Por Fabián Galdi - Enviado especial a Buenos Aires
Es poco probable que se pueda responder hoy día a tres interrogantes que surgen solos: 1) ¿Cuál es el techo de Rodrigo Rey?; 2) ¿Cuánto tiempo más se podrá observar al guardameta en las canchas argentinas?; 3) En el recambio natural de arqueros seleccionables que podrá darse tras Rusia 2018 y previo a Catar 2022, ¿qué lugar ocupa hoy el guardavalla detrás de Sergio ‘Chiquito’ Romero?
La consolidación de Rey en el arco de Godoy Cruz está instalada sin lugar a discusión alguna. Sin embargo, hay cuestiones técnicas que hacen de este arquero un especialista en la materia. No se trata sólo de la elasticidad, los reflejos o el salto milimétrico, sino también del modo en el que toma las decisiones ante la eventualidad de situaciones de juego apremiantes.
Un síntoma de madurez a edad temprana para quien defiende la valla, a sabiendas de que la tendencia marca que en ese puesto se alcanza el punto más alto de rendimiento en la curva ascendente que va desde los treinta años en adelante. Y Rodrigo recién acaba de cumplir 26, a comienzos de este mes.
Frente a Racing, Rey aplicó con mucha eficacia el concepto base de la bisectriz para achicar los ángulos de tiro. El paso al frente en el instante justo le permitió desviar sendos disparos desde media distancia y en posición perpendicular.
Una mínima distracción le hubiera provocado una situación de peligro inmediato, tanto por un posible rechazo no direccionado o una colocación débil del brazo y sin la potencia necesaria para desviar el balón hacia los costados.
Una técnica de manual, pero que cada vez se ve menos en nuestro fútbol. Es más, un alto porcentaje de los goles que observamos a diario en la Primera División se deben a rechazos cortos y que dejan la pelota servida para el atacante adversario.
El golero tombino supo aplicar una correcta lectura de las velocidades del juego, saliendo en corto o en largo y recto o hacia los costados.
Ésto también implica un grado alto de concentración para tomar las decisiones pertinentes según lo amerite el hecho. Un segundo de más - propio del arquero efectista que sabe que la TV lo pondrá en primer plano - puede desembocar en una desacertada ubicación de quienes ocupan la zona defensiva y especialmente de quienes reciban el esférico para dar el primer pase.
En consecuencias, de su manejo de los tiempos también dependió que el Tomba pudiera salir del asedio producido por el antagonista aunque también es cierto que tanto los volantes como los laterales dividieron el juego más de lo que era aconsejable.
Las reacciones ante los remates frontales de Iván Pillud y Diego González, la arremetida de Gustavo Bou y sobre todo el mano a mano contra Francisco Cerro - determinación en el paso adelante con el cuerpo expandido - resultaron los puntos más altos en Avellaneda.
Se desprende, además, un notorio compromiso con participar de manera activa en la elaboración de juego. Tiene incorporados los conceptos de repentización y temporización - eufemismos de la jerga futbolística - y esto redunda en un mínimo margen de riesgo al momento de abandonar los tres palos y salir a atorar al atacante que se acerca para definir.
Rey apunta a instalarse en un nivel premium a corto o mediano plazo. Su visión de juego le permite decidir cuál será la opción más adecuada de cara a enfrentar el peligro. Sus recursos siguen creciendo, lo que implica que su trabajo de perfeccionamiento está lejos de ser cumplido a desgano o inapropiadamente. Es llamativo cómo prepara el resguardo de su zona en las decisiones ipso facto: amago, salida, achique de ángulo o cobertura de los palos.
Quedará en él, sobre todo desde el plano psicológico, su fuerza de mentalidad para asumirse como lo que apunta a ser: un arquero de excepción.
