Por Leonardo Rearte - lrearte@losandes.com.ar
Ya lo sé, hace algunos días te llamó Macri. Y Lobos. Y antes, o después, te preguntaron si habías votado a Cornejo, Bermejo o a cualquier otro candidato. Fue tipo tres de la tarde, seguramente. Si un talento tiene el telemarketing es embocarle a la única institución que queda en pie tras el huracán de la globalización: la siesta.
Por las esquinas, ni un alma. Comala, la ciudad de Pedro Páramo, es New York al lado de tu barrio. Una hora antes habías llegado del trabajo y apuraste la milanesa con tal de regalar más minutos a morfeo. Y justo conciliado el sueño, suena el teléfono.
"Hola soy el político que toma, no con mucho agrado, contacto con usted sólo porque faltan horas para las elecciones y después durante tres años y medio no me va a ver el pelo, hasta que tenga que volver a grabar estas estupideces porque viene otra elección y quería comentarle mi propuesta… ".
Tu voz empieza a lanzar insultos que ni siquiera conocías un segundo antes. Ahí es cuando te das cuenta que algo salió mal. Que a pesar de que inscribiste tu número de teléfono en el programa NoLlame.gob.ar (a través de la web o llamando al 0800-444-3360), que apunta tu información en un listado de "no molestar" destinado a espantar campañas invasivas, te han molestado justamente los tipos que te molestan por TV, por el diario, por la radio. Y ahora también por teléfono. Por tu teléfono.
¿Qué dice la norma que creó el registro "No llame"? Que las empresas que publiciten, oferten, vendan o regalen bienes o servicios "no podrán dirigirse a ninguno de los inscriptos en el Registro Nacional 'No Llame' y deberán consultar las inscripciones y bajas producidas en el citado registro con una periodicidad de treinta (30) días corridos a partir de su implementación". Que tenés derecho a resguardar tu data personal. Que nadie puede usar, sin tu permiso, tu fijo o celular, como vehículo publicitario...
Pero, gracias al dios pagano Google te enterás de que ese registro de números que comenzó en enero, tiene una excepción. "Las campañas electorales que se lleven a cabo en el marco del Código Nacional Electoral (Ley 19.945) se encuentran exceptuadas de cumplir con el Registro Nacional No llame", dice la disposición.
Una nueva ley de Murphy: Siempre hay un asterisco. Y ese asterisco, siempre es a favor de otro.
Como todos, yo también odio el telemarketing. Es cierto, la culpa no es del pobre trabajador/a munido de auricular y mic; pero eso no nos inhibe de decir que el marketing telefónico es algo así como una máquina de aniquilación masiva de paciencias que ha llegado para quedarse ¡en nuestro living!
Fue el invento de una mente perversa, quizá, que soñó con este panorama de preguntas inconcebibles (qué sé yo cuántas llamadas al exterior hago por año, señor); ventas a las apuradas sin nada por escrito previo; objetos y servicios que en la soberana vida pensábamos comprar y clientes invadidos en cualquier momento, en cualquier lugar. Muchos incluso piden por nosotros, llamando al número del trabajo.
La mayoría de las veces, por mera cortesía, el sorprendido potencial comprador intenta sostener esa conversación que cayó del cielo (o del infierno) hasta el punto en el que corta al grito de: "¡te dije que no quiero un seguro contra la fiebre amarilla!" o en el que termina comprando WI-FI aun sin tener computadora.
Está dicho, la mejor solución nunca es el insulto pero tampoco la resignación. Vale la pena optar por salidas más elegantes. Como la que ilustra un capítulo de la serie "Seinfeld", en la que el protagonista, jaqueado por un vendedor telefónico, espeta: "Ahora no puedo hablar.
¿Por qué usted no me da su número de teléfono personal y yo lo llamo más tarde?". Ante la negativa a ofrecer ese tipo de información, Seinfeld remata: "¿Por qué? ¿Por qué no quieres que la gente te llame a tu casa? ¡Muy bien, ahora sabes cómo me siento!"
Y en el caso de las llamadas de corte electoral, los señores candidatos ¿no pensaron cuán contraproducente puede ser entrar en casas sin permiso, con mensajes fuera de contexto ante gente que por lo general no quiere escucharlos? Viendo ciertas estrategias propagandísticas, luego, se entienden ciertas políticas…