No nos defiendan más - Por Mauro Sosa

Quienes importaron vinos o validaron esta práctica son los que vocean un supuesto sobre stock sin contar con todos los elementos.

No nos defiendan más - Por Mauro Sosa
No nos defiendan más - Por Mauro Sosa

“Se avecina una súper cosecha” o “nadamos en un mar de vinos” son algunas de las frases que en tono apocalíptico, a modo de ritual, cada año y desde el mismo sector anuncian como oscuro porvenir para miles de productores y elaboradores. Lo cierto es que aventurar por estos días una estimación de cosecha,  resulta, por lo menos, irresponsable. Sí podemos referirnos al  heterogéneo estado vegetativo de los viñedos, el corrimiento o la peronospora detectada, entrever las consecuencias de la helada registrada en el mes de octubre o bien considerar que a la fecha ya se registran en Mendoza más de 20.000 hectáreas de vid con el 100% de daños. Con esta información, un pronóstico climático que indica un año húmedo y el prolongado tiempo restante para terminar la cosecha no parece razonable sino lo contrario.

Lo mismo aplica para las existencias vínicas. Lo concreto es que las proyecciones de existencias al mes de junio del corriente,  en base a datos del INV arrojan el equivalente de uno a dos meses de comercialización por encima del volumen de “equilibrio”, estimado éste en 4 o 5 meses. ¿Es en serio que quieren insistir que este es el problema de la vitivinicultura? Quienes importaron vinos y/o validaron esta práctica son los que vocean un supuesto sobre stock sin contar con todos los elementos que lo justifique.

¿Se repetirá la experiencia de los años 2014 y 2015 cuando los mismos sectores convencieron a dos gobernadores para interceder ante dos presidentes de la Nación a intervenir en el mercado mediante compra de vinos porque sobraban cientos de millones de litros? El dinero fue dispuesto pero los operativos de compras fracasaron.

Después sucedió la cosecha 2016 y todo quedó en el olvido.

Ocurre que han naturalizado la idea de que el productor/elaborador no puede ni debe reservar sus vinos porque "rompe los equilibrios" y de allí devienen los pobres precios que les ofrecen; pero si estos aumentan, entonces los grandes compradores echan mano, por ejemplo, a las importaciones para poder controlarlos. Se trata de una imposibilidad que oculta un perverso engranaje: los productores deben vender a bajos precios todo el año y posteriormente endeudarse con altísima tasas de interés para levantar sus cosechas. Doble golpe.

Esta puntualización no invalida el firme reclamo al Gobierno Nacional para mejorar la competitividad. Es una aspiración tan antigua como necesaria que no admite resignaciones ni tiempo ,ni especulación. Nadie ignora que un impuesto por dólar exportado, reducción del pago de reintegros, carencia de acuerdos de libre comercio, derechos de exportación, onerosa logística, presión impositiva y un contexto inflacionario-recesivo excluye a la vitivinicultura del mercado externo y la complica en el mercado interno.

Pero apelar a un supuesto excedente vínico y pronosticar improbables producciones, además de abonarle el terreno al oportunismo político, instala en plena época de cosecha una expectativa de precios bajos en perjuicio del productor/elaborador; un sector castigado y desfinanciado al que dicen defender desde una vitivinicultura cada vez más concentrada, dominante y siempre favorecida. Vale repetirlo, no nos defiendan más.

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