 34.500 edificios en el trazado urbano capricho del zar.

Entre ellos la increíble catedral de Kazán, con su columnata frontal en semicírculo. Su imponente presencia contribuye a la arteria más famosa de la ciudad, la Nevskij Prospekt, donde todas las compras tienen lugar y una de las avenidas más espectaculares del planeta.

Entre tanto deslumbrante trabajo los centenares de puentes unían orillas en los numerosos canales y Europa comenzó a mirar con otros ojos a estas lejanas y gélidas latitudes.

El devenir de la historia siguió colocando a San Petersburgo en la primera línea de los acontecimientos rusos, desde las sucesiones reales, pasando por los levantamientos de campesinos, la creación de las Dumas, los movimientos obreros y el impacto de la I Guerra Mundial con la consecuente Revolución Rusa.

En la actualidad, entre grandes tiendas y despampanantes propuestas turísticas, se cuelan los anhelos de Pedro, los vestigios de la URSS, su caída, la reacomodación al mundo moderno y al capital, y algún texto de Fiodor Dostoievski inseparable del espíritu citadino.

¿Qué ver?

Fortaleza de Pedro y Pablo. Revestida de piedra y granito, la fortaleza alberga a la catedral homónima, hoy panteón de los emperadores rusos. El campanario rematado con una aguja revestida en oro, con forma de ángel volando, llega a una altura de 122,5 m.

Plaza del Palacio. La antesala al Hermitage deja ver en su cara sur, dos enormes edificios unidos por un arco del Triunfo -que une la plaza con la Avenida Nevski -por el que ingresan los viajeros a este espacio para sucumbir ante tanta belleza. La armonía es total; las ventanas de los dos cuerpos, así como la altura de los edificios, (22 metros), coinciden con los del museo. La columna de Alejandro, la mayor monolítica del mundo con una altura total de 45,5 metros y más de 600 toneladas de peso, rematada por la figura de un ángel aplastando una serpiente, preside la explanada.

El Palacio de Invierno. tiene una longitud de 2 km, con 1.054 habitaciones, 2.000 puertas, 2.000 ventanas de 12 estilos diferentes y 120 escaleras. Ahora es el  Museo Hermitage al que dio inicio Catalina II, cuando en 1764 adquirió los primeros 225 cuadros. Se dice que la colección es única en su tipo porque refleja la cultura, la historia y el arte de prácticamente todos los tiempos y todos los pueblos.

Catedral de San Isaac. El templo ortodoxo más grande del mundo tiene una altura de 101 m y ocupa una superficie de 10.000 m2 que da cabida a más de 12 mil personas. Fue erigida hacia el S. XIX y su construcción demandó cuarenta años. Numerosos minerales preciosos se observan en el interior, y desde su cúpula se obtiene una panorámica completa de la urbe.

El Salvador sobre la sangre derramada. La iglesia, muy similar a la catedral moscovita de San Basilio, se construyó en el lugar en el que hirieron de muerte al Emperador Alejandro II miembros de la "Naródnaina Volia", (voluntad del pueblo), de allí su denominación. Su silueta complicada y muy pintoresca, exponente del espíritu de la arquitectura rusa, tiene multicolores mosaicos y azulejos esmaltados que se reflejan en las aguas del canal que la rodea.

El metro más profundo del mundo. Vale la pena penetrar los más de cien metros bajo tierra en las escaleras mecánicas, velocísimas, que transportan hacia el vehículo en dos minutos con treinta segundos. Otra alternativa interesante para recorrer los barrios residenciales que están fuera del circuito turístico es el paseo en tranvía o en trolebús.

Artesanías. Existen innumerables objetos de uso cotidiano como cucharones, cucharas, vasos, vasijas, platos, entre otros, realizados en madera de abedul y decorados artesanalmente con exquisitos trazos que reflejan la cultura local. Los íconos con imágenes religiosas imitando los iconostacios y frescos de las catedrales, pueden encontrarse en variedad de tamaños y precios. Están las famosas Matriushkas, porcelana en tazas muy típicas y las copas de cristal de Bohemia que pueden hallarse en cualquier rincón de la ciudad.

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