Frente a la violencia verborrágica, y el agravio, reiterado en “Los Andes” por parte de Fernando Iglesias, escribo esta nota como forma de desagraviar la memoria de miles de hombres y mujeres -uno de ellos mi padre- encarcelados, heridos, muertos y fusilados, perseguidos en forma despiadada y miserable a partir del golpe de Estado de 1955.
Golpe muy festejado en el exterior: “La caída del tirano Perón, es la mejor reparación al orgullo del imperio, tan importante como el triunfo aliado en la segunda guerra, y las fuerzas del imperio inglés no le darán tregua, cuartel, ni descanso en vida, ni tampoco después de muerto” (W. Churchill, Londres, 1955, Cámara de los Comunes).
Iglesias acusa a Perón -aún después de muerto- de representar el ala nacional del Partido Militar. A partir de ese relato, falso, miserable, trata de confundir, con el fin último de desvirtuar hechos históricos.
¿Quién es Perón? El Presidente Perón renuncia en 1955 sin dar pelea, fiel a su concepción. Prefería "el tiempo" a "la sangre", "persuadir" sobre "mandar". Si tenía razón se la iba dar el tiempo, nunca la sangre que se derramaría al defender su permanencia en el gobierno.
La consigna "ni vencedores ni vencidos" del Gral. Lonardi (setiembre de 1955), sucumbe frente al golpe liberal del Gral. Aramburu y el Alte. Rojas.
El objetivo real -siempre-, que contó con apoyo logístico militar extranjero, fue hacer desaparecer al Peronismo, a Perón y a la Argentina: “No dejemos que la Argentina sea una potencia, arrastrará tras de sí a toda Latinoamérica. La estrategia es debilitar y corromper por dentro a la Argentina, destruir sus industrias, sus fuerzas armadas, fomentar divisiones internas.” (W. Churchill, Yalta, 1945).
Sobreviene, en 1955, un plan maestro. Los liberales derogan la Constitución de 1949. Ejecutan una fuerte purga dentro de las fuerzas armadas. Echan a miles de oficiales y suboficiales que reconocían en Perón a un justo comandante en jefe, que trabajaba incansablemente por una gran Nación, soberana, en pos de una Sudamérica unida e igualitaria.
¿Quién es el Partido Militar? Aramburu, Rojas, Onganía, López Aufranc, Julio Alsogaray, Lanusse, Videla, Massera, Camps, etc., logran moldear una nueva Argentina, antiperonista, compleja, dividida, acosada por sucesivos golpes de Estado. En 1962 contra Frondizi; en 1966 contra Illia y en 1976 contra Isabel Perón. Usan a las fuerzas armadas para imponer por la fuerza las modificaciones económicas, financieras, monetarias, impositivas, societarias -cuidadosamente ocultas tras esos golpes- planificadas y ejecutadas en las distintas etapas por Prebisch, Pinedo, Álvaro Alsogaray, Krieger Vasena, Martínez de Hoz, Cavallo.
De esa forma se construye el futuro argentino, nuestro presente. Durante 25 años, de 1955 a 1973, y de 1976 a 1983, se ponen a prueba y perfeccionan las prácticas, metodologías, medios e instrumentos que han de corromper, degradar y poner de rodillas a la República Argentina, para siempre.
El regreso de Perón en 1973, y la esperanza de recuperar el país, es boicoteada con una violencia miserable. Comienza con el asesinato de Rucci y concluye finalmente el 1 de julio de 1974, con la muerte del general.
El 24 de marzo de 1976 se desata la locura: gobierno militar y guerrilla se sienten definitivamente “legitimados”. Videla, Massera y Cía. mataban, desaparecían personas y cometían todo tipo de ilegalidades. Y Montoneros, con Firmenich, Perdía y Fernando Vaca Narvaja, desde Cuba y protegidos por ese gobierno, ordenaban que miles de sus combatientes volvieran a la Argentina a pelear en condiciones muy inferiores, a sabiendas de que serían masacrados, como finalmente ocurrió.
La guerrilla que se autotitulaba “peronista”, no era peronista, ni por origen ni por ideología. Así lo acredita María O’Donnell en su libro "Born" en el que reproduce las palabras del jefe Montonero Rodolfo Galimberti: "El proyecto siempre fue trans-peronista. Para Montoneros el peronismo era como un tranvía: había que tomarlo para llegar con ese medio a un paraíso que era un modelo ideal, un modelo vago en realidad, en el que entraban los pro-cubanos, pro-chinos, los trotskistas, un berenjenal". (Buenos Aires, Sudamericana, 2015, pág 53). Jóvenes que provenían de la clase media universitaria, reafirma O’Donnell. “Jóvenes de la Acción Católica que no supieron conducir su utopía" agrega Francisco.
Perón y el Peronismo fueron utilizados por la conducción de Montoneros. Era el “tranvía” a la patria socialista, tranvía que ayudaron a descarrilar en 1976. Así y todo, los errores de gobierno, propios y ajenos, fueron asumidos dignamente por la Presidenta Isabel M. de Perón, quien soportó seis años de prisión, incomunicada, sin intentar inmunidad o salvoconducto alguno.
Las políticas económicas y monetarias de Martínez de Hoz se cumplieron exitosamente, muerto Perón. Una primera etapa: endeudar y empeñar las empresas públicas, degradar las instituciones de la República. Al finalizar 1983 quedaban 300.000 obreros industriales en la calle con miles de empresas quebradas, miles de argentinos enajenados por la Circular 1050 del Banco Central, con una deuda externa que había crecido diez veces.
El proceso militar culmina en 1983 con Alfonsín jefe de Estado, elegido democráticamente, quien enjuició a los jefes militares responsables de miles de muertes y puso preso a Firmenich, el jefe Montonero que enfrentó a Perón, que ayudó a su muerte prematura, que en nombre del Socialismo provocó ríos de sangre de sus propios compañeros, que concluyó su “revolución” militando para Menem, financiando su campaña política en 1989 con unos cuantos millones de dólares robados a los hermanos Born, con los que compró su libertad personal.
En materia económica Alfonsín no tuvo los mismos aciertos. José M. Gutiérrez, secretario de Hacienda, afirmaba que no existía documentación contable que permitiera verificar seriamente miles de millones de dólares a favor de supuestos acreedores externos. Así y todo esa deuda fue refinanciada. Se legitimó el despojo. Gana el proyecto Martínez de Hoz. La Argentina endeudada no resucitará jamás.
La etapa menemista fue la más inteligente.
El Peronismo fue copado por los sectores liberales. Ocultándose en él encontraron la fórmula perfecta a sus necesidades. El desastre económico que anticipa el retiro de Alfonsín en 1989, con una deuda externa impagable, y la presencia de un hombre de la talla moral y la insolvencia intelectual de Menem, se conjugan para que en 1989, al asumir el gobierno, éste se desentienda de la economía y su manejo lo delegue en un hombre del grupo Bunge y Born, para finalmente designar a Domingo Cavallo, un discípulo de Milton Friedman cuya filosofía económica está en las antípodas del Peronismo, que bien se resume en una frase: "la única responsabilidad social de las empresas es aumentar sus utilidades".
Menem cuenta entre sus principales asesores económicos al famoso Ing. Álvaro Alsogaray, ultra antiperonista. Espeluzna el desparpajo de su posterior confesión: "Si el pueblo peronista hubiera conocido las medidas económicas que iba a tomar, jamás me hubiera votado". La traición menemista es posible por la defección de muchos dirigentes, aunque no de los sindicalistas peronistas más reconocidos, con Hugo Moyano a la cabeza. Cuenta con el apoyo político de Alfonsín que permite, Pacto de Olivos de por medio, continuar su derrotero de gobierno hasta 1999.
Menem y Cavallo culminan la tarea iniciada por Martínez de Hoz, con el remate de las grandes empresas del Estado: YPF, Agua y Energía, Aerolíneas Argentinas, etc. Canjean en pocos meses y por papeles de una deuda externa fraudulenta, el patrimonio nacional acumulado en casi 100 años.
La experiencia Delarruista culmina en 2001, nuevamente con Cavallo, agravando la pobreza que, a esta altura, ya es estructural.
El tiempo presente está muy fresco, equivoca el rumbo, no rompe el cerco, atiende necesidades urgentes pero no resuelve y entonces agrava las importantes : la pobreza y la desigualdad. Millones de argentinos sin techo, ni trabajo digno, sin un pedazo de tierra, impiden realizarnos como comunidad, como individuos.
Unos en la calle protestando y otros escondidos detrás de barrotes de "oro", mal llamados barrios privados. Pone a nuestras instituciones públicas -y privadas- de cara a la reflexión del Papa Francisco: "He visto en muchas partes del mundo, también en América Latina, que algunos dirigentes políticos crean y mantienen una ambiente de necesidad y pobreza, para conservar el poder y, con él, los negocios".
El "modelo" presente dista mucho de ser peronista.
A su modo, lleno de buenas intenciones y malas también, conduce al infierno. Termina siendo la síntesis contraria al ideario de Perón, maravillosamente transmitido por su mejor alumna, Eva Perón: "Unamos nuestros esfuerzos para que nadie padezca, para que nadie se vea envuelto en miserias enervantes.
Unamos nuestros corazones para que los humanos, cualquiera fuese su nacionalidad, su fortuna, su ideario, puedan vivir en armonía, y para que termine esa división entre réprobos y elegidos, satisfechos y desdeñados, de tal suerte que el mundo se trunque en una gran familia bendecida por Dios, en el que no resuene otro canto que no sea el canto del trabajo y la paz" (Mensaje a la mujer española, Madrid, 1947).
Ése es el espíritu con que el Peronismo gobierna durante diez años, de 1946 a 1955, y concreta miles de grandes obras, que dignifican a los sectores más empobrecidos y engrandecen productiva y tecnológicamente a la Nación. Sus verdades son grandes verdades. Una de ellas se destaca por su sentido trascendente, marca un norte: "El trabajo es un Derecho, que hace a la dignidad humana, pero también una Obligación: es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.
Las verdades del Peronismo a mucha gente le duelen, le resultan de difícil comprensión, verdades abstrusas las llama Iglesias. Lo lamento por él. Su pobreza y sus mentiras no alcanzan. El Peronismo, su riqueza filosófica, su humanismo, han quedado grabados para siempre en la memoria colectiva de un pueblo y una Nación que, aunque reiteradamente traicionados, seguirán bregando por su dignificación.