Es inútil refugiarnos afuera cuando sopla el viento zonda. No le podemos ganar a Brasil. Hace una punta de años que no podemos y se estira, y se estira, la hora de una celebración.
El día del partido todos estábamos con una dosis alta de esperanza como si nos hubieran inoculado una inyección de optimismo y encaramos el partido con los nervios que uno de estos partidos despierta.
Las cábalas habituales, “que yo me siento en el sillón”, “que no canten los goles antes de que sean goles”, “que me persigno tres veces”, “que rezo en voz baja para que nadie se dé cuenta de que estoy reclamando una ayuda divina, porque con los jugadores solos no podemos”.
Pero nada de esto surtió efecto. Nos volvieron a ganar. Si bien la Argentina jugó su mejor partido en toda la Copa América eso no sirvió para derrotar a la verdeamarela.
¿Son definitivamente superiores a nosotros? Bueno en los últimos tiempos parece que sí. Hubo una época en que los resultados favorables se repartían y ganaba una vez uno y otra vez otro.
Esto parece haber cambiado lamentablemente para nosotros. Es cierto que hubo partidos que nos favorecieron en circunstancias magnas de este deporte, como aquel 1 a 0 en Italia, cuando Caniggia, después de un pase magistral de Maradona selló el encuentro y dejó a Brasil fuera del mundial.
Pero en los últimos tiempos ese recuerdo queda muy lejano y uno tiene ganas de que se repita un triunfo aunque sea con un gol hecho de poto, o con una seguidilla de penales.
No pudo ser, las cábalas no dieron resultados. Vamos a tener que buscar cábalas más convincentes o más efectivas para hacerle frente a este tipo de compromisos.
Nos quedamos con la sangre en el ojo y el ojo medio cerrado por la desazón. Se transformó la noche del martes en un insulto colectivo y la indignación porque no nos cobraron dos penales (uno dudoso).
Es que la tecnología no nos ayudó. No nos ayudó en todo el torneo pero claramente se hizo la desentendida con dos jugadas donde los nuestros son ilícitamente atacados ante la vista de todos. Los del VAR debieron estar fumando un cigarrillo afuera de la sala porque no vieron nada, ni siquiera un rasponcito, un empujoncito, nada.
Ahora a volver a empezar, nos queda como objetivo valioso la Copa América que se jugará en nuestro país. La mitad, porque la otra mitad se ha de jugar en Colombia. Ni siquiera tenemos la suerte de ser enteramente locales en este tipo de competencia.
Es más inútil que un campeonato de surf en Bolivia. No viene bien la mano con la selección. Tal vez deberíamos intentar algún tipo de exorcismo en la AFA que produzca un cambio de jugadores y fundamentalmente un cambio de dirigentes.
A llorar al Calvario, dice una frase muy conocida, y es lo que precisamente tenemos que hacer.
Párrafo aparte para Messi. Jugó bien el último partido tuvo por momentos las luces encendidas, pero uno recuerda sus mejores momentos en el Barcelona y está esperando que repita con la celeste y blanca iguales performances.
No ocurrió, puede que ocurra en el futuro, pero claro, uno es impaciente y a veces se cansa de esperar.
Listo. Copa América cerrada para nosotros. Habrá que mirar el futuro, pero hemos perdido una oportunidad inmejorable. Qué bien le hubiera venido al pueblo argentino, que está sometido a los rigores de una economía infame, haber tenido una sonrisa en los labios y al menos haber vivido unos días con la alegría puesta.
No pudo ser, como dice el referí: “!Siga, siga!”