Después de tantos años, quiero sacar a la luz el motivo por el cual cerramos las puertas de La Marchigiana a los políticos, pero no con malas intenciones. Me dolería mucho saber que ofendimos o dañamos personalmente a alguien. Tengo un gran respeto por la democracia, por lo que yo, por mi edad y por lo que he vivido, puedo decir que la libertad del pensamiento, la justicia social y el sentido de la humanidad, sólo lo tendremos a través del fruto de una democracia transparente.
Lo que nosotros hicimos en ese tiempo fue hacer pública una carta, la cual decía “Dele la leche a los niños” y ésa fue la razón por la cual gritamos frente a la desnutrición de nuestra infancia. En una patria que tranquilamente puede alimentar a 300 millones de habitantes, en 2002 falleció desnutrida una niña en Tucumán, lo cual se hizo público mundialmente y fue una vergüenza.
La carta seguía: señores políticos, atiendan a nuestro pedido, que esta puerta estará siempre abierta de par en par para ustedes. La democracia está hecha para el diálogo. Lo más bello de la democracia es la transparencia, la justicia social, el respeto entre nosotros, la educación y no valerse de las mentiras y de donar sin ningún esfuerzo.
Mi hija, Beatriz Barbera, que fue funcionaria pública años atrás, se fue silenciosamente porque en su carácter no estaba denigrar a nadie y aspiraba a que cada funcionario hiciera su deber. Les digo más, estuvo becada por cinco años en Roma en el comité olímpico, ascendiendo para un doctorado. No sólo que no era cosa fácil porque sólo entraban 10 sino que fue más difícil aún por ser ítalo argentina. A pesar de todo, volvió por amor a su patria, como tantas veces lo hacen los jóvenes de volver a sus raíces, porque estando afuera se valora más lo que se ha recibido del país.
La Argentina fue uno de los países más avanzados en dar educación a los más humildes, a los inmigrantes, y gracias a esto, pudimos todos cumplir el sueño del “hijo recibido”. Para agregar, mi hija inició su sueño, la villa del deporte, pero no esa ostentosa obra porque sabía muy bien que no se podía llevar a cabo. Sólo pretendía que fuera para potenciar el deporte con más canchas, menos costos y funcionando con tenacidad y disciplina, porque el deporte está destinado a nuestros jóvenes para alejarlos de la droga y encaminarlos a una vida sana.
No escribo esto para elogiar a mi hija sino porque el deber de cada uno es devolverle al otro. Quitar la mentalidad de que cada uno es dueño a gusto y ‘piacere’ de lo que, en realidad, pertenece a todos. Creo que ésta es la única manera de agradecer a Dios que tengamos una democracia; que nos una a todos, que no nos separe.
La fuerza que me impulsa a expresar esta opinión públicamente es el hecho de haber perdido un hijo, un joven lleno de esperanzas y aspiraciones, primero en la camada del ’83 con el mejor promedio en Ciencias Políticas. Aprovecho para agradecer infinitamente a los directivos de la facultad de Ciencias Políticas de la UNCuyo, por habernos invitado a un acto que conmemoraba a Gioacchino Barbera. Él solía insistir con lo siguiente: “Mamá, un ser le debe a otro ser; nadie puede permanecer indiferente”.
Reitero, una vez más, no es al partido que se traiciona sino al pueblo.
María Teresa Corradini de Barbera
Ced. Ext. 229.891