No fue ni habrá magia

En 2016 se podrá testear la apuesta que estuvo en juego en las pasadas elecciones. Santa Cruz mostrará si era posible la continuidad del “Modelo”. Y Macri, si es capaz de construir una alternativa eficaz.

No fue ni habrá magia

Un grosero error político y un auspicioso éxito en el frente económico, destacan en el inicio de la presidencia de Mauricio Macri.

El error político fue la nominación “en comisión” y por decreto de dos jueces de la Corte Suprema de Justicia. Más allá del debate entre juristas -en especial, constitucionalistas- sobre la legalidad de la medida, fue una monumental pifiada.

El gobierno ni siquiera pudo explicar por qué recurrió a un instrumento y a una decisión de las que antes se le criticaba al kirchnerismo, al que le dio pie para -con insuperable hipocresía- erigirse en defensor de las instituciones y la independencia de la Justicia.

La reacción de algunos radicales, de dirigentes de oposición como Massa y Stolbizer, el abroquelamiento del bloque de senadores peronistas y la propia reacción de la Corte, que pospuso la jura de los elegidos, hizo que Macri retrocediera, lo que fue en sí una señal de admisión del error y de posible enmienda. Pero mejor hubiera sido no cometerlo.

El éxito fue la liberación del “cepo” y la unificación del mercado cambiario, inicialmente por debajo de los 14 pesos por dólar, luego incluso por debajo de los 13, hasta que el BCRA comenzó -a una cotización de $ 12,70- a hacer sus primeras compras en el mercado de divisas.

Compras que le permiten “sostener” el dólar, mantener el atractivo exportador y reconstituir las reservas internacionales del país, cuya evolución en los últimos diez años fue muy a la zaga de las demás economías de la región. Según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en 2005 las reservas de la Argentina equivalían al 10,2% del total de reservas de las economías latinoamericanas, pero en 2015 no llegaban al 3,3%. Si se descuenta el manotazo de más de 3.500 millones en la última semana de gestión K, ni siquiera al 3%.

La reconstitución de reservas es clave para que el éxito inicial sea sostenible y el BCRA tenga mejores chances en su tarea principal: combatir la inflación, dando estabilidad al peso. Esa estabilidad no debe medirse sola, ni siquiera principalmente, contra el dólar, sino contra el precio del conjunto de los bienes y servicios de la economía. Se trata, en suma, de defender el poder adquisitivo en el mercado interno y de que los argentinos seamos capaces de ahorrar, invertir y hacer previsiones en nuestra propia moneda.

En lo inmediato, la lucha contra la inflación pasa por la prórroga del programa “Precios Cuidados”, concentrado ahora en una lista de artículos de primera necesidad (el listado anterior incluía, por caso, diferentes marcas de fernet), un trabajo de persuasión sobre los principales canales de oferta y comercialización (los frigoríficos acordaron no comprar hacienda hasta enero, lo que redujo el precio, que antes se había disparado, en Liniers, pero no en la misma medida en carnicerías y supermercados) y, en enero, la conformación de un “Consejo Económico y Social” en el que el gobierno intentará convencer a las centrales empresarias y sindicales de que las negociaciones salariales y la política de precios en general mire más el futuro que el pasado. Hasta entonces, la tarea oficial (en particular, del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, y del titular del Banco Central, Federico Sturzenegger) es elaborar un programa fiscal y monetario consistente que haga creíble la previsión de una inflación en baja.

Ahí se concentrarán las decisiones más difíciles. Ya anunciadas la reducción de las retenciones agropecuarias (a un costo aproximado de 20.000 millones de pesos), hecha la promesa de reducir la incidencia sobre los salarios del impuesto a las Ganancias e incluso aumentado el número de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo y anunciado un pago extra a sus beneficiarios de $ 400 para fin de año, lo que viene son los recortes.

La tijera, en algunos casos, parecerá hacha. Sin reducción sustancial del gasto es imposible achicar el déficit fiscal, que en 2015 cerrará en unos 350.000 millones de pesos, y sanear el Banco Central, que en los últimos años se dedicó a emitir dinero para financiar el hueco fiscal, al costo de deteriorar su balance, que muestra hoy a una entidad técnicamente quebrada.

La detección y eyección de decenas de miles de ñoquis que pululan en el presupuesto público y la revisión de contratos y negocios corruptos, dará más para títulos efectistas que para una sustancial reducción del gasto y el déficit, cuya corrección requiere un ataque frontal al esquema de subsidios a la energía, el transporte y otros servicios públicos, que en 2015 insumieron unos 220.000 millones de pesos.

Hasta con las más sabias y justas decisiones, ese ajuste dolerá: aun concentrado en las capas media alta y alta, no tendría masa suficiente si no alcanza a la clase media-media, en especial de Capital Federal y Gran Buenos Aires, que en los últimos años pagó precios irrisorios por servicios que fueron perdiendo calidad y fiabilidad. El corte promedio de servicio eléctrico pasó de 6 horas/año por usuario en 2004 a 33 horas en 2014.

El contexto internacional no ayudará: los precios de las materias primas seguirán deprimidos un par de años, las tasas de interés comenzaron un movimiento ascendente y Brasil -principal demandante vecino- y China -principal demandante global- dejaron de ser fuerzas de tracción. El PBI en dólares de Brasil, que llegó a quintuplicarse entre 2003 y 2011, cayó este año 20%.

El de China, en tanto, que crecía 20% por año (10% por crecimiento del PBI y otro tanto por retraso del dólar) se moverá en los próximos años cerca de 0%: un crecimiento cercano al 5% será casi enteramente borrado por la baja del yuan, cuya cotización se vinculó recientemente a una canasta de monedas para permitir, justamente, que se devalúe respecto del dólar.

Si Macri hace bien los deberes de la economía y mueve con acierto las piezas de la política, la segunda mitad de 2016 debería ser mucho mejor que la primera. No será fácil, pero la continuidad del “Modelo” K, amén de ser derrotada en las urnas, era insostenible. Para comprobarlo bastará seguir la suerte de Alicia Kirchner en Santa Cruz. En su pago chico, que gobierna desde hace 24 años, el kirchnerismo logró que sueldos y jubilaciones pasen de insumir

25% de los ingresos de la provincia en 2005 a 82% en 2015. Néstor y Cristina financiaron el desquicio: una provincia en la que vive el 0,7% de la población argentina llegó a recibir el 18% del total de transferencias de la Nación. No fue magia sino apenas un “Relato” mentiroso.

Aunque venga un año difícil, ésa sería al menos una enseñanza útil para construir un futuro mejor. En política, y mucho menos en economía, no hay magia.

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