1. “Lo bueno es que a mi hijo le va bien en la escuela, aunque no estudia… ”. El padre lo dice orgulloso, con la pera levantada y los ojos entrecerrados, sin siquiera sospechar que esta frase encierra todo lo que está mal. Esta oración escuchada una y mil veces en la puerta del colegio, casi siempre es escoltada por la siguiente idea: “¡Es vago, pero por suerte es re inteligente!”. Un silogismo imposible: no hay manera que a alguien que no estudie le vaya bien en una escuela que se rija por parámetros de enseñanza medianamente normales. Por desgracia éste es uno de los tantos pensamientos mágicos que hay que desterrar para beneficio de nosotros mismos ¡y de nuestros pobres hijos!
En las escuelas más avanzadas de Silicon Valley quieren abolir esta idea, la de que el chico es más “smart”, es más vivo, en cuanto menos estudio necesite para rendir satisfactoriamente. “La escuela es como un gimnasio de la mente”, propulsan. Y mientras más se practica, más se esfuerza, más “músculo” se gana. “En estos colegios no importa que el alumno resuelva los ejercicios matemáticos a la primera -sostuvo en una charla el mendocino que se desempeña como Líder de producto en Facebook, Daniel Caselles, y que se ha tomado muy en serio la educación de sus hijas en el país del norte-, lo que importa es que la mente practique y practique para que cada vez resulte más fácil esgrimir el pensamiento lógico”.
Además, no se ama lo que no se conoce. O lo que no se practica a fondo.
No se puede culpar al niño por no querer estudiar y preferir colgarse en el Youtube del celu, o en el Fortnite de la PC. El que está equivocado es el papá o la mamá que lo permite, creyendo que los conocimiento se transmiten por ósmosis, o por hipnosis, o por magia. No, la magia no existe. Y creer en ella, en este tipo de pensamiento ilógico, nos está perjudicando mucho más de lo que creemos.
2- ¿Se han dado cuenta del grado de irresponsabilidad de la frase "Estamos condenados al éxito"? Este epíteto, que fue disparado por el ex presidente Eduardo Duhalde desde el abismo de la crisis del 2001-2002, refleja otra faceta del voluntarismo naïf propio de muchos de nuestros "nunca bien ponderados" políticos. Analicemos la idea: desde un análisis lingüístico, se desprende que se haga lo que se haga, los argentinos estamos "destinados" a que nos vaya bien. Aquí cabría el meme "whaaaat???" No. No hay posibilidad de que los resultados sean óptimos si el proceso es mediocre. Otra frase que les encanta a los "especialistas" de la gestión: "ya tocamos fondo". ¡Mentira! Mientras que siempre se puede estar peor, casi sin ningún esfuerzo; para estar un poco mejor se necesita rigurosidad, trabajo, conocimiento y consistencia.
No entiendo por qué, como sociedad, nos fascina tanto la improvisación. Por qué tenemos asociado la idea del "talento argentino" con la del "atamo' con alambre".
Nuestra historia ha ofrecido demasiadas evidencias de que la viveza criolla más que una característica simpática, es un virus que tenemos que desterrar, a fuerza de educación y persistencia.
Esta danza de la “política swinger”, de los Fernández, de los Pichetto, de los Massa cortejándose entre sí es una buena muestra de lo aquí expuesto. Políticos que hasta hace un minuto se estrangulaban entre sí con sus propias lenguas bífidas, siempre desde la comodidad del tuiteo de sillón, hoy son carne y uña. Y se aman, y ayer se odiaron, y mañana se odiarán, y pasado se volverán a amar, con la consistencia sentimental de un adolescente. Pará, pará, pará: ¿no se supone que los dirigentes profesionales tienen que proponer plataformas electorales, propuestas concretas, proyectos de país de acuerdo a sus convicciones e ideologías? ¿No se supone que estos proyectos debieran ser sólidos y trabajados durante meses o años? ¿Cómo es posible que en la premura de los cierres del registro de alianzas electorales, “estadistas” que debieran sostener idearios diferentes se amontonen tan fácilmente, detrás de consignas vagas como “todos”, “juntos”, o como quieran disfrazar el rejunte? ¿Dónde quedaron los “proyectos de país”? Como en el fútbol, estos señores, lo único que quieren es ganar.
Pero ganar ellos solitos. Aquí no existe estrategia ajedrecística por un bien común; aquí sólo rige la picardía módica, cortoplacista e individual del truco.
3. ¿Como en el fútbol?… Ni tampoco. El fútbol mundial de hoy también tira abajo la improvisación de café, y propugna el análisis de datos, el uso de la inteligencia artificial, el estudio pormenorizado del rival. Salvo, por supuesto, en la AFA.
Otra muestra: la pésima performance de la selección Argentina en la Copa América.
Pero seamos buenos, la culpa no es de Lionel Scaloni. La culpa es del tipo de pensamiento que alguna vez puso a un Diego Maradona sin experiencia al frente de la selección, que “echó” a Gerardo Martino tras dos finales y que pagó fortunas por Sampaoli a las apuradas. La culpa nunca es del resultado, siempre de los procesos.
En la excelente columna de Clarín “La Selección en la Copa América: campeones del realismo mágico”, de Gonzalo Abascal, se recuerda cómo fue el proceso de elección, por caso, del DT Jürgen Kloop al frente del Liverpool inglés (último campeón de la Champions League). “Ian Graham, doctor en Física por la Universidad de Cambridge -dice el texto-, recomendó su contratación luego de elaborar un informe puramente matemático, que determinó a través de estadísticas, que los equipos de Kloop eran los que tenían mayores probabilidades de triunfo. Kloop acababa de terminar en la séptima posición en la Liga alemana con el Borussia Dortmund, pero el análisis incluyó sus 586 partidos como entrenador a lo largo de 14 años. No parece haber hoy en el mundo una organización deportiva importante que no trabaje de este modo”. ¿Saben cómo se eligió en Argentina a Scaloni? Para empezar, el rosarino no tenía ningún antecedente para analizar, ya que es debutante. Se lo puso allí por descarte, por improvisación, porque era el que estaba, o porque nos creemos tan pero tan grandes que suponemos que no necesitamos estudiar para brillar, que estamos condenados al éxito porque somos re grosos, y que -de tan geniales- con la improvisación y la viveza nos alcanza para ganarle a los giles que estudian, que se toman las cosas con seriedad, y que se dan el lujo de planificar el futuro.