El comienzo de junio de 2015 no fue una semana más. En esos días salimos a la calle, todas juntas, más unidas que nunca, pidiendo justicia por Chiara Páez, una joven de tan sólo 14 años que fue asesinada a golpes por su novio.
Aquel 3 de junio decidimos convertir ese dolor en fortaleza, convencidas de no soportar una muerta más en manos de la violencia machista.
Sin dudas, la lucha por reconocer nuestros derechos viene desde hace años.
Seguramente para muchos de nuestros hijos e hijas hablar de patria potestad compartida, de divorcio vincular, de igualdad entre hijos matrimoniales y extramatrioniales sean temas pasados, sin embargo, sólo hace algo más de 30 años, con el advenimiento de la democracia, de la mano de Alfonsín, y de grandes mujeres valientes que lo acompañaron, entre ellas Margarita Malharro de Torres y Florentina Gómez Miranda, se consagraron estos derechos.
La lucha de las mujeres, muchas veces silenciosa, nos debe interpelar en conjunto.
Leer en diversos informes que aproximadamente hay un femicidio cada 30 horas en la Argentina nos debe movilizar como sociedad.
No podemos permitir que nuestras hijas, madres, amigas, vecinas sigan siendo asesinadas por un machismo extremo.
No debemos equivocarnos y entender que, la lucha por la igualdad y la eliminación de la violencia, la debemos dar sólo las mujeres.
Una sociedad más justa, sana y equitativa es tarea de todos y de todas.
Tenemos el deber de educar a nuestros hijos en valores, en respeto, en igualdad.
Debemos mostrarles las riquezas de un mundo diverso.
Debemos mostrarles a nuestras hijas la fortaleza de ser mujeres.
Debemos acompañarlas en este camino que se ha iniciado y que no tiene vuelta atrás. Hace 4 años nació un movimiento novedoso, fuerte, transversal, que encierra años de historia y de luchas.
Ese movimiento plural, como se reconoce a sí mismo el Ni Una Menos, surgió de transformar el dolor en potencia.
Desde aquel 3 de junio las mujeres decidimos empezar a romper con el pacto de silencio que nos impuso el patriarcado.
Y decidimos hacerlo juntas, con nuestras diferencias, pero unidas con un solo objetivo: vivas nos queremos.
Después de mucho andar, ya no estamos solas, nuestra fuerza de transformación está más viva que nunca.
Salgamos a la calle con el firme compromiso de levantar la voz por las que ya no están, construyendo una sociedad más justa, igualitaria y sin violencia.