Desde 1995, el poder territorial ha sido clave para ganar elecciones. El primero que lo supo fue el Partido Justicialista. Fueron sus intendentes, aquel año, los que “empujaron” la fórmula Lafalla-López y complementaron el “arrastre” que desde el primer tramo de la boleta ejercía Carlos Menem como candidato presidencial.
En ese momento nacieron los “caciques”: intendentes con posibilidades de reelección indefinida y votos cautivos que condicionaban a los gobernadores de turno, “limitados” a cuatro años y más débiles a la hora de negociar.
Ese protagonismo los llevó a encabezar las boletas elección tras elección: Chiqui García, Pardal, Amstutz, Jaque, Bermejo y Félix, por el lado del PJ. Iglesias, Sanz, Biffi, Cornejo y ahora Suárez, en la vereda radical. De Marchi por el PD. Antes de todos ellos, el pionero fue el Viti Fayad.
La mayoría de los intendentes lograron sobrevivir a los cambios de signo político en el país y la provincia, y así su leyenda fue creciendo.
Muchos peronistas se mantuvieron pese a la paliza de la Alianza en 1999, que con De la Rúa a la cabeza llevó al triunfo en Mendoza a Roberto Iglesias. Como también un puñado de radicales pudo sostenerse, con el 50% de los votos en promedio, frente al “Cristinazo” de 2011, que instaló en la gobernación a Paco Pérez.
El único fantasma de los intendentes, además de una pésima gestión, ha sido el hartazgo social, siempre más tolerante con ellos que con los presidentes y gobernadores. Basta mirar los casos de Lavalle y San Martín, cuyos intendentes aspiran a un quinto mandato consecutivo.
Hace cuatro años, el hartazgo, por primera vez, barrió al peronismo de varios departamentos a la vez. El PJ no detectó el malhumor social y de hecho municipalizó la campaña provincial. Pero los 12 años de kirchnerismo, una economía estancada y cierta esperanza que ofrecía la alianza liderada por la UCR convencieron a los vecinos de cambiar.
Este año, Cambia Mendoza pone en los municipios buena parte de sus esperanzas de sostener la provincia y aunque en las primarias de hace una semana triunfó en todos los que gobierna salvo uno (Malargüe), los números de los intendentes no son los que se esperaban. Sólo dos superaron el 40%: Guzmán en La Paz (44%) y Soto en Tupungato (43%).
Hay un candidato radical que concentró casi el 52% de los votos, pero no es intendente ahora. Héctor Ruiz, propuesto por Mario Abed para sucederlo en Junín, fue el más votado. Su jefe político hace cuatro años sacó bastante más.
Sumados todos los rivales internos, el porcentaje del frente crece y en todos los departamentos supera el 40%, incluso en varios está en 50% o más, pero comparado con 2015 son más los casos en los que baja que en los que sube (sólo 3). No hay riesgo de derrota, a priori, pero también es un llamado de atención.
En el oficialismo mencionan una causa principal: el malhumor social por la situación económica. O sea el “efecto Macri”. Ponen como ejemplo que en Godoy Cruz, donde ganó en 2015, el Presidente tiene ahora 65% de imagen negativa y sólo 22% de positiva.
Esto hizo que el peronismo, crezca, aunque está lejos de poner en riesgo allí la victoria el 29 de setiembre. En el entorno de Tadeo García Zalazar, que tuvo el 38% de los votos, aseguran que podrían sumar tres o cuatro puntos a los 50 del frente.
En el oficialismo de Guaymallén, reconocen que en los días previos a la votación estaban preocupados y que el 35% de Marcelino Iglesias está dentro de lo esperado. Los otros candidatos del frente aportaron 10 puntos más y esa es la base para la general.
Las Heras es, de los “grandes”, donde más cerca quedó el peronismo: seis puntos abajo del frente oficialista, que sumó 40%, lo mismo que en 2015. Allí, la candidatura de Amstutz y el éxito del mensaje de Anabel Fernández Sagasti, con el “Cristina vuelve”, representan una amenaza.
Pero es en tres municipios con poco peso electoral y fuerte impronta rural donde la alianza gobernante obtuvo una ventaja exigua: La Paz (1 punto), Alvear (2 puntos) y Rivadavia (4 puntos). Sus intendentes deberán replantear sus propuestas si no quieren correr riesgos en setiembre.
Malargüe sí parece una misión imposible. El frente peronista obtuvo 29 puntos más que Cambia Mendoza. Pero en 2015 la diferencia fue de 49 puntos en las PASO y aún así el PJ, por sus internas viscerales, perdió en las generales.
Para Elbio Rodríguez, que lleva más 10 años haciendo encuestas para Cornejo, el antimacrismo fue clave: “Si la economía hubiera estado bien, Cambia Mendoza sacaba más de 50% en la provincia”.
La consultora Martha Reale ve otras razones. “La gente que votó a De Marchi no se molestó en cortar la boleta para poner a los intendentes actuales. El compromiso ciudadano es más laxo en las PASO y Cristina sola no explica el voto a los intendentes. En setiembre se va a valorar más la gestión”, analizó.
En Casa de Gobierno, además de todas las razones anteriores, y a regañadientes, admiten otra causa: “La gestión de nuestros intendentes no está lo suficientemente fortalecida”. Tal vez, no basta con el orden y las obras para conquistar a los vecinos y lo que falta es enamoramiento.