La táctica y la estrategia se van al diablo cuando a un equipo le convierten un gol a los 40 segundos de juego. El gol de Gremio, casi desde los vestuarios, modificó toda la planificación de un duelo determinante para el futuro de Godoy Cruz en la Copa Libertadores de América. Si Lucas Bernardi imaginaba un partido similar al de Mineiro, la taba se le daba vuelta.
La puñalada de Ramiro agrandó al equipo de Renato Gaúcho y abrumó al Tomba; lo llenó de dudas y le bloqueó la cabeza y las piernas. Nervioso, el Tomba corría detrás de la pelota, llegaba casi siempre tarde y se cargaba de amarillas (en 18 minutos Abecasis, González y Galeano fueron amonestados).
Al mismo tiempo, Gremio tocaba y tocaba. De tres cuartos de cancha hacia adelante, rotaba, se movía y era pura precisión en velocidad. Todo, al ritmo del número 9: Pedro Rocha. En la previa, todos hablaban de Luan, pero lo cierto es que el zurdo la rompió. Y no sólo por la asistencia a Ramiro en el gol gremista.
Ni el frío ni la lluvia fueron suficientes para amedrentar al bravo equipo brasileño. Todo lo contrario. En un campo de juego pesado y rápido por la persistente llovizna que cayó antes y durante el partido, Gremio hizo de la posesión un estandarte y le sacó provecho a su mayor jerarquía individual y oficio en encuentros internacionales de esta índole. Grohe hacía tiempo, Kannemann simulaba y le “manejaba” el partido al peruano Carrillo.
Al Tomba le costaba una enormidad recuperar el balón y hacer tres pases seguidos. Y cuando tenía el balón, lateralizaba y no era profundo. La única vez que lo hizo fue sobre la media hora de juego, cuando Garro aceleró por izquierda, llegó hasta el fondo y tiró el centro atrás que Correa alcanzó a conectar cayéndose, era el empate pero Marcelo Grohe puso el pie derecho y ahogó el grito.
Más allá de esa situación, Gremio era más y no amplió el marcador porque careció de sintonía fina en dos o tres ataques encabezados por la figura de Pedro Rocha.
El complemento no varió demasiado su desarrollo. Lejos de meterse atrás, en los primeros minutos Gremio siguió manejando el balón lejos de su arco. Bernardi movió el banco de suplentes con dos variantes antes de los diez minutos: Angileri por Cobos y Pol Fernández por González. Gremio no sufría el partido, pero tampoco lo definía.
Al Tomba, que no tenía la pelota, le costaba horrores generar asociaciones. Pero si algo se le valora a este auténtico embajador del fútbol mendocino es su amor propio, empeño y vigor para tratar de sobreponerse a la adversidad. Y con esa receta logró emparejar las acciones, hizo retroceder a Gremio y merodeó el 1-1 en un par de ocasiones.
No era la noche del Tomba. Y para colmo, la terna peruana cobraba todas las divididas para los portoalegrenses. En el partido más importante del semestre, al Expreso no le sonó el despertador y lo pagó caro. Igual, nada está dicho: en Brasil se juega una patriada.