La reciente marcha “de la resistencia”, realizada bajo el paraguas de una organización como Madres de Plaza de Mayo, debe constituir un severo llamado de atención, tanto para la clase política como para la sociedad en su conjunto.
No se trató de una simple reunión de legítima protesta sino de una convocatoria que, tanto en sus objetivos como en los términos de los discursos, busca limar los cimientos de un gobierno elegido por el pueblo, con el agravante de que gran parte de los participantes del acto, afirmando defender la democracia, estuvieron durante más de diez años integrando un gobierno que no aceptaba el disenso y que calificaba de antidemocrático y destituyente cualquier reclamo u opinión que surgiera de la prensa independiente o de la población en su conjunto.
Más allá de la llamada resistencia peronista entre 1955 y 1973 que buscaba el regreso de Juan Perón, también se puede hablar de la “resistencia” durante el proceso militar, cuando un grupo de madres de detenidos desaparecidos comenzó a marchar en silencio en Plaza de Mayo, reclamando la aparición con vida de sus hijos, en una actitud que tuvo trascendencia internacional por la modalidad de la protesta.
Con el correr del tiempo los objetivos fueron mutando y ya con el gobierno democrático exigían conocer el destino de sus hijos y el enjuiciamiento a quienes consideraban impulsores de la desaparición de personas. Llegado el kirchnerismo, el grupo de madres se mimetizó con el oficialismo y comenzó a realizar tareas que nada tenían que ver con el objetivo inicial.
Es comprensible el reclamo de las madres por conocer el destino de sus hijos; aceptable el pedido de justicia, pero lo que resulta incomprensible es que esa misma organización se dedique a construir viviendas, con resultados más que desastrosos y que actualmente están siendo investigados por la Justicia, o a impulsar universidades absolutamente politizadas. Mucho más incomprensible aún es la actitud actual de realizar marchas “por la resistencia” a un gobierno que ha sido democráticamente elegido por la voluntad popular.
Dos aspectos más quedan por señalar respecto de dicha marcha. En primer lugar, el aprovechamiento que hicieron algunos políticos para cubrirse con el paraguas de las Madres y de esa forma intentar hacer aparecer como un determinado poder de movilización que ninguno de ellos tiene, mientras paralelamente buscan algún tipo de influencia sobre la Justicia que está siguiendo sus pasos, como es el caso de Guillermo Moreno, Luis D'Elía, Amado Boudou; el titular de Quebracho, Fernando Esteche; los “jóvenes” de La Cámpora: Andrés Larroque y Wado de Pedro y el hijo de los ex presidentes, Máximo Kirchner.
El restante tema a considerar se relaciona con el contenido de los discursos y de los cánticos que se escucharon durante el acto. Hebe de Bonafini, que durante años reclamó justicia y ahora no acepta una convocatoria dispuesta por un juez, no sólo criticó sino que también insultó al Presidente de la Nación. Máximo Kirchner exigió soluciones, olvidando que gran parte de los problemas actuales son la herencia que dejaron sus padres.
Si el kircherismo intenta volver al poder deberá comprender que no es ésta la forma de conseguir ese objetivo. Debería primero hacer una autocrítica para recién después exigir soluciones pero reclamando como corresponde, dentro de los límites de un sistema democrático que los argentinos estamos dispuestos a defender.